Por Michael Skapinker
El jefe de una empresa de vestuario deportivo líder me contó una vez que un contratista había comenzado a exigir pruebas de embarazo.
Suena bien, le comenté: empleadores que se preocupan por la salud de sus empleadas mujeres. Me miró con pena. La fábrica hacía las pruebas para despedir a las trabajadoras embarazadas antes de que pudieran pedir licencia maternal. Les había dicho que pararan.
Es difícil para las empresas monitorear los tipos de daño que sus subcontratistas pueden hacer a sus reputaciones. La mayoría de las grandes marcas usan cientos de fabricantes, que pueden estar en cualquier parte. Los contratistas con frecuencia operan en países donde la inspección es laxa o inexistente. Pueden pagar menos que el salario mínimo local o violar de otros modos las leyes nacionales.
Así que Apple sabía donde estaba cuando fue acusada de que algunos de sus contratistas chinos estaban contaminando en grande. Las acusaciones eran especialmente dañinas porque los activistas eran chinos, no occidentales que pudieran pintarse como agitadores externos.
Los defensores de los fabricantes internacionales a veces dicen que es un error aplicar los estándares laborales de países desarrollados a mercados emergentes. Cuando los sindicatos occidentales se quejan del tratamiento a los trabajadores en fábricas lejanas, los críticos dicen que simplemente tratan de proteger sus empleos. Pero nadie puede defender la degradación ambiental, que está atrayendo creciente oposición local en China (nadie debería defender tampoco la violación de las leyes laborales locales).
Apple toma en serio la conducta de sus contratistas. Su informe de responsabilidad de contratistas más reciente dice que ha inspeccionado las plantas de 288 proveedores desde 2007. Pone especial atención a los empleados que trabajan fuera de sus países de origen, ya que muchos pagan grandes comisiones a agencias de empleo, lo que implica que deben trabajar por meses sólo para cubrir esa deuda.
Apple dice que también monitorea las plantas por su desempeño ambiental. Pero podría hacer más. Algunos proveedores se han hecho conocidos por las razones equivocadas. Una explosión en una planta de Foxconn en China en mayo, que producía el iPad 2, mató a tres trabajadores. Apple ha admitido que 137 trabajadores resultaron intoxicados con un químico en una planta de Wintek en Suzhou.
Pero Apple en general no dice quiénes son sus contratistas.
La industria del vestuario deportivo lo hizo de otro modo. En 2005, Nike puso los nombres y direcciones de sus proveedores en su sitio web. Levi Strauss y Adidas, entre otros, han hecho lo mismo.
No fue una decisión fácil. Las empresas temían que los activistas descubrieran aún más abusos y que rivales les robaran propiedad intelectual.
De hecho, dice el profesor David Doorey, de la York University en Toronto, cuando la información se hizo pública y los competidores se dieron cuenta de que usaban las mismas factorías, descubrieron que podían cooperar para establecer estándares comunes. Los proveedores cuyas ubicaciones se publicaban también tenían interés en regirse por esos estándares.
Apple puede decir que un iPad es más complicado que una zapatilla, pero los rivales pueden desarmar cualquiera de los dos una vez que los tienen en sus manos. Abrir las factorías al mundo es una declaración de que uno prefiere saber la verdad y que se agradecerá por su preocupación a quienes descubran oscuros secretos.