Pese a que el ministro del Trabajo del gobierno de Ricardo Lagos, Yerko Ljubetic, espera que lo "esencial" del proyecto de reforma laboral se mantenga en su paso por el Senado, asegura que en ésta como en otras ocasiones el país -de nuevo- no se hizo cargo de abrir espacio a la negociación interempresa.
Quien fuera un histórico líder estudiantil en los '80 y hasta hace unos años militante de la Democracia Cristiana, advierte que este proyecto ha seguido los avatares del clima político, donde algunos sectores más conservadores se han encargado de insertar en el mundo público un "discurso catastrofista", que alude a que ciertas transformaciones vendrían acompañadas con una "condena al infierno económico".
Pero el abogado repara en otro punto, los "espacios de ambigüedad del gobierno, entre Hacienda y Trabajo", los que califica de "preocupantes. Aquí hay un rumbo que debe ser sostenido".
- ¿Cuáles sería los perfeccionamientos que debiera introducir el gobierno?
- La gran atadura del modelo sindical de José Piñera en la dictadura es que dejó la negociación restringida al ámbito de la empresa. Para que esta reforma sí tenga sentido debe mejorar, al menos, el campo de negociación de quienes negocian.
Y tiene que haber una fórmula de eliminación total y efectiva del reemplazo. La huelga hay que entenderla no solo como el derecho a paralizar, sino que la paralización afecte el normal funcionamiento de la empresa. Si no, deja de ser el arma de presión de los trabajadores que ha sido por excelencia en toda la historia.
En la medida en que se incorporan regulaciones que neutralizan o hacen inocuo el efecto de la paralización, se desvirtúa el derecho fundamental a la huelga.
No son admisibles, a mi juicio, las figuras de reemplazo interno sino que más bien la adaptación de figuras de servicios mínimos realmente mínimos.
- Y en esta encrucijada que enfrenta la Nueva Mayoría de servicios mínimos o permitir reemplazo interno, ¿qué preferiría?
- Habría que perfeccionar los servicios mínimos en la perspectiva en que sean efectivamente mínimos y absolutamente indispensables para la no afectación permanente de la empresa, que la empresa deje de existir evidentemente es algo que debe evitarse, pero eso requiere servicios muy mínimos y efectivamente indispensables.
- ¿Cómo se podrían delimitar los servicios mínimos? Se habla de, por ejemplo, que sean definidos por un comité de expertos.
- Siempre tengo cierta desconfianza de los comités de expertos. Este es un tema que tiene que resolverse en el ámbito del Trabajo, particularmente entre las partes, o sino la autoridad administrativa correspondiente. Lo importante es que la ley establezca un concepto claro y nítido que no ofrezca interpretaciones ambiguas al respecto sobre la base de respetar lo esencial del derecho de huelga.
No hay que perder de vista que la huelga es el fracaso de una negociación entre dos partes. Sabemos que generalmente cuando se va a huelga -que son pocas, en general- es una negociación súper difícil para los trabajadores. Dejan de recibir sus remuneraciones, que para el 75% de los chilenos no supera los $ 450 mil líquido. Esta figura de que la huelga es un capricho de los trabajadores es falsa.
- Por ejemplo, ¿la sociedad debería tolerar una huelga en el Metro?
- Claro, o deberíamos propender a que hubiera buenas negociaciones y buenos acuerdos entre trabajadores y empresas para evitar a que se lleguen a esas circunstancias. Pero llegada la circunstancia, hay que priorizar el derecho de esos trabajadores a hacer uso de la única herramienta que tienen para presionar por las mejoras de sus condiciones salariales que es la negociación colectiva y particularmente el derecho a huelga.
- ¿Cómo ve a la Nueva Mayoría? Una facción de la DC se salió del margen oficialista abriéndose al
reemplazo interno.
- Nadie contradecía los planteamientos que venían desde el origen del gobierno. Cuando este gobierno y la presidenta se debilitan y caen en la condición en que estamos hoy, cobran fuerza esas opiniones. Hoy no me cabe duda de que hay un agrupamiento de los sectores más conservadores de la DC, encabezados por economistas que cumplieron funciones precisamente en la línea de impedir los cambios que hoy se están negociando. René Cortázar es el epítome de aquello, como lo fueron Velasco en su momento y otros que hoy saltan a la palestra.
- ¿Es posible un acuerdo?
- Habría que definir qué entendemos por un acuerdo bueno. Esperaría que esto no pasara por la cocina de nadie, que esto fuera resuelto con transparencia, que la NM hiciera valer su mayoría parlamentaria. La experiencia de lo que fue la reforma tributaria fue muy mala y estamos pagándola ahora. El engendro que salió de la cocina no significó ninguna solución, sino que la apariencia de un acuerdo formal.
- ¿Cómo ve el discurso de Valdés y Rincón?
- La opinión de los ministros de Hacienda siempre van a ser relevantes, porque tienen que ver con los recursos disponibles y con el funcionamiento general de la economía, pero el liderazgo y la conducción del proceso sectorial responde a los ministros sectorialmente responsables. En este caso, espero que el Ministerio del Trabajo cumpla efectivamente esa función.
