En un escenario político como el chileno, en el que desde el regreso a la democracia la disputa por el poder se ha radicado en las dos grandes coaliciones -que en esta elección confronta a Michelle Bachelet con Evelyn Matthei- la inscripción de otros siete candidatos presidenciales se transformó en un fenómeno que introduce impensados factores de incertidumbre en esta carrera a La Moneda.
Es cierto que, aun cuando con nueve postulantes se marcó un récord, no es inédito que participe un número significativo de candidaturas representando a otras fuerzas o como independientes, lo que ocurrió por ejemplo, tanto en 1993 como en 1999, cuando en ambas elecciones hubo seis aspirantes presidenciales.
Pero eso no significa que el cuadro actual sea similar, sino por el contrario, existen elementos que le dan connotaciones distintas a las de comicios anteriores. Por de pronto, la oferta es más amplia, pero sobre todo distinta, si se considera que es la primera vez en que tres de los “outsiders” no se identifican con la izquierda, como son los casos del independiente Franco Parisi, el PRI, Ricardo Israel, o el ex DC, Tomás Jocelyn Holt.
No es lo único, porque a esa realidad se agrega que en los casos de Parisi como de Marco Enríquez-Ominami, se trata de candidatos que podrían superar los dos dígitos, lo que haría que los postulantes que no representan a los dos principales bloques sumen más de 20 puntos, lo que no había ocurrido nunca, excepto en la última presidencial cuando la postulación de ME-O fue un fenómeno electoral que alcanzó precisamente esa cifra.
Estos factores, más el hecho de que los candidatos tendrán la misma oportunidad de participar en la franja o en los debates desafiando a lo que llaman el “duopolio” que encarnan Bachelet y Matthei, plantea una serie de interrogantes acerca del impacto que tendrá este fenómeno inédito.
En una elección en que, además, la inscripción automática permite seducir al electorado hasta el final, pero en que el voto es voluntario, nadie, ni tampoco las encuestas pueden predecir con certeza lo que sucederá en las elecciones de noviembre.
Balotaje diferente
Existe coincidencia en que en una realidad como la actual, la principal beneficiada debería ser la candidata que lleva la delantera, porque le permite intentar que su principal competidora se asimile a una más del resto, que es precisamente la estrategia de Bachelet, por ejemplo, al decir que los debates deben ser con todos, la que contrasta con la de Matthei que apunta a que la disputa se centre entre ambas.
Pero aun cuando pueda redituarle, son pocos los que apuestan a que con esta cantidad de postulantes a La Moneda, la abanderada de la Nueva Mayoría pueda imponerse en la primera vuelta, como es su aspiración, al menos de acuerdo a los cálculos que se hacen a partir de las cifras.
Personeros ligados tanto a las dos principales candidaturas concuerdan en que para que ello ocurra, Bachelet debería obtener más votos que los otros ocho candidatos, situación que se percibe casi imposible, desde el momento en que eso significaría que la abanderada de la Alianza no alcanzara el 30%, ni que la suma de los demás no llegue a 20%, lo que parece irreal.
Con los datos que se conocen, las estimaciones coinciden en que Bachelet sacaría alrededor de 45%, seguida de Matthei con una cifra cercana al 35, mientras Parisi y ME-O lograrían prácticamente todo el 20% restante.
Pero en esta oportunidad, el panorama para la candidata del bloque opositor no sería similar al de elecciones anteriores, cuando Ricardo Lagos en 1999, o la propia Michelle Bachelet en 2005 al pasar a la segunda vuelta, ganaron sin problemas al sumar la votación de los candidatos de izquierda que representaban al Partido Comunista, el que ahora no tiene abanderado propio porque se sumó al pacto opositor.
En este análisis, basta considerar que en el caso de Lagos, a pesar de prácticamente empatar con Joaquín Lavín, en el balotaje se impuso por tres puntos, los mismos que sacó Gladys Marín en la primera vuelta, porque los otros dos -la ecologista Sara Larraín y el Humanista Tomás Hirsch- no sumaron ni un 1% entre ambos. Una situación parecida ocurrió en 2005 cuando los postulantes de la Alianza, Sebastián Piñera y Joaquín Lavín a pesar de sumar tres puntos más que Bachelet, a ésta le bastaron los 5,4% de Tomás Hirsch que representó al PC, para obtener el triunfo.
Esto hace suponer que con los comunistas dentro del pacto Nueva Mayoría, el panorama podría ser distinto, principalmente porque los candidatos que se identifican con la izquierda, como Marcel Claude, Roxana Miranda o Alfredo Sfeir -aparte de que se muestran críticos de la opción de Bachelet- tendrían una votación mínima, por lo que el triunfo de la candidata podría quedar condicionado al comportamiento del electorado de ME-O, al que se han cuidado de no cuestionar ni atacar como en 2009, ante la posibilidad de tener que negociar con él.
Pero junto a las implicancias que el actual escenario podría tener para Bachelet por la ausencia de un candidato del PC, la participación de aspirantes presidenciales no identificados con la izquierda introduce un factor nuevo en la candidatura de la Alianza, porque a diferencia de lo que sucedió en 1999 con Lavín, o en 2005 con Piñera, ahora Matthei puede apostar a conseguir el respaldo de los electores tanto de Parisi, como de Ricardo Israel e incluso de Jocelyn-Holt -aunque sea marginal- para lo que tal como Bachelet con ME-O, la abanderada aliancista se abstendrá de confrontarlos partiendo de la base que puede lograr un acercamiento con ellos en un eventual balotaje.
Lo que escapa a los cálculos
Todas esas miradas o cálculos apuntarían a que con la irrupción de tanto aspirante presidencial, la elección podría ser más disputada de lo que parece, con características distintas a las anteriores por el perfil de los “outsiders”.
Pero considerando precisamente esas diferencias, quienes están atentos al proceso concuerdan en que ni las cifras, ni la identificación de las candidaturas menores con determinadas tendencias, son elementos con los que se puedan hacer apuestas certeras.
En este contexto, en lo que se coincide es en que uno de los efectos de la participación de tantos presidenciables fuera de las dos grandes coaliciones, es que como tienen poco que perder, asumirán un discurso que a estas alturas puede resultar atractivo para la ciudadanía, lo que podría condicionar los planteamientos de las dos principales candidatas si es que quieren atraer posteriormente a los electores que se inclinen por sus opciones.
Un escenario con Parisi reclamando frente a los cobros abusivos, ME-O cuestionando a las cúpulas políticas, con Claude o Miranda con las banderas contra el neoliberalismo, Sfeir las del ecologismo o Israel abogando por las regiones, preocupa en parte porque impedirá conocer con profundidad las propuestas que tienen para estos tiempos quienes están en la lucha real por La Moneda, a lo que se agrega que con tanta oferta electoral, pueda crearse una suerte de espejismo en la ciudadanía que termine transformado en frustración. Es parte del desafío que deberán enfrentar las dos principales candidatas que aunque con ventajas, no correrán solas.