ECCLESIAM

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 1 de marzo de 2013 a las 05:00 hrs.
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“Ecclesia”, en latín, es el nominativo de Iglesia. Se usa como sujeto gramatical: “Ecclesia dixit, Ecclesia decrevit” (la Iglesia ha dicho, la Iglesia ha resuelto). En la vida de fe cobra mayor importancia el “Ecclesiam”, en acusativo (complemento directo). Cada domingo profesamos: “Credo in Ecclesiam”. Es el mismo acusativo para decir que creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así, en acusativo, profesamos nuestra convicción de fe de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una realidad cuyo contenido sobrepasa los límites de nuestra inteligencia y voluntad; una realidad que pertenece a la categoría del misterio divino; una realidad tan entitativamente superior a nosotros, que una vez emitida nuestra profesión de fe tiene derecho de exigirnos una entrega de rendición incondicional. Nada hay, en tal rendición, que deshonre la dignidad humana, puesto que nada puede haber, en Dios, que implique exigirle al hombre actuar contra su orden de ser. La aparente irracionalidad del acto de fe en cuanto sumisión a un Absoluto que trasciende nuestras capacidades de entender y querer es, en verdad, expresión de suprema racionalidad. La sola sospecha de que Dios pudiera abusar del pleno derecho de disposición que una creatura humana le reconoce sobre sí, sería injuria rayana en la blasfemia. Nadie es más racional ni actúa mejor su libertad que aquel que profesa: Credo in Deum. Es más que decir: le creo a Dios. Es abandonarse, sin preguntas ni quejas, en las manos del Sumo Bien y Creador de la Luz.

Pero en el mismo Credo afirmamos, también en acusativo, creer “en” la Iglesia. Es más que creerle “a” la Iglesia. Uno vive haciendo fe en documentos y testigos garantes de la autenticidad de un acto o de la veraz ocurrencia de un hecho. El documento puede ser falsificado, el testigo puede engañarse o engañarnos. No es así como creemos “en” la Iglesia. Hay hombres de Iglesia cuyas acciones contradicen y hasta deshonran los valores por los cuales y para los cuales la Iglesia existe. Los conocemos, los reprobamos, procuramos reparar los daños que esos hombres y esas acciones causan a la Iglesia y al mundo. Pero seguimos diciendo, con tenaz asertividad: “Creo en la Iglesia”. Afirmamos, en pleno uso y goce de nuestras facultades de entender y querer, que la Iglesia es parte consustancial del misterio de Dios, no porque Dios lo necesite sino porque libre y sabiamente lo quiere; y que en consecuencia, quien escucha o deshonra a la Iglesia, es a Dios a quien escucha o deshonra; y quien dice “amo a Dios” será digno de crédito si ama a la Iglesia.

Benedicto XVI ha ilustrado, con magistral humildad, qué significa “Credo in Ecclesiam”. Merece ser recordado tal como Pablo recuerda y sintetiza la vida de Cristo: “Dilexit Ecclesiam”: amó a la Iglesia.

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