En la eurozona, la crisis fiscal está llegando a las costas italianas. En EEUU, la administración declara que se quedará sin fondos a comienzos del próximo mes si no se sube el techo de la deuda. Muchos menos europeos que estadounidenses creen que los incumplimientos del sector público son beneficiosos. Pero europeos importantes coinciden con los republicanos a la visión de que hay resultados aún peores.
Las crisis fiscales que vemos son un legado de los excesos de deuda del sector pivado y público en décadas recientes. Como nos dice el McKinsey Global Institute en una actualización del estudio del año pasado sobre las consecuencias de la crisis financiera, esta es una etapa inicial de un doloroso proceso de desalapancamiento en varias economías*. “Si la historia es una guía”, notó el informe de 2010, “esperaríamos muchos años de reducción de deuda en sectores específicos de algunas de las economías más grandes del mundo, y este proceso ejercerá un lastre significativo sobre el crecimiento del PIB”. Así está resultando, con decepción en casi todas partes.
El vínculo entre deuda del sector público y privado es íntimo. En algunos países, en particular Grecia, el crédito fácil llevó a un alza en el endeudamiento del sector público. En otros, sobre todo Italia, animó a los gobiernos a relajar la atención sobre la reducción de deuda: su presupuesto fiscal primario (antes de intereses) pasó de un excedente de 6% del PIB en 1997, antes de integrarse a la unión monetaria, a 0,6% en 2005. En otras partes, el repentino término de los auges crediticios del sector privado condujo directamente a colapsos en los ingresos del gobierno y alzas en el gasto público: EEUU, Reino Unido, España e Irlanda son ejemplos.
La explosión de los déficit fiscales es sobre todo resultado de colapsos en actividad e ingresos más que de rescates bancarios. Pero la debilidad fiscal socava los bancos, en parte porque estos poseen mucha deuda pública doméstica y en parte porque dependen del apoyo fiscal. Los sectores público y privado están unidos. La visión de los conservadores republicanos en EEUU y de halcones alemanes u holandeses en Europa en cuanto a que la crisis tiene sólo raíces fiscales está errada. El crédito fácil termina en crisis fiscales.
La evidencia estadounidense es sorprendente. Compare las proyecciones para los años fiscales 2010, 2011 y 2012 en los presupuestos presidenciales 2008 y 2012, el primero bajo George W. Bush poco antes de la crisis y el segundo bajo Barack Obama bastante después. En 2008 se proyectaba que el déficit 2011 sería de meros US$ 54.000 millones (0,3% del PIB). Pero en el presupuesto 2012, se prevé que sea de US$ 1,645 billones (10,9%). 58% de esta alza se debe a ingresos inesperadamente bajos y sólo 42% a un aumento en el gasto, ambos cambios debido sobre todo a la crisis financiera y no al modesto paquete de estímulo (casi 6% del PIB).
La característica sorprendente de la posición federal fiscal es que se prevé que los ingresos sean un mero 14,4% del PIB en 2011, muy por debajo de su promedio de post guerra cercano a 18%. Se prevé que los ingresos a la renta de las personas sean un mero 6,3% del PIB en 2011. Este extranjero no puede comprender por qué tanto ruido: en 1988, al final del período de Ronald Reagan, los ingresos fueron de 18,2% del PIB. La recaudación tributaria tiene que subir sustancialmente para que el déficit se cierre.
No es que abordar la posición fiscal estadounidense sea urgente. En momentos de desendeudamiento del sector privado, ayuda. EEUU puede endeudarse en términos cómodos, con los rendimientos sobre los bonos a 10 años cerca de 3%, como los pocos no histéricos anticiparon. El desafío fiscal es de largo plazo, no inmediato.
Pero, muchos de los republicanos que se oponen a elevar el techo de la deuda estadounidense no sólo quieren limitar el gasto federal: desean un default. O no tienen idea de lo profundo que sería el impacto sobre la economía y sociedad de su país de una repudiación de la deuda contraída legalmente por su estado, o caen en la categoría de revolucionarios utópicos. En Europa, en tanto, nadie cree que los default sean buenos. Pero Europa está atrapada en su propio proyecto utópico: la moneda única. Así como los miembros del Tea Party odian pagar impuestos por aquellos a quienes consideran indignos, los europeos solventes odian las transferencias a quienes creen irresponsables.
Pero, como muchos habían predicho, lo que en ausencia de unión monetaria habría sido una crisis cambiaria clara ha mutado, con estas limitaciones, en una crisis fiscal convertida en financiera. Peor, los spreads sobre los bonos español e italiano a 10 años sobre los bunds alemanes han alcanzado 328 y 296 puntos base, respectivamente.
En economías de crecimiento lento con tipos de cambio sobrevaluados, estos spreads comienzan a ser peligrosos. Si llegaran, y se quedaran en, digamos, 400 puntos base, la tasa de interés real sobre la deuda de largo plazo sería de 5%. Estos países entonces irían lentamente de un buen equilibrio, con deuda manejable, a un mal equilibrio, con una deuda casi inmanejable. Italia, con la cuarta mayor deuda pública del mundo, es probablemente demasiado grande como para salvarla: los mismos italianos tendrán que hacer los movimientos decisivos necesarios para restaurar la credibilidad fiscal. Eso, a su vez, requiere un ajuste duro y medidas que aumenten la tasa de crecimiento. ¿Puede manejarse esta combinación? Sólo con dificultad, es la respuesta. Estos son tiempos peligrosos. EEUU puede estar al borde de cometer uno de los errores financieros más grandes y menos necesarios en la historia mundial. La eurozona puede estar al borde de una crisis fiscal convertida en financiera que destruya no sólo la solvencia de países importantes, sino incluso la unión monetaria y, en el peor de los casos, mucho del proyecto europeo. Estos tiempos requieren sabiduría y coraje entre quienes están a cargo de nuestros asuntos. En EEUU, los utopianos en la derecha quieren aplastar el estado que surgió de los ‘30 y la segunda guerra mundial. En Europa, los políticos están lidiando con el legado de un proyecto utópico que requiere un grado de solidaridad que sus pueblos no sienten. ¿Cómo terminarán estos enfrentamientos entre utopía y realidad? A fines de agosto, cuando vuelva de mis vacaciones, tal vez sepamos algunas de las respuestas.
* Debt and Deleveraging (update): http://www.mckinsey.com/mgi