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Las candidatas se enfrentan contra el fantasma de la abstención

Más que una pelea entre las dos abanderadas, ambas están luchando contra el desinterés en la elección, porque mientras Bachelet busca un amplio respaldo para impulsar sus reformas, Matthei necesita impedir una derrota que arrastre a la derecha a la debacle.

Por: Por Blanca Arthur
 | Publicado: Sábado 14 de diciembre de 2013 a las 05:00 hrs.
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Cuando faltan sólo horas para la definición presidencial, el debate entre las dos candidatas, en que por primera vez se interpelaron, al menos animó una campaña en que no ha logrado crear un real clima electoral. Es posible que los 45 puntos de rating que marcó, sean un indicio de que algún interés despierta lo que ocurra el domingo, aunque nadie apuesta a que ello cambie radicalmente la indiferencia que existe frente a esta elección.

Cuales sean las causas de este fenómeno, que el 17 de noviembre se manifestó con el récord de baja participación, nadie discute que ha sido la tónica de la campaña, al punto que es la principal preocupación con que llegan al balotaje tanto Michelle Bachelet como Evelyn Matthei. La prueba es que, aun cuando las dos saben cuál se impondrá el próximo domingo, ninguna abandonó sus esfuerzos en esta fase final, porque mientras la abanderada opositora decidió no quedarse confiada en su triunfo, su contendora oficialista no se amilanó frente a una anunciada derrota.

Con campañas que han coincidido en tratar de entusiasmar al electorado a que participe, más que una competencia entre ellas, la pelea que han dado ambas es contra un mismo enemigo: la abstención. Como los cálculos indican que ésta superará el 50% de hace un mes, en los comandos reconocen que derrotar la apatía es la meta autoimpuesta para el domingo, porque lograr que el máximo de electores acuda a las urnas, si bien no cambia el resultado, no es indiferente para las expectativas que tiene cada respecto a su triunfo o derrota.

Respaldo para los cambios 


En el bacheletismo admiten que después de la primera vuelta quedaron golpeados. Lo que más inquietó fue que la candidata no mostró ser el huracán electoral que se auguró, especialmente después del arrollador triunfo en las primarias. Luego de que la propia Bachelet proclamara en esa oportunidad, que su éxito era la demostración de que el país entero estaba con las profundas transformaciones que ella proponía, el no haber llegado al 50% el 17 de noviembre, no sólo los frustró, sino produjo cierta preocupación. Porque aun cuando logró casi un 47% de los votos -lo que no puede sino considerarse un gran éxito en una competencia con nueve candidatos- en términos nominales tuvo poco más de 3 millones de votos, cifra menor a la de 2005 con un padrón de casi la mitad de electores, pero además, similar a la de los parlamentarios de su pacto que se suponía que serían arrastrados por ella.

Las cuentas que sacaron en el comando son que ello se debió, básicamente a la abstención, donde la mirada más complaciente es que se debió a la falta de estímulo frente a una carrera sin misterio, aunque tampoco desestiman que pudo deberse a razones más de fondo.

Tanto es así que la inquietud que recorrió al bacheletismo, fue que el resultado significara un desmentido a que la inmensa mayoría del país se siente realmente interpretada por las propuestas de cambios que encarna la candidata.

Eso explica que de inmediato se ideara una estrategia tendiente a llamar a participar en el balotaje con un mensaje que la propia Bachelet sintetizó en su primera salida a terreno al decirle a la gente que si no vota, después no se podían quejar cuando no les gusta como están las cosas. En otras palabras, lo que se pretendió transmitir desde el primer momento, fue que para realizar los cambios que propone el programa, requiere un respaldo sólido.

Una especial preocupación en esa línea produjo la baja participación de los jóvenes que se supone que son los que más demandan reformas, lo que una de las tareas que se impusieron fue lograr el respaldo de dirigentes estudiantiles, como el que entregó el representante de los secundarios, al que se sumó también el movimiento Revolución Democrática que tiene como principal figura al diputado electo Giorgio Jackson.

Con el triunfo asegurado, lo que le importa a la dirigencia opositora es impedir que la abstención de este domingo les juegue en contra, porque aun cuando Bachelet obtenga una distancia porcentual de 20 puntos frente a su contendora, podría ser elegida por menos del 25% de los electores -que fue lo que ocurrió en la primera vuelta- con lo que se expone a que se le enrostre que no tiene un mandato lo suficientemente sólido como para impulsar las reformas que se propone.

