En este periodo legislativo, más que nunca antes, quedó en evidencia el problema que significa para el Gobierno la influencia de los parlamentarios que habiendo llegado al Congreso afiliados o apoyados por un partido político, en el curso de los años decidieron tomar el camino propio, por diferencias con las colectividades que representan o con otros legisladores de sus respectivas bancadas.
Sería muy difícil que los propios parlamentarios que “se han cambiado no sólo una, sino que dos o más veces de coalición política, en este corto periodo de cuatro años, aprobaran una norme que sería una especie de soga al cuello”.
Un ejemplo ilustrativo de este proceso, en la Cámara Baja, lo constituye la bancada del Partido de la Gente (PDG), que habiendo sorprendido con la mejor performance de una tienda nueva –obteniendo seis escaños-, en la actualidad ya no existe; y, sus integrantes se han repartido en diferentes comités de centroderecha y centroizquierda. Si bien este es el caso más llamativo en esta Corporación, no es el único.
El Senado no ha estado exento de este fenómeno. El caso más evidente en esta Corporación lo representan los senadores Ximena Rincón y Matías Walker, quienes llegaron a este periodo legislativo como militantes de la Democracia Cristiana (DC); no obstante, a poco andar renunciaron a las filas falangistas, formando el partido Demócrata. Definición que cambió drásticamente el cuadro político en la Cámara Alta.
De ahí que se haya generado un consenso poco habitual entre el oficialismo y la oposición: es necesaria una reforma política que corrija, entre otras cosas, ese fenómeno que, a juicio de todos, hace mucho más difícil gobernar, lo que ha quedado de manifiesto en la actual administración.
Es por ello que una de las ideas que ha surgido en las conversaciones en el marco de la reforma política tiene que ver con implementar las órdenes de partido. Incluso ya existe un proyecto ingresado el 07 de enero de 2025 y destinado a la Comisión de Constitución de la Cámara que propone reponer las polémicas órdenes de partido. La iniciativa, cuyos autores pertenecen al Frente Amplio (FA) introduce modificaciones a los partidos políticos, sistema electoral, mecanismos de participación y tramitación legislativa.
En la modificación al artículo 55 de la Ley de Partidos Políticos, la iniciativa establece: “Los miembros de cada bancada actuarán coordinadamente y emplearán mecanismos democráticos para tomar sus decisiones al interior de las cámaras, en todos los temas que los estatutos del respectivo partido no establezcan como de conciencia ni aquellas que sean objeto de órdenes de partido”.
El tema no es fácil, porque si bien los parlamentarios están conscientes del problema que se busca corregir, a la mayoría le incomoda hablar de “órdenes de partido”, que fueron explícitamente prohibidas en la última reforma de envergadura a la Ley Orgánica de Partidos Políticos, durante el segundo mandato de la expresidenta Michelle Bachelet. De hecho, el artículo 32, reza: “En ningún caso podrán los partidos políticos dar órdenes de votación a sus concejales, consejeros regionales, Senadores y Diputados ni realizar recomendaciones en los casos en que el Senado esté llamado a obrar como jurado”.
El jefe de la bancada de diputados de la DC, Héctor Barría, confiesa que actualmente “no hay mucha agua para este piscinazo”.
¿Hay agua para este piscinazo?
El diputado Agustín Romero parte de la base de que cualquier modificación en esta línea no debería regir para la próxima elección si se desea que prospere.
En este sentido, el jefe de la bancada de diputados de la DC, Héctor Barría, confiesa que actualmente “no hay mucha agua para este piscinazo”. El legislador esgrime que ahora existe mucha dispersión política al interior del Congreso, por lo que sería muy difícil que los propios parlamentarios que “se han cambiado no sólo una, sino que dos o más veces de coalición política, en este corto periodo de cuatro años, aprobaran una norme que sería una especie de soga al cuello”.
Para el presidente de la Comisión de Gobierno de la Cámara, Rubén Oyarzo – exPDG- las órdenes de partido “siempre se han dado” y “por eso hay diputados díscolos”. Siendo uno de los diputados a que hacía referencia Barría, Oyarzo tiene la convicción de que esta medida “no debería existir, porque ahí está la autonomía del diputado. Creo que eso no corresponde. Hoy, están prohibidas las órdenes de partido y eso debería mantenerse”.
También es contraria a esta medida la jefa de bancada del PPD, la diputada independiente PPD Camila Musante, quien señala que “sin perjuicio de que entiendo que es necesario que exista mayor cohesión y orden respecto a los proyectos, me parece que establecer órdenes que puedan coartar la individualidad de los parlamentarios” no corresponde. Incluso señala que constituye un “desincentivo” tratar de uniformar a los parlamentarios, ya que el sello individual “mejora la calidad de la representación”.
Dudas sobre los incumbentes
En la oposición, el jefe de bancada de la UDI, Gustavo Benavente, se muestra incómodo con las órdenes de partido, que no le gustan “demasiado”, admite. Sin embargo, “a veces, se puede hacer algo, de tal manera, de ir controlando a los díscolos que no le hacen bien a la política”. Entonces, opina, si hay un mecanismo que contribuya a terminar con el discolaje “bienvenido sea, pero las órdenes de partido hay que revisarlas un poquito más”.
“No es justo que si un partido piensa A, el parlamentario elegido por ese partido, con todo el aparataje del partido, termine votando Z”.
A la jefa de bancada de RN Ximena Ossandón también le preocupan las órdenes de partido, porque finalmente –argumenta- son las mesas directivas, que duran dos años en la mayoría de los partidos, tendrían en su mano la decisión sobre quién se va o quién se queda en el partido, en la medida de que sean o no díscolos. No obstante, en nuestro sistema no se vota por los partidos, reflexiona, sino por las personas. A su juicio, lo que hay que evitar es que un parlamentario se cambie de un partido a otro las veces que quiera, “eso es lo que tenemos que evitar”, dice convencida. Pero, a su juicio, las órdenes de partido son un peligro.
Desde el Partido Republicano –que también ha perdido integrantes desde su llegada al Congreso-, el diputado Agustín Romero parte de la base de que cualquier modificación en esta línea no debería regir para la próxima elección si se desea que prospere. A su juicio, “lo que está detrás de las órdenes de partido, que suena tan duro”, explica, es el ideario, los principios del partido frente a la actuación del parlamentario. Y, en este sentido, “no es justo que si un partido piensa A, el parlamentario elegido por ese partido, con todo el aparataje del partido, termine votando Z”. Pero advierte que no cree que haya disposición de los legisladores incumbentes, especialmente de los díscolos, de someterse a una norma como esta.