Por Ralph Atkins
Los banqueros centrales nunca son exactamente arrogantes, pero las crisis financieras son momentos en los que al menos pueden mostrar su ilimitado poder de fuego. Entonces, ¿por qué incluso cuando la crisis de deuda de la eurozona aumentó, el Banco Central Europeo (BCE) sigue tan modesto?
El miércoles hubo una intervención del BCE en los mercados de bonos soberanos, que redujo las alzas de los rendimientos de la deuda italiana. El guardián monetario del euro, sin embargo, rechazó convertirse explícitamente en el “prestamista de último recurso” a los gobiernos. No hay ninguna pista hasta ahora que las compras de bonos podrían incrementarse o si se colocaría un límite más alto en los crecientes costos de endeudamiento de los gobiernos.
Hace dos semanas, Mario Draghi, el nuevo presidente del BCE, insistió en que las acciones del banco debiesen limitarse, temporalmente, y enfocarse en asegurarse que sus decisiones de la tasa de interés fueran “transmitidas” a través de los mercados financieros a la economía real. No ha vuelto a hablar en público desde entonces.
No obstante, los llamados a actuar más fuertemente están aumentando. Peter Bofinger, consejero del gobierno alemán, dijo que los objetivos del BCE para las tasas de interés pagadas por gobiernos serían una extensión lógica del control tradicional que los bancos centrales tienen sobre las tasas de interés de corto plazo. Frente a una posible corrida de bonos soberanos, “tienes que hacer todo lo necesario para mantener este núcleo (mercado) estable”, afirmó.
Una alternativa sería que el BCE fije límites en el “spread” ente las tasas de interés en los bonos alemanes y de otros gobiernos, lo que encajaría con su objetivo de asegurar una “transmisión” efectiva de sus decisiones de la tasa de interés. Dicho paso podría incluso ser más barato que su actual, no anunciada, intervención.
¿Cuál es el problema? En Alemania, la visión oficial es que el BCE ya está cerca de los límites de lo que es posible bajo la actual ley de la Unión Europea. “Por la forma en que vemos los tratados, el BCE no tiene posibilidades de resolver este problema”, dijo la canciller alemana, Angela Merkel.
Jens Weidmann, presidente del Bundesbank y miembro del consejo gobernante del BCE, fue más franco, señalando infracciones a la prohibición de la Unión Europea al “financiamiento monetario”, o al banco central financiando deuda gubernamental, lo que se hizo para evitar repetir la hiperinflación de los ‘20.
Los argumentos, sin embargo, causaron indignación en otros lados, especialmente en París, donde el presidente, Nicolas Sarkozy, argumentó que el BCE debiera estar en primera línea combatiendo la crisis.
La base legal del programa de compra de bonos del BCE son tratados que le dan libertad para comprar o vender activos en el mercado abierto para cumplir sus objetivos, aunque se previene el “financiamiento monetario”, prohibiendo que el banco compre bonos directamente a los gobiernos.
“No hay límite en el volumen de la intervención, ya sea desde un punto de vista legal o técnico”, dijo un economista europeo del UBS, Stephane Deo.
En cambio, las presiones sobre el BCE son más bien políticas. El banco teme un debilitamiento a los incentivos para que los gobiernos implementen reformas fiscales cruciales y económicas. Incluso después de la renuncia de Silvio Berlusconi, como premier de Italia, el BCE querrá mantener a Roma enfocada en implementar medidas para impulsar la confianza del consumidor.
El gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, mostró su empatía: “Los gobiernos intentan poner presión a los bancos centrales para no tener que admitir acciones que les gustaría que otro hiciera”.