Benditos sean los acreedores, porque ellos heredarán la Tierra. Este no es el Sermón en el Monte. Pero los acreedores lo creen: si en todas partes hubiese un acreedor, no tendríamos deudas impagas y crisis financieras. Esa, creen los acreedores, es la forma de funcionar. Están equivocados. Ya que el mundo no puede comercializar con Marte, los acreedores están agarrados de los bolsillos de los deudores. Los primeros deben acumular las demandas de los últimos. Esto los pone en la trampa de su propio actuar.
Tres de las cuatro mayores economías del mundo -China, Alemania y Japón- son acreedores: ellos manejan superávit de cuentas corrientes, en buenos y malos momentos. Ellos creen que están autorizados a sermonear a los deudores sobre sus locuras. China, una ascendente superpotencia, disfruta reprender a Estados Unidos por sus imprudencias. Japón, un aliado de EEUU, es más discreto. Las ambiciones de Alemania están más cerca de casa. Quiere convertir a sus socios de la eurozona en buenos alemanes en cambio.
Sin embargo, los acreedores son vulnerables. Sus economías tienen un superávit de bienes y servicios que los prestamistas desean mucho más que lo que sus propios residentes alguna vez comprarán. Los déficit de las economías son reflejos: su capacidad para proveer tales bienes y servicios se queda corta de su demanda. Estos superávit y déficit están unidos en ambos tipos de economía. Dentro de los países acreedores, los productores de bienes y servicios comerciables son una poderosa presión para el suministro de crédito a los deudores. El financiamiento privado se dañará una vez que los financistas se den cuenta cuán malo ha sido su préstamo. Los legisladores se encuentran atrapados entonces entre lanzar buen dinero al malo o tolerar ajustes brutales, mientras los mercados desaparecen. Al castigar a prestatarios derrochadores, ellos están dañando también a sus propios ciudadados.
Esta historia está detrás de lo que está pasando con el mundo. Está detrás de la agenda de la reunión europea la semana pasada y de la cita del G20 esta semana. Como Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, aseguró en un reciente discurso, es la historia detrás de todas las crisis desde 2007: “El persistente superávit comercial en algunos países y déficit en otros, no refleja un flujo de capital a países con rentables oportunidades de inversión, sino a países que prestan para financiar el consumo o que han perdido competitividad. El resultado fue insostenibles altos niveles de consumo (ya sea público o privado) en EEUU, Reino Unido y un rango de otras economías desarrolladas e insostenibles bajos niveles de consumo en China y otras economías en Asia, y algunas economías desarrolladas con persistentes superávit comerciales, como Alemania y Japón”. En resumen: todos ayudaron a hacer un desastre y todos tienen que contribuir a arreglarlo.
Como escribió el poeta A.E. Housman: “Pensar que dos y dos son cuatro/ y no cinco o tres/ el corazón de un hombre ha sido atormentado hace mucho tiempo/ y por mucho seguirá”. No puedes mantener tus superávit y fallar en financiar los déficit de otros, de una forma u otra. Pero esto es lo que Alemania está intentando hacer. Alemania efectivamente controla el Banco Central Europeo. También tiene la más alta calificación crediticia. Por lo tanto puede decidir cómo funcionarán las facilidades de rescate. Lamentablemente, no bien, como ha dicho Willem Buiter de Citigroup en el FT. Pero incluso Francia no puede hacer mucho más que quejarse del resultado.
El país con crédito pone las reglas. Los deudores tienen que rogar, en particular en un acuerdo de divisa fija, cuándo el financiamiento es necesario para amortiguar un ajuste impuesto vía deflación. Los acreedores también pueden insistir en sus interpretaciones de las causas de una crisis. Alemania manifiesta que toda la culpa es de malas políticas fiscales: corrijan éstas y obliguen a políticas fiscales para siempre; el virtuoso entonces herederá la tierra.
Esta visión del mundo sufre tres inconvenientes: está equivocada; es contraproducente; y es desestabilizadora. Está equivocada porque no todos los países golpeados por la crisis sufrieron por políticas fiscales irresponsables. En casos importantes, sufrieron más por préstamos privados irresponsables. Es contraproducente, porque los intentos de que cada país miembro ajuste de una vez su política fiscal los empobrecerá a todos, incluyendo a los acreedores. Esta visión también es desestabilizadora, porque la única forma de escapar de esta trampa será a través de un cambio de la eurozona a superávit externo. Resolver los desequilibrios internos al empeorar los globales es una mala idea.
Alemania quiere que ambos minimicen el financiamiento y continúen manejando grandes superávits externos. Esto no puede funcionar. Algunos asegurarán que Alemania adoptó un superávit en los 2000. ¿Por qué no pueden sus socios hacerlo ahora? Alemania se movió a superávit con países que de buena gana manejaban déficits. Pero Alemania no quiere déficits. Dado eso, sus socios no pueden manejar superávits, a menos que lo hagan con el mundo. Lo último asegurará olas de defaults soberanos y bancarios y el fin de la eurozona. Tal ajuste desde un lado de seguro fallará.
Mientras tanto, la eurozona parece haber decidido que necesita la ayuda china. Por qué sus miembros lo piensan es incomprensible. El dinero está disponible dentro de la eurozona. Lo que no se está viendo es una voluntad a tomar riesgos de pérdida. Pero, como el economista chino Yu Yongding escribió en el FT, China no tomará ese riesgo.
Después de todo, China ya maneja su propio riesgo de masivas pérdidas sobre las reservas de divisas que ha acumulado. Esa fue una salida de capital público que esperaba apoyar su superávit comercial. Pero, en sus intentos por manejar las relaciones de divisas con EEUU, es lo último que controla al banco central. China puede resoplar. Pero debe ya sea comprar el dinero que EEUU crea, para preservar la competitividad, o dejar de hacerlo. Si lo compra, lanza dinero bueno al malo. Si deja de comprarlo, impone un shock en si mismo.
¿Los acreedores manejan el mundo? No realmente. En el corto plazo, ellos pueden amenazar con cortar el crédito. Pero sus superávit dependen de la voluntad y la habilidad de otros para operar con déficit. Sería más sensato admitir que ha habido mucho préstamo para los derrochadores, porque había mucho préstamo para los supuestamente prudentes. Una vez que entendió que ambos están equivocados, ambos deben ajustarse. Imponer ajustes de un lado sobre los antiguos deudores no funcionará. Como Grecia parece a punto de probar, los deudores son capaces de infligir un gran daño sobre todos, como EEUU lo descubrió en la Gran Depresión. Sería una buena idea redescubrir que intereses recíprocos urgen, justo ahora. Los acreedores no le venden a Marte. Estamos todos en el mismo planeta. Acuerden arreglar sus desastres, ahora.