- ¿Cómo ha visto la gestión de la ministra Rincón?
- Uno ve opiniones desde Hacienda y de gente que sostienen un aparente discurso desde Hacienda y poca opinión desde el ámbito de Trabajo. Espero que eso no sea una mala señal y que veamos en las próximas semanas un desarrollo legislativo que respete los principios que fundaron esta reforma.
- ¿La última palabra la tendrá el ministro de Hacienda?
- Vamos a verlo. Espero que la última palabra corresponda a la autoridad de Trabajo con el firme y correspondiente apoyo de la presidenta, que es lo que se espera. Esta reforma expresa una oportunidad para el gobierno de demostrar que, a pesar de las condiciones político-ambientales en las que está, no ha perdido el rumbo ni la perspectiva que les compete a cualquier gobierno para ser evaluado por el grado de cumplimiento de las promesas.
- Pero no hemos visto un discurso unificado...
- Eso es lo que no ha ocurrido y lo que debiera ocurrir en las próximas semanas. La pregunta es si va a ser unificado en un sentido o en otro, pero debiera haber un discurso unificado finalmente.
- ¿Y ha afectado en el debate el discurso "paralelo"entre Rincón y Valdés en materia de reemplazo en huelga?
- Las aperturas de nuevas posibilidades que ha insinuado -más que dicho- el Ministerio de Hacienda han generado confusión, han generado incertidumbre desde el punto de vista del itinerario y el rumbo a seguir, que era prácticamente claro, con sus limitaciones, pero tenía una orientación. Hoy estamos todos expectantes a ver si esto se mantiene o no.
- ¿Valdés debería haber sido más cauto y alinearse mejor con la ministra Rincón?
- Hubiera esperado que el gobierno en esta materia -ya que en otros no lo ha sido- hubiera mantenido una cohesión y una visión unívoca, un discurso común, al que se plegaran todos los ministros y todas las autoridades de gobierno. Eso es lo que yo hubiera esperado. No pierdo las esperanzas, no son demasiadas, que se retome ese discurso unívoco.
- ¿Pero afectó en el debate los dichos de "proporcionalidad" de Valdés?
- Hubo una sobrerreacción del gobierno. Creo que sobrereaccionó y se abrió a discusiones y a puntos de vista que pensaba que la discusión, tanto técnica como política, había dejado atrás, por lo menos en relación a un tema como el de la reforma laboral.
Esa sobrerreacción provocó la reemergencia de conceptos y de miradas que estaban desplazadas en la discusión. A eso agrega la cuota de incertidumbre que tendría que despejarse con las indicaciones del Ejecutivo.
"Los empresarios son un gremio extremadamente ideologizado en el país"
El arribo del proyecto de reforma laboral al Congreso ha sido especialmente criticado por los empresarios, quienes han acusado, además de un problema de diagnóstico en la construcción del articulado, una fuerte carga de ideología por parte del gobierno.
Para Ljubetic, la polarización se explica porque en todas las discusiones existe una componente ineludible de ideología que no deja de ser legítima. "Cada persona, empresario, trabajador, político o autoridad de gobierno tiene derecho a tener una mirada específica desde el punto de vista de su forma de ver la política y sus circunstancias, y esa sin duda la tienen los empresarios. Los empresarios son un gremio extremadamente ideologizado en el país. No me cabe duda que si uno los compara con empresarios de otros países, el nivel de ideologización es superlativo. Por lo tanto, ese tipo de imputaciones no me llaman la atención", explica.
Según plantea, el punto medular de este debate es que los gobiernos son elegidos, y particularmente éste, en función de una promesa plasmada en un programa de gobierno que, en este caso, tenía una parte central orientada a poner término a las situaciones de inequidad que se dan en el actual marco de relaciones laborales en el país.
"Lo que se espera es que este gobierno mantenga su promesa con la ciudadanía y sostenga ese rumbo", recalca.
Por esto, también desestima las críticas a la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y el Partido Comunista (PC) cuando se asegura que el gobierno estaría "secuestrado" por estas agrupaciones, dándole fuertes espaldarazos a los pilares que sostienen el articulado.
El ex titular de la cartera de Trabajo puntualiza que "exposiciones como ésta no son privativas del PC, se han sostenido al interior de los partidos desde hace muchos años. No hay algo así como que estas materias estén incorporadas por la presión o la cooptación del PC. Son temas pendientes, asumidos y reconocidos por la coalición antes que ésta se convirtiera en NM. Lo que sí hay es una promesa presidencial".
Ante las críticas de economistas que cuestionan la iniciativa por sus efectos en el desempleo o en la recaudación fiscal, Ljubetic suma un antecendente: hay cifras que demuestran que la productividad del trabajo en Chile ha crecido mucho más que el crecimiento de los salarios como tendencia histórica. "Lo que me llama la atención, porque lo encuentro insólito, es este argumento acerca que uno de los efectos catastróficos de esta reforma iba a ser que el aumento de los salarios iba a perjudicar la recaudación fiscal porque los trabajadores pagan menos impuestos que las empresas". Para Ljubetic, esto sólo responde a la "búsqueda desesperada" de sumar argumentos contra el texto.