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Tras caso La Polar, inversionistas incorporan nuevas métricas de evaluación de riesgo

Buscan encontrar cualquier distorsión que pueda generar dudas respecto a un cambio en la conducta de los balances de las empresas versus, por ejemplo, firmas de la competencia.

Por: | Publicado: Miércoles 6 de junio de 2012 a las 05:00 hrs.
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Por Jimena Catrón



Un terremoto. Así clasifican varios inversionistas los efectos del caso La Polar. Y en este período de reconstrucción que se ha tomado el mercado, tanto de institucionales como de retail, los cambios que significó este escándalo son innumerables.

El primero de ellos, y el más notorio, es el uso de nuevas métricas a la hora de analizar las ventajas de poner las fichas en determinada acción. ¿Qué significa esto? Que, por ejemplo, la comparación entre el crecimiento de las colocaciones (u otro ítem de la partida de los estados financieros) del actor de una industria ahora es ampliamente contrastado con el comportamiento que tuvo la misma medida en sus competidores. Así, buscan encontrar cualquier distorsión que pueda generar dudas respecto al por qué se presentó este cambio en la conducta de los balances, y lograr tener las reuniones con investors relations (IR) o la administración de la compañía para averiguar las razones de ello antes de tomar la decisión de invertir.

A esto se suma el regreso en gloria y majestad del análisis de balances, por sobre las estimaciones de flujo, fenómeno que ocurre cada vez que hay un desfalco de proporciones (la última vez que se vio este “cambio de tendencia” entre los inversionistas fue para la caída de Lehman Brothers). Este giro significa un mayor desglose de los balances, para advertir en las principales partidas de cada compañía cómo se compone, finalmente, el estado de resultados y la “salud” de los indicadores. Así, si antes el flujo de caja era una de las variables más observadas a la hora de tomar una decisión, ya que era uno de los mejores indicadores de cómo podía ser el reparto de dividendos, ahora es la conformación de las partidas como un todo lo que más pesa. De esta forma, se vuelve a un enfoque cualitativo de los análisis, por sobre lo cuantitativo.



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Un tema que ha vuelto a estar en la primera línea para las empresas más importantes del mercado, especialmente las IPSA, es la relación con los inversionistas. Y la razón es simple: si el mercado advierte que una compañía no tiene un disclosure lo suficientemente claro y dinámico como para atender sus dudas, es probable que ahora elijan decir “paso” frente a una acción que antes podría haber sido considerada atractiva. Es por ello que varias de las IPSA han formulado cambios en el área de IR, haciendo más expedita la comunicación, contratando más personal, y haciendo que la relación entre inversionista o analista con la administración de las empresa sea prácticamente directa. Varios altos ejecutivos de AFP recuerdan que antes del fatídico 9 de junio habían compañías (las menos, por cierto), que no respondían a sus preguntas de forma oportuna, o que en el caso específico de La Polar, simplemente no lo hacían. Ahora, afirman algunos gerentes de inversión, ya no están dispuestos a aceptarlo.

En el caso específico de las administradoras de pensiones, un efecto del escándalo es que ahora son más las decisiones de inversión las que pasan por los respectivos comités. Y además, se ha sumado un nuevo factor de análisis en la toma de decisiones. Esto debido a que si bien el análisis técnico sigue siendo la principal variable, ahora existe una suerte de mayor “racionalidad” a la hora de apostar por un títulos. Es así como si antes el valor de una acción y la línea que dividía entre “vender”, “mantener” y “comprar” jugaba un rol primordial, ahora también el contexto en el que se da la evolución del precio del papel pesa en los movimientos que se hagan. Esto se traduce en que, si una acción baja de forma abrupta de precio, puede deberse no a que es una oportunidad, sino a que quizás llegó la hora de vender.

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