Por Tom Braithwaite
Desde su oficina de Nueva York en la casa matriz mundial de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, máximo ejecutivo del banco, comenta: “Seguimos teniendo volatilidad e incertidumbre, y eso se debe sobre todo a que nos equivocamos muchas veces. Nos desmoralizamos y la confianza es baja y, con un poco de suerte, vamos a recuperarnos de eso.”
En los últimos tres años, los bancos fueron castigados por Washington y otros porque se consideró que se manejaron con imprudencia y engañaron a sus clientes, y luego provocaron una severa recesión.
Pero JPMorgan, más que otras entidades, trató de contrarrestar esa percepción haciendo hincapié en que el banco es útil en la castigada economía y que hasta los instrumentos complejos tienen un propósito real. “Desde que comenzó la crisis, nuestra compañía captó y prestó billones de dólares a personas y compañías; estamos colocando ofertas iniciales de acciones, apoyando a pequeñas empresas, abriendo cuentas corrientes, armando nuevas sucursales, contratando miles de empleados”, agregó Dimon.
Sin embargo, los bancos tienen problemas para determinar qué negocios crecerán y cuáles se achicarán en medio de una numerosas regulaciones provenientes, en parte, de la Ley estadounidense Dodd-Frank y, en parte, de las normas de capital Basilea III que rigen en todo el mundo.
Después haberse expandido anticipándose a una fuerte recuperación económica, gran parte de Wall Street ahora se está achicando y teme que las regulaciones sean más severas de lo previsto.
“Me inclino a pensar que EEUU ya no debería estar en Basilea. Yo no habría aceptado normas que son tan escandalosamente antiestadounidenses”, declaró. “Nuestros reguladores deberían pararse y decir ‘si no va en interés de EEUU, no lo haremos’”.
Dimon aseguró que ve una “injusticia”. Las autoridades que fijan políticas en Estados Unidos, afirmó, traicionaron a los bancos. “Está repleto de países contentos con los cambios que se están implementando en EEUU. Se dan cuenta de que puede haber enormes beneficiarios. Estoy hablando de China, India, Singapur, Japón. No quisiera ver, dentro de veinte años, que EEUU se pregunte ¿qué pasó?; ¿cómo puede ser que los ganadores del mercado están todos fuera de Estados Unidos?,” dijo.
Mientras tanto, la relación cada vez más distante entre políticos y líderes del sector financiero, sostuvo Dimon, también originó sus propios problemas. Un encuentro de reguladores, bancos e inversionistas podría marcar el comienzo de una gran negociación sobre el futuro del mercado de financiamiento hipotecario, aseguró.
En una recuperación normal, algunos de estos temas perderían importancia. Un resurgimiento del mercado de viviendas no sólo elevaría las ganancias de los bancos y amortiguaría el impacto de la regulación, sino que también frenaría los juicios que azotaron a la industria. Si los títulos valores respaldados por hipotecas mejoran su desempeño, habrá poco incentivo para iniciar acciones contra los bancos por haberlos armado mal.
Sin embargo, pese a sus quejas, Dimon tiene fe en el futuro. “Quizás sea demasiado optimista en este punto pero creo que tenemos un buen negocio después de haber hecho los ajustes, además de ser más estable,” concluyó.