La abrumadora votación del Senado de EEUU el lunes para abrir el debate sobre una ley que castigue a los países que deprecian sus divisas fue ciertamente tomado en serio en Beijing. La inusual reacción de responder a través de tres agencias de gobierno en forma conjunta muestra la sensibilidad de China.
Pero que la legislación progrese en Washington depende de una delicada interacción entre la Cámara de Representantes, el Senado y la Casa Blanca, con las elecciones en noviembre del próximo año marcando el punto final del juego.
“Esta ley claramente no es sobre economía, es sobre política”, dice Tony Fratto, socio en la consultora política Hamilton Place Strategies y ex vocero suplente de la Casa Blanca del gobierno de George W. Bush. “Los candidatos el próximo año claramente no serán capaces de presentarse sobre la fortaleza de la economía de EEUU y la creación de empleos, por lo que necesitan un chivo expiatorio, y China está ahí”.
Cambiando los roles tradicionales de las dos cámaras, el líder de la Casa de Representantes se ve a sí mismo como un freno al feroz populismo que emerge del Senado, el cual es controlado por el partido demócrata. El martes, John Boehner, líder de los republicanos en la cámara baja, reiteró su disconformidad con la legislación, pero no dio una garantía absoluta de que van a bloquearla.
Derek Scissor, socio investigador en la fundación conservadora Heritage en Washington, dice que el probable punto final de la ley no llegue hasta principios del próximo año, cerca de las elecciones. Lo que pase con la legislación entre ahora y entonces dependerá de cuánto capital político quiera gastar el liderazgo de la Cámara y la Casa Blanca en bloquearla o aprobarla.
El costo político para Boehner de oponerse a la legislación ha impulsado ahora a Mitt Romney, el principal candidato para la nominación presidencial republicana, que la ha respaldado.