Por Constanza Morales H.
Si el período del ex presidente chino Deng Xiaoping estuvo marcado por la industrialización del Delta del Río Perla para convertirlo en la fábrica del mundo y el legado del gobierno de Jiang Zemin fue impulsar el potencial manufacturero del Delta del Río Yangtsé, Xi Jinping se habría autoimpuesto como misión crear el tercer polo económico del país.
A comienzos de año, el mandatario expresó su voluntad de integrar a las regiones de Beijing, Tianjin y Hebei en un sólo bloque que se conocería como Jing-Jin-Ji, las abreviaciones de los nombres chinos de las provincias. Y su sueño dio un paso clave hacia convertirse en realidad la semana pasada, cuando fue analizado en una reunión del gabinete.
El tercer motor chino
La combinación de estas áreas crearía un nuevo motor de crecimiento para la segunda economía del mundo: la megalópolis del norte tendría una población de cerca de 110 millones de personas, lo que corresponde a 10% de los residentes chinos y que casi triplica a los habitantes de Tokio, actualmente considerada el área metropolitana con más habitantes. Si fuese un país, sería el décimo más poblado del mundo.
Este círculo económico de 216 mil kilómetros cuadrados tiene un PIB de US$ 1 billón (millón de millones), similar al de Corea del Sur, lo que la convierte en la décima sexta mayor economía global.
Se proyecta que a 2025, Beijing será la quinta mayor economía urbana del planeta y Tianjin la duodécima, con lo que esta zona sería más grande que Londres, Tokio y Nueva York.
Sin embargo, este centro está por detrás de los deltas en cuanto al desarrollo de empresas privadas, no tiene su base industrial cohesionada y está menos abierta al exterior. En 2012, las exportaciones representaron 15% de su PIB, muy lejos del 63% del Delta del Río Perla y del 60% del Delta del Río Yangtsé.
“El pensamiento detrás de la política probablemente es transformar esta vasta región con un gran potencial para el desarrollo económico en un tercer polo de crecimiento”, comentó al periódico South China Morning Post, Hongyi Lai, profesor asociado de economía política de la Escuela de Estudios Chinos Contemporáneos de la Universidad de Nottingham.
La cura de los males
Además de alentar la expansión económica, las autoridades esperan que la unificación permita remediar algunos de los problemas que afectan a esta zona, como la contaminación, la gran concentración de gente, la escasez de agua y el desarrollo desigual.
“Estos proyectos de interconexión metropolitana apuntan a lograr economías de escala y a reducir algo de la congestión en los grandes centros urbanos al extenderlos aún más”, aseguró a International Business Times Michal Meidan, directora de la consultora China Matters.
Entre las medidas que el gobierno está analizando se cuentan relocalizar y unificar los estándares de las industrias, romper las barreras administrativas y mejorar el transporte. De hecho, se espera que a 2020, la red vial de Jing-Jin-Ji comprenda 9.500 km de vías férreas y 9 mil km de carreteras express con el fin de que los tiempos de viaje entre las principales ciudades sea menor a una hora en tren y a tres horas en auto.
También se está evaluando reubicar algunas funciones gubernamentales no esenciales en Hebei y trasladar a hasta cinco millones de habitantes fuera de la capital, según informes citados por Reuters.
El viceministro de Finanzas Wang Baoan estima que se requerirá una inversión de 42 billones de yuanes (US$ 6,7 billones) en los próximos años.
Los analistas han advertido que consolidar las tres áreas no será fácil debido a las disparidades entre ellas. El PIB per cápita de Beijing es de US$ 15 mil, mientras que el de Tianjin es de
US$ 11.500 y el de Hebei es de apenas US$ 6.300.