Por Patrick Jenkins, Joe Leahy y Simon Rabinovitch
“Si tienen dinero, deberían salir a comprar acciones de los bancos de inmediato”
El consejo de Pan Gonsheng era típicamente directo. En la presentación de los estelares resultados del Banco Agrícola de China hace unas semanas, el vice-presidente de la institución tenía muchas razones para ser optimista.
Él hablaba de las instituciones chinas, no de las alicaídas acciones de sus equivalentes occidentales - y un ánimo igual de optimista ha rodeado a otros sectores bancario de grandes mercados emergentes, en particular el de Brasil, en el último par de años.
Los bancos domésticos en las economías BRIC (Brasil, Rusia, India y China) han florecido. Y los bancos extranjeros, de HSBC a Santander y Citigroup, han presionado duro para expandirse en esos mercados, atraídos no sólo por las perspectivas de crecimiento, sino también por el hecho de que estas economías, menos afectadas por la crisis global, por lo general han adoptado una línea más blanda en la campaña por la reforma regulatoria que limita las ganancias en occidente.
Últimamente, sin embargo, hay evidencia de que el ritmo arrollador de la historia de crecimiento de los bancos está resultando difícil de sostener. La exhortación de Pan era tanto un intento de contener una caída de 20% en el precio de las acciones de los bancos chinos este año, como un grito de fe en un mercado en auge. Los escépticos están empezando a preguntarse si todo terminará en lágrimas.
Del suelo al cielo
El rápido desarrollo de Brasil y China en la última década ha dependido de una dramática expansión de sus sectores bancarios, que a su vez dependía de la rápida evolución de un mercado crediticio una vez caótico.
En poco más de una década, las hipotecas de Brasil han crecido de prácticamente cero a 17% de la deuda de los hogares, o cerca de un 4,5% del producto interno bruto, y se han convertido en un motor de la economía. Este es sólo un ejemplo de cómo la industria bancaria de Brasil, y su economía, han cambiado en la última década. El historial de gestión económica estable, crecimiento sólido, la creación de una nueva clase media baja y los aumentos salariales en el país han contribuido a producir uno de los sectores financieros más fuertes en los mercados emergentes. A comienzos de los ‘90, la inflación se medía en miles de puntos porcentuales. Hoy en día, es de un solo dígito.
Los bancos brasileños cuentan con ratios de adecuación de capital de los más altos del mundo, con un nivel tier-1 que es en promedio equivalente al 17% de sus activos ponderados por riesgo. Su rentabilidad es la envidia de sus pares occidentales.
Una historia parecida -con algo más de influencia del gobierno- se ha desarrollado en China. De la virtual insolvencia hace una década a su surgimiento como las instituciones financieras más grandes del mundo, con crecimientos de dos dígitos en sus utilidades y balances sumamente sanos, podría perdonarse a los bancos chinos por tener un paso arrogante.
De nuevo, las bases se sentaron a fines de los ‘90, cuando Beijing inyectó US$ 100 mil millones en el más grande los bancos estatales y entregó su cartera vencida a empresas de gestión de activos. Esto ayudó a transformarlos de anquilosadas reliquias de la planificación centralizada al estilo soviético en empresas magras con un enfoque comercial más preciso. En una búsqueda de eficiencia, redujeron el número de sucursales y despidieron a cientos de miles de empleados. Con nuevas casas matrices brillantes y redes de cajeros automáticos más grandes, comenzaron a parecerse a los bancos en cualquier parte del mundo desarrollado.
La culminación de esta metamorfosis fue una ola de ofertas públicas iniciales que comenzó en 2005. El gobierno sigue siendo el accionista mayoritario de los bancos, pero las aperturas en bolsa los obligaron a ser más transparente - y también a responder a los accionistas privados, una medida que pretendía impulsar aún más el proceso de reforma.
Advertencias
La teoría ha resultado acertada - hasta cierto punto. El crecimiento de la banca por Internet, las tarjetas de crédito y una amplia gama de productos de inversión para ahorradores refleja la mayor competencia. Sin embargo, los bancos chinos todavía obtienen alrededor del 70% de los ingresos de cómodos márgenes de interés neto que Beijing ofrece en bandeja de plata al establecer un piso en las tasas de colocación y un techo a las tasas de captación, lo que les permite tomar préstamos baratos y prestar caro. Y la explosión del crédito en los últimos tres años -con el estado usando a los bancos como intermediarios para administrar un estímulo fiscal enorme- actuó como recordatorio de que el gobierno, no el mercado, es su amo supremo.
Las colocaciones totales en China son casi 80% más altas que antes de la crisis, según datos del banco central. Sin embargo, ese crecimiento en general ha llegado bajo las órdenes de Beijing de abrir las llaves del crédito. Eso, dicen los pesimistas, podría conducir a su destrucción - y es una razón importante por la que los inversionistas nerviosos han llegado a ver a los bancos chinos como gigantes frágiles.
De las grandes agencias de calificación crediticia, Fitch ha dado la voz de alarma más fuerte y advirtió que más de la mitad de todos los préstamos nuevos desde 2008 han ido al recalentado sector inmobiliario o de deuda a los gobiernos locales, los cuales pueden tener dificultades para cumplir con los pagos.
También se han hecho predicciones sombrías sobre Brasil, con el rápido crecimiento del país regresando este año a niveles más normales después de un máximo de 7,5% en 2010 medio de un decidido resurgimiento de la inflación.
Pero ya sea que los aterrizajes sean suaves o duros, cualquier desaceleración sostenida o contraproducente de los auges de crédito en Brasil y China son malas noticias para los bancos occidentales que buscan que el crecimiento de los mercados emergentes compense las deterioradas perspectivas de negocios en su país.
Hay una nueva cautela, dice el director ejecutivo de un banco europeo con ambiciones de larga data en ambos mercados. “El gran impulso ha pasado. Hay una especie de burbuja y ahora es necesario abordar algunos temas, en particular los créditos impagos”. No obstante, concluye, “todavía queremos estar ahí”.