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Ciegos que no quieren ver

Octavio Del Favero Coordinador Legislativo de la Fundación Ciudadano Inteligente

Por: | Publicado: Viernes 22 de diciembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Durante cuatro años todas las señales parecían indicar que el país estaba saturado del gobierno y sus reformas. Medios, encuestas y columnistas fueron muy persuasivos para convencernos de ello. La conclusión era que la población ya no abrazaba los principios y prácticas que la izquierda política proponía al país.

Todo ello pareció derrumbarse con los resultados de la primera vuelta, la suma de los votos de los sectores de izquierda superaban el 50% de los votantes. Un escenario de incertidumbre se apoderó del proceso que restaba hasta la segunda vuelta y comenzaron a aparecer los gestos dirigidos a persuadir a los votantes de los sectores de izquierda que habían quedado en el camino.

Sin embargo, nuevamente pareciera que las conclusiones que se sacaron fueron apresuradas. La segunda vuelta mostró un contundente triunfo de la candidatura de Sebastián Piñera. El país había vuelto al cauce trazado durante 27 años de transición.

Esta aparente volatilidad está determinada por los lentes del intérprete y no en el interpretado, están dadas por el hecho de que es la estrecha elite, sus encuestas y limitadas matrices de análisis las que configuran la discusión pública. Por ejemplo, el análisis lineal de la conducta electoral en el eje izquierda-derecha, ha demostrado no ser un buen predictor y que nos quedaremos constantemente desconcertados si seguimos analizando sólo desde ahí.

Lamentablemente, en la semana post elecciones no se ven indicios que la elite esté avanzando a asumir formas más complejas de interpretar y, finalmente, conectarse con la sociedad. Pretende seguir dirigiendo el rumbo del país a la distancia y para ello todos interpretaron los resultados de forma tal de confirmar sus propias hipótesis y supuestos previos, finalmente, simples prejuicios. No se vislumbra que asuman que estamos más bien a oscuras, que ya no es tan simple interpretar a la gente y que debemos complejizar nuestras aproximaciones. Especialmente cuando más de la mitad de la población no participa en las elecciones.

Esto parte de algo que se ha profundizado durante ya un largo tiempo, la política y sus clivajes han dejado de ser, en buena medida, el lugar donde se resuelve el futuro de los habitantes del país. Hoy, el mercado y el consumo aparecen como esferas que tienen una influencia mucho mayor en la cotidianeidad, transformando la política en un espacio anecdotario, saturado por la superficialidad de la irrelevancia.

Fortalecer los procesos políticos mediante el involucramiento de la ciudadanía es el camino para conectarla con las decisiones que le afectan y devolverles el control y supervigilancia constante sobre las mismas, impidiendo que sean otros -en el Congreso o directorios de empresas- quienes la interpreten a su antojo y conveniencia, dejando fuera sus intereses. Se trata, entonces, de llenar la toma de decisiones con más democracia y representatividad, en lugar de tecnocracia, academicismos e instrumentos abiertamente limitados para interpretar a la población. 

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