Cuando Junichiro Koizumi asumió como primer ministro en 2001, George W. Bush lo trató como un miembro de una familia real: lo invitó un fin de semana en Camp David, la residencia de descanso presidencial.
Esa hospitalidad era un reflejo del “sentimiento favorable” que tenía Estados Unidos hacia su principal aliado asiático, tal como afirmó el mismo Koizumi en ese entonces.
Una década más tarde, Yoshihiko Noda, confirmado el martes como sexto primer ministro de Japón en cinco años, con suerte mantendrá un encuentro en Washington con el presidente Barack Obama cuando el mes próximo haga su primera visita a Estados Unidos como número uno de Japón. Por el contrario, los analistas sostienen que probablemente tendrá que conformarse con un encuentro al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
“Si no consigue una reunión en la Casa Blanca, será una verdadera señal de que Washington está pisando con más cuidado que cuando abrazó a (Naoto) Kan después de (Yukio) Hatoyama”, comentó Patrick Cronin, especialista en asuntos asiáticos en el Center for a New American Security, refiriéndose a los dos predecesores de Noda.
Naoto Kan, el primer ministro saliente, tenía programado un encuentro con Obama en la Casa Blanca hasta que quedó claro que renunciaría. Ahora el personal de Noda trata de ubicarlo en la agenda del presidente de EEUU.
Japón ha sido el socio asiático más cercano de Estados Unidos, y su alianza militar de 50 años conforma el pilar de la estabilidad regional. Sin embargo, en el gobierno estadounidense existe un nivel creciente de frustración debido a la constante sucesión de primeros ministros que se produjo desde que Koizumi dejó su cargo en 2006.
También hay decepción por el pobre desempeño del Partido Democrático de Japón, que finalmente asumió el poder en 2009.
En público, la Casa Blanca le dio la bienvenida a la designación de Noda. Pero en privado, los funcionarios no se muestran contentos frente a otro cambio en el liderazgo de Japón.
“No hay duda de que el juego de las sillas en Japón debilitó la seriedad con la que Washington mira a cualquiera que ocupe el cargo de primer ministro”, señaló Gordon Flake, experto en Japón que encabeza el think-tank Mansfield Foundation en Washington. “La sensación es que no vale la pena invertir tiempo en ellos porque no van a durar mucho tiempo”, agregó Flake.
Esa sensación se profundizará con Noda, dado que probablemente no mantenga el cargo después de las elecciones generales de 2013.
No obstante, hay algunas razones por las que Washington debería festejar la llegada de Noda.
Por un lado, pone otro clavo en el ataúd político de Ichiro Ozawa, el ex líder del PDJ poco querido en la Casa Blanca. Eso prepararía el terreno para que Seiji Maehara, ex ministro de asuntos exteriores, asuma la difícil tarea que antes tenía Noda de impulsar la economía después del terremoto de marzo, aseguran los analistas.
Además, pese a la presunción de que Noda será un líder transitorio, él ya representa una mejora, comentó Michael Green, quien fue un alto asesor de Bush en asuntos asiáticos. “Hatoyama era un soñador y populista pero completamente ineficiente, y Kan no fue a ninguna parte. Pero Obama tomará con más seriedad a Noda y reconocerá que es realista. El presidente es pragmático y un estudioso, y por esas razones van a congeniar”, agregó.
Sin embargo, para EEUU sería poco prudente esperar algún progreso en el tema más complejo: la reubicación de la base militar estadounidense en Okinawa en un lugar menos poblado de la isla. El traslado es tan polémico que Noda no querrá emplear su capital político en eso.