Las perspectivas económicas de Europa se están deteriorando aterradoramente rápido, y las perspectivas para el mundo están empeorando siguiendo los pasos del Viejo Continente. A no ser que los líderes del mundo logren trabajar juntos pronto, debiésemos prepararnos para una segunda fase de la crisis de crédito que será incluso peor que la primera.
La nueva realidad es perceptible en el cambio de tono de las principales autoridades. Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, avivó el fantasma de un laberinto económico y político al estilo de los años ‘30.
En una entrevista con Financial Times, Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, calificó un quiebre de la eurozona como un peligro real. Muchos piensan que Draghi, más que cualquier otra autoridad, tiene la llave para una solución a la crisis de deuda. Ellos quieren aumentar las compras de bonos del banco central, y si todo lo demás falla, esta debe ser la solución alternativa. Sin embargo, Draghi está aún en lo cierto de resistir las presiones dentro de las rupturas políticas en el BCE y a través de la eurozona respecto de la legitimidad de los rescates monetarios abiertos de los gobiernos. Pero en primer momento, Draghi empeoró las cosas con temerarias declaraciones que muchos observadores interpretaron como un mayor respaldo del BCE a los precios de los bonos si los gobiernos se sometían a mayores normas fiscales. Cuando estas falsas expectativas se desplomaron, los mercados se volvieron más malhumorados. Pero Draghi está en lo correcto al decir que la política monetaria “no puede solucionarlo todo”. Aunque las tasas de interés deben ser rebajadas, otras políticas del BCE implican cada vez mayor riesgo. El temor es que la provisión ilimitada de liquidez está dañando los préstamos privados. Es una particular trampa de liquidez en la cual el banco central puede precipitar una contracción del crédito.
Una contracción está ganando fuerza, y la economía de Europa se está deteniendo por ello. Esto está volviendo las crisis gemelas -bancaria y soberana- más difíciles de resolver y está golpeando a las economías emergentes cuyo crédito se está secando y cuyos mercados de exportación se están agotando.
Si el BCE no puede estimular el crecimiento, los gobiernos deben hacerlo, y rápido. Hoy todo el mundo necesita que Europa vuelva a crecer.