FT
Gaddafi es un sobreviviente, pero se encuentra sitiado
El coronel Gaddafi parece estar peleando una batalla que tiene perdida. El mejor resultado que espera obtener es gobernar lo que queda de Libia occidental con un régimen afectado por sanciones.
Por: Equipo DF
Publicado: Martes 29 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
C. Clover, A. England y R. Khalaf
Después de llevar a Libia hacia una guerra imposible de ganar, Muammar Gaddafi apareció en público después de que los ataques aéreos de los aliados occidentales comenzaran a devastar su ejército.
Deslumbrante en su vestimenta, pronunció el típico apasionado discurso desde un lugar que simboliza su capacidad para sobrevivir en medio de la despiadada política nacional: las ruinas del vasto complejo de Trípoli destruido por un ataque aéreo en 1986, el último intento norteamericano por derrocarlo.
Un cuarto de siglo después del bombardeo, se aferra obstinadamente al poder. Pese a la destrucción de sus militares en manos del poderío aéreo británico, francés y estadounidense, le pidió a la multitud reunida en el complejo que actuara como su escudo humano, el cual él nunca entregará. “Estamos listos para luchar, sea una batalla larga o corta”, declaró.
Esa arrogante resistencia es la marca registrada del tirano. Sin embargo, también recalca una incómoda verdad que enfrenta la comunidad internacional desesperada por ver el final del gobierno del coronel Gaddafi: los tiranos suelen ser difíciles de derrocar.
Con su cuerpo de guardaespaldas femeninas, su elaborada vestimenta y poco coherente filípica, no quedan dudas de que el líder de Libia no es simplemente otro dictador que permitió que el poder se le suba a la cabeza. Pero la mera megalomanía no explica su supervivencia desde que tomó el poder por la fuerza en 1969. Quienes han tenido contacto con él cuentan que es su audacia, su estilo manipulador y su innato conocimiento sobre cómo ejercer poder lo que le permitieron superar los intentos de golpe y asesinato en su contra.
Si bien la acción militar occidental podría haber consolidado la base de apoyo político que le quedaba a Gaddafi, también envalentonó a otros, no sólo en el este rebelde sino también en los baluartes del gobierno.
En Trípoli, el descontento con el régimen salió a la luz la semana pasada cuando se sintió el impacto de los ataques aéreos. Cinco semanas después de que comenzaron las protestas, los residentes otra vez murmuran su rechazo al tirano libio, diciéndole a los periodistas que intentarán hacer nuevas manifestaciones.
El coronel Gaddafi parece estar peleando una batalla que tiene perdida. El mejor resultado que espera obtener es gobernar lo que queda de Libia occidental con un régimen afectado por sanciones y que enfrenta el derrumbe. Y si la intervención genera agitación dentro del régimen, podría ser terminal.
Los días del líder también estarían contados si Trípoli, su última gran base de apoyo, adquiere el coraje para sublevarse en masivas protestas. Hace varias semanas, la capital estaba convulsionada por los disturbios que fueron sofocados con brutal eficiencia. Se calcula que cuando la policía disparó a la multitud murieron docenas de personas.
Ahora, que los servicios de seguridad observan, detienen y “hacen desaparecer” disidentes, las condiciones de vida se están volviendo desesperantes. Mientras las sanciones internacionales golpean a la economía, comenzó a haber escasez de pan, divisas y combustible.
Quienes abandonaron recientemente a Gaddafi sostienen que no es imposible que alguien se vuelva en su contra. Reconocen sin embargo que el régimen está tan ligado a su familia y a ciertas tribus que no se deberían exagerar las probabilidades de sacarlo desde adentro.
“Todavía se necesita mucho trabajo político para atraer a la gente que recibe presiones y lograr que tomen decisiones en contra de Gaddafi”, dijo un desertor.