Por eso no son pocos los que incluso al interior del pacto Nueva Mayoría consideran que la lucha contra la abstención emprendida por el comando fue una estrategia errónea o al menos peligrosa, por reincidir en generar expectativas que podrían no cumplirse. De hecho, si se dan los cálculos que apuntan a que participarían menos de 5 millones de electores, aun si Bachelet saca más del 60%, no alcanzaría siquiera la cifra de la primera vuelta, e incluso podría obtener menos que Sebastián Piñera en 2009 que alcanzó más de 3 millones y medio de votos.

Ése es el escenario que les preocupa, porque si con más de 13 millones de electores potenciales, Bachelet sólo consigue empinarse por sobre los 3 millones, no podría desconocerse que la interpretación de que la inmensa mayoría ciudadana pide cambios profundos, no es tan indiscutible como lo ha planteado la propia candidata desde que asumió su desafío. Prueba de ello es que en el comando están especialmente alertas frente a los posibles cuestionamientos que podrían suscitarse, como lo han adelantado algunos de sus representantes al aludir que el triunfo no podrá ser discutido, cuales sean las cifras que se obtengan, lo que no significa que les deje de preocupar el impacto por la baja participación.

Impedir un desastre


Completamente distinto es el caso de la candidata aliancista, porque a pesar de que también está dando la pelea contra la abstención, su principal finalidad es impedir que la derrota alcance una magnitud tal que deje a la oposición en un mal pie para enfrentar el futuro gobierno. Pese a que se consideró un éxito pasar al balotaje, en el comando de Matthei no desconocen que el 25% que alcanzó que no sólo la dejó distante de 22 puntos de su contendora, sino también es casi 20 puntos menos que lo que obtuvo Piñera en la primera vuelta en 2009, es una cifra que si no superan con creces, confirmaría una debacle para la derecha, aun cuando la lista parlamentaria la superó por más de 10 puntos.

En el comando plantean que la meta es llegar al menos al porcentaje de los parlamentarios acercándose al máximo a los 40 puntos, pero principalmente, apuntando a quienes se abstuvieron, porque como lo ha reconocido la vocera Lily Pérez, el principal enemigo que enfrentan es la abstención, sumada al derrotismo.

Con cálculos que indican que del 50% que no votó, aproximadamente la mitad podría corresponder a electores tradicionales de derecha desmotivados frente a una carrera corrida, o molestos por los líos de dicho sector, se ideó la campaña para el balotaje sobre la base de un comando unitario con distintas figuras, pero además centrada en el “uno más uno”, en la idea de que si cada elector que votó por Matthei en la primera vuelta logra que acuda otro que se abstuvo, podrían acercarse a un resultado, al menos, digno.

Para la candidatura oficialista el desafío de acercarse a lo que ha sido la votación de la derecha en los últimos años -que desde 1999 ha bordeado el 50%- busca evitar que un desastre signifique el desmembramiento total de la coalición por las luchas que podrían suscitar una pasada de cuentas adjudicándose responsabilidades del fracaso.

Es cierto que nadie en la UDI, en RN, ni menos en el gobierno, se plantea siquiera cuestionar a la candidata, sino por el contrario, cual sea el resultado existe un inmenso reconocimiento al esfuerzo que ha hecho con todos los factores en contra. Pero eso no significa que si Matthei no supera el 35% o peor si apenas bordea el 30% no se inicie un proceso de desarticulación de la Alianza, que conspiraría en contra de la necesaria unidad que estiman que requieren para enfrentar a un gobierno bacheletista, especialmente desde el Congreso. Como no tienen mayoría, lo que buscan en la lucha por mejorar el resultado, es poder demostrar que la derecha continúa siendo una fuerza lo necesariamente significativa como para actuar de contrapeso frente a las propuestas de cambio que impulsaría el próximo gobierno.

En esa línea, preocupa especialmente que si fracasa la apuesta por el equipo de recambio que hizo Matthei, intentando darle un sello unitario a su sector, pueda estimularse la pelea entre los liderazgos más solitarios que incluso han manifestados intenciones presidenciales para la próxima elección, lo que atentaría contra la acción conjunta que requeriría la etapa que se iniciará a partir de marzo.

Tampoco es ajeno a las preocupaciones de la candidatura oficialista, que un desastre electoral sin precedentes, sea el reflejo de un rechazo real a las ideas de derecha, como al modelo, de lo que no se podrían sustraer.

Conscientes de que están frente a un resultado conocido, la expectación de comando de Matthei coincide con la que existe en el bacheletismo, en cuanto a que no da lo mismo cuál sea la magnitud del triunfo o la derrota.

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