Por Peter Wise
Los líderes laborales de Portugal calificaron la última huelga general del jueves como la mayor en más 30 años luego de que jóvenes no afiliados se unieran a los sindicatos tradicionales para protestar contra los duros planes de austeridad.
El paro de 24 horas se produjo justo después de que la agencia Fitch recortara la calificación de la deuda de Portugal a nivel de bono basura, citando el adverso panorama económico para el país, sus desequilibrios fiscales y “alto endeudamiento a través de todos los sectores”.
La huelga fue convocada poco antes de una votación que clave en el parlamento esta semana sobre lo que el gobierno ha reconocido será el presupuesto más austero en la historia moderna de la nación, rebajando los salarios de muchos trabajadores del sector público en hasta 25% respecto de los niveles de 2010. La magnitud de las protestas reflejan el dolor infringido por el ajuste fiscal exigido como condición a cambio del programa de rescate financiero para Portugal por 78 mil millones de euros (US$ 104 mil millones).
Sin embargo, economistas y funcionarios internacionales que supervisan el rescate están preocupados de que Lisboa no esté haciendo verdaderos avances con las reformas para combatir la baja productividad de Portugal, que ha caído aún más debido a los problemas por los que atraviesa la economía.
“Hacer una marca en las casillas con las medida que han sido aprobadas en el papel no va a resolver las cosas”, dice un funcionario europeo familiarizado con el programa de rescate. “La gente tiene que ver resultados concretos”.
Las radicales medidas incluidas en el programa representan un desafío para lo que los economistas ven como una inclinación de los distintos gobiernos de Lisboa a evitar la confrontación con poderosos grupos de intereses aplicando reformas superficiales que en la realidad no cambian nada.
De hecho, una “devaluación fiscal” que era central en el plan ya fue abandonada.