Las suspicacias ya se habían hecho explícitas. Es por eso que el presidente Sebastián Piñera, hace unas semanas, fue claro en señalar que el Presupuesto 2013 estaría al márgen de cualquier contienda electoral. En este caso, no de cualquier contienda, porque se trata de un año de elecciones parlamentarias y presidenciales, que podrían determinar nada menos que la continuidad del gobierno de la Alianza o el fin de una “pausa” -como lo han definido en la Concertación e incluso desde el oficialismo- con el retorno a una administración de centro-izquierda.
Y es que las cifras de gasto público desde el regreso a la democracia, muestran el énfasis que se da al erario anual cuando este coincide con un proceso electoral. Si bien los de 1992 (municipales) y 1993 (presidenciales y parlamentarias) mostraron incrementos similares de 6,8% y 6,9%, respectivamente, los dos años posteriores, sin comicios, mostraron una baja significativa de 4,6% y 5,8%, respectivamente.
En los años sucesivos a los empalmes con las elecciones se sumaron los momentos de crisis económicas que marcaron el presupuesto, aún así, siguieron su trayectoria al alza. Tras la crisis asiática de 1998, el presupuesto del año siguiente, que contemplaba elecciones presidenciales, creció en un 7%.
Durante la administración anterior y previo a la crisis subprime de 2008, el presupuesto de ese mismo año, con elecciones municipales, se incrementaba en 8,2%. El del año siguiente, con comicios presidenciales, más que doblaba esa cifra alzándose a un 16,9%.
En la actual gestión, el presupuesto aprobado para el año en curso -que en menos de un mes celebrará elecciones municipales- se incrementó en 6,3% tras un erario casi la mitad menor del año pasado -sin elecciones- cuando se incrementó en 3,3%.
Los parlamentarios de la Concertación han sido enfáticos que revisarán cada partida del proyecto que ingresó ayer al Congreso, para evitar el desvío de recursos a actividades o difusión vinculada con la campaña presidencial de diciembre de 2013.