Por Ralph Atkins en Frankfurt
Alemania, supuestamente el modelo de la estabilidad europea, no logró atraer a suficientes compradores de sus bonos. La eurozona se dirige a una recesión, posiblemente severa. Las conversaciones de un quiebre de la unión monetaria europea se intensifican. ¿Cuánto tiempo más antes de que el Banco Central Europeo (BCE) actúe?
El banco basado en Frankfurt sintió la creciente presión el miércoles para ofrecer su respuesta a la intensificada crisis. La débil demanda en una subasta de deuda germana pudo haber tenido explicaciones técnicas, pero insinuó la creciente aversión de los inversionistas hacia cualquier cosa que enga que ver con la eurozona.
Mientras tanto, los débiles índices de gerentes de compras de la eurozona para noviembre y una inesperada y drástica caída de 6,4% en los pedidos industriales para septiembre, señalaron una posible y precipitosa caída en la actividad económica de la eurozona en los últimos meses del año, lo que haría crecer la presión sobre los bancos.
“Nada menos que un compromiso sin plazo del BCE para apoyar a las complicadas deudas soberanas, podrá contener el pánico”, dijo Sony Kapoor, el jefe de Re-Define, el think tank económico.
Repitiendo los llamados de contrapartes españolas e italianas, Didier Reynders, el mininistro de Finanzas de Bélgica, le dijo a Reuters que estaba convencido de que el BCE “debiera jugar un rol más importante que hoy el día”.
Sus comentarios sugieren que el apoyo político se está uniendo en torno a la postura adoptada hace mucho tiempo por Francia: el BCE debiera actuar, en efecto, como “prestamista de última instancia” para los gobiernos.
Al menos unos pocos miembros de los 23 del fuerte consejo gobernante aceptarían que el banco fuese más agresivo. Aún así, Francois Baroin, el ministro de Finanzas galo, vio dos grandes obstáculos para dar ese paso: “los tratados europeos no lo permiten y Alemania... no quiere”.
La canciller de Alemania, Angela Merkel, y el banco central del país, el Bundesbank, se mantienen ferozmente opuestos a que el BCE vaya al rescate de gobiernos con su programa de compras de bonos, que ya cuesta 195.000 millones de euros (US$ 260.000 millones) desde mayo del año pasado. Los alemanes temen entregar los incentivos equivocados a los políticos y crear inflación imprimiendo dinero.
Como último recurso, el consejo del BCE, que se enorgullece de su independencia política, podría simplemente ignorar a Berlín. Más aún, los tratados de la Unión Europea no limitan las compras de bonos del BCE.
Hay una prohibición, frecuentemente citada por el Bundesbank, en el “financiamiento monetario”, que el banco central financie gobiernos, que previene que el BCE compre bonos directamente de gobiernos. Pero los abogados del BCE podrían argüir que un compromiso público para limitar el spread entre las tasas de interés en Alemania y otros bonos soberanos es compatible con su mandato de combatir la inflación.
El riesgo, sin embargo, es que la credibilidad del BCE sea cuestionada si le falta apoyo alemán para sus acciones.
Durante la crisis de la eurozona, observó Gilles Moec, un economista del Deutsche Bank, el BCE reforzó su acción sólo en respuesta a medidas tomadas por políticos. La oposición alemana podría ser mitigada, sugiere, si el país sintiera que se hacen progresos en combatir las fallas estructurales que hicieron estallar la crisis. Eso incluiría pasos concretos para fortalecer la gobernancia de la eurozona.