Baltimore: “Ni entrenamiento, ni dinero, ni esperanzas, ni formas de salir”
Mientras los helicópteros de la policía sobrevuelan el gueto urbano de Sandtown, los jóvenes desempleados advierten que habrá más violencia si los fiscales no acusan a los policías responsables de la muerte de Gray, quien es el hombre afroamericano que más recientemente murió a causa de presunta brutalidad policial.
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Parados en una esquina de la calle donde el lunes estallaron los peores disturbios que han afectado a Baltimore en medio siglo, cuatro amigos negros se muestran indignados por la muerte de Freddie Gray, quien perdió la vida la semana pasada a causa de lesiones en la médula sufridas bajo custodia policial.
Mientras los helicópteros de la policía sobrevuelan el gueto urbano de Sandtown, los jóvenes desempleados advierten que habrá más violencia si los fiscales no acusan a los policías responsables de la muerte de Gray, quien es el hombre afroamericano que más recientemente murió a causa de presunta brutalidad policial.
"Si no los condenan, esto se volverá un infierno", dice Chris Jafson, antes de que su amigo Kare Smith, de 21 años, interrumpa diciendo "van a tener armas y bombas molotov".
Muchas personas reunidas en la zona a pocas cuadras de donde vivía Gray dicen que su muerte fue la chispa que inició los peores disturbios desde el asesinato de Martin Luther King en 1968. Dicen que la chispa inflamó las crecientes quejas sobre la presunta brutalidad policial y las deplorables condiciones económicas en la zona.
La calle que va desde la esquina hacia los proyectos de vivienda donde vivía Gray refleja la decadencia urbana; muchas casas están clausuradas o abandonadas. Los residentes dicen que la zona está plagada de delincuencia relacionada con las drogas, similar a la que muestra la serie de televisión, The Wire.
Baltimore ha estado tratando de revertir una historia de decadencia y despoblación, habiendo perdido ya casi un tercio de sus habitantes desde 1960, cuando era la sexta ciudad más grande de EEUU. En los últimos años ha atraído a una población más joven y bien educada y la tasa de desempleo ha caído hasta el 8.2 por ciento desde más del 12 por ciento después del colapso financiero.
Aún así, se ubica como la doceava ciudad más desigual entre las 50 ciudades monitoreadas por la Institución Brookings. A pesar de una recuperación económica más amplia, ha habido pocas señales de progreso en muchas partes de la ciudad – en particular zonas pobres habitadas por personas de raza negra, como las zonas en las que se produjo la violencia.
Una investigación del Instituto de Justicia Política y la Iniciativa de Política Penitenciaria muestra que el 45 por ciento de la población en el área de Greater Mondawmin – donde comenzaron los disturbios – con edades comprendidas entre los 16 y 64 años estaba desempleada entre 2008 y 2012. Las cifras de la zona donde vivía Gray revelaron una tasa aún mayor de personas sin empleo, el 52 por ciento, y el 33 por ciento de las propiedades locales estaban abandonadas.
Minutos después de instar a los alterados jóvenes a tranquilizarse, el obispo Douglas Miles, cofundador de Build, un grupo que intenta reconstruir barrios, dice que la comunidad está "bajo el asedio de los problemas sociales y la brutalidad policial".
El obispo Miles dice que Baltimore ha ignorado las zonas urbanas de la ciudad, y en su lugar ha invertido dinero en las áreas del centro que son más atractivas para los turistas y los negocios. Un gran problema que enfrenta la comunidad, añade, es que muchos hombres son criminales convictos lo cual significa que tienen pocas posibilidades de encontrar trabajo.
Sentado en las escaleras de una casa vacía, Mark Cockey, un hombre desempleado ya cercano a los 50 años de edad, recuerda los disturbios que estallaron después de que Martin Luther King fuera asesinado. Dice que la situación actual no es muy diferente a la de aquella época tumultuosa porque "se está repitiendo ... el mismo conjunto básico de circunstancias".
Dice que la policía ha empleado durante años una política de cero tolerancia que provocó que muchos hombres fueran a la cárcel por delitos "sin sentido", por ejemplo, por vagancia. "Era lo mismo cuando éramos adolescentes. Nada ha cambiado ... [no hay] ni entrenamiento, ni dinero, ni esperanzas, ni formas de salir de donde te encuentras".
Gran parte de la atención esta semana se ha enfocado en el hecho de que los amotinados eran adolescentes. Latoria Powell, una madre soltera, dice que no es de extrañarse que los jóvenes estuvieran frustrados, y explicó que no tienen válvula de escape ya que incluso los centros recreativos que existían antes, están cerrando por razones presupuestarias.
Cuando estallaron los disturbios el lunes, la policía de Baltimore instó a los padres a sacar a sus hijos de las calles. Pero Cynthia Swann, una de los muchos voluntarios que intentaron despejar la zona el martes, dice que el crimen y las condiciones económicas de la zona implican que muchos jóvenes no tienen padres que los ayuden.
"Sus padres están en la cárcel, o metidos en las drogas (...) algunos de estos muchachos sólo están haciendo lo que están haciendo porque tienen que comer", dice Swann. "No tenemos que atravesar el mar para ayudarlos. Hay muchos aquí en la ciudad de Baltimore que necesitan ayuda".
Mientras la policía antimotines acordonaba una cuadra cerca de una tienda CVS saqueada, un padre soltero llamado Jay dice que los disturbios eran sólo el síntoma de la brutalidad policial y la "falta total de oportunidades económicas".
Jay, de 37 años, acusa a la policía de ser demasiado agresiva, y explica que él ha sido arrestado varias veces de camino al supermercado para comprar comida para su hijo – una situación que está teniendo un efecto traumático en su hijo.
"Mi hijo de siete años de edad se despertó esta mañana llorando y dijo: 'Ya no quiero ser negro'(...) ha visto a la policía apuntarme con sus armas".