Las acusaciones presentadas por la policía de Nueva York en contra de Dominique Strauss-Kahn, el director gerente del Fondo Monetario Internacional, son extremadamente serias. Pero en esta etapa todavía se trata de acusaciones y Strauss-Kahn las ha negado. La presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario es el cimiento de la ley en sociedades libres y Strauss-Kahn, como cualquier otro ciudadano, tiene derecho a un proceso justo. Pero, cualquiera sea el resultado de este caso, su estatus como director gerente del FMI y como político fogueado deseoso de competir por la presidencia francesa, significan que las implicaciones de este incidente para las finanzas internacionales y para la política francesa ya son profundas.
Bajo Strauss-Kahn, el FMI ha encabezado los esfuerzos por estabilizar el sistema financiero global y dar ayuda de emergencia a la eurozona en su crisis bancaria y de deuda soberana. Pero los esfuerzos del organismo multilateral con sede en Washington son una tarea en progreso y no les ayudará la controversia legal y el escándalo político en la cúspide de la institución – en especial ahora que John Lipsky, el número dos del FMI, anunció la semana pasada que planea renunciar en agosto. El período de cinco años de Strauss-Kahn termina el próximo año, pero él y el directorio del FMI pueden juzgar que lo mejor para el Fondo es que se aleje de sus tareas mientras el proceso legal avanza. De cualquier modo, la designación de su sucesor ahora tiene importancia adicional. El antiguo proceso bajo el cual un europeo toma el mando del organismo acompañado por un lugarteniente estadounidense, está bajo cuestionamiento. Hay argumentos que sostienen que la dirección ejecutiva del Fondo debería ir finalmente a un candidato no europeo, tal vez de la región del Asia-Pacífico. Sin embargo, sería preferible que los gobiernos mantuvieran la cabeza fría, hicieran a un lado las consideraciones geográficas y simplemente eligieran al mejor calificado para el trabajo.
En Francia, el asunto Strauss-Kahn abre por completo la carrera presidencial del próximo año. Como exponente de un capitalismo manejado con inteligencia, mercados libres y reforma económica, Strauss-Kahn no tiene igual dentro del opositor Partido Socialista francés. Pero ahora es casi inconcebible que pueda arrojar su sombrero al ruedo de la política electoral.
En cuanto al presidente de centro derecha Nicolas Sarkozy, su reelección parece incierta. Sondeos recientes indican que Marine Le Pen, de la extrema derecha, podría derrotar a Sarkozy en la primera ronda electoral en abril y eliminarlo de la segunda. Si un efecto del asunto Strauss-Kahn es reforzar las posibilidades de Le Pen de ganar a expensas de los candidatos principales, será un día negro para la democracia en Francia.