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Rumbo pertinaz

Fernando Barros Tocornal Abogado Consejero de Sofofa

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En la elección del 17/12 un 55% optó por una opción presidencial que representa el absoluto opuesto al rumbo que la Presidenta Bachelet quiso establecer para Chile estos cuatro años.

El que termina siendo el peor gobierno desde la Unidad Popular se inició con arrogante violencia y descalificaciones a la empresa y su aporte al país para pretender justificar una agenda refundacional inspirada en añejas recetas socialistas y que a poco andar, se evidenció no lograría sus objetivos declarados, y una vez más perjudicaría a los trabajadores y sectores vulnerables. Todo con miras a cumplir con el sagrado “programa”, que incluso sus dirigentes después confesarían no haber conocido.

Como ocurrió en la euforia revolucionaria de los 60, la embriaguez llegó rápido y con ella la pérdida del sentido de la realidad y del entendimiento de lo que los chilenos queremos, y la Presidenta y su entorno pensaron que estaban dadas las condiciones para resucitar las viejas recetas populistas, estatistas y asfixiantes de la iniciativa y libertad personales, y quisieron dar el golpe mortal al enemigo de la sociedad socialista, representado por el mercado, el modelo, el lucro, la desigualdad.

Con la maestría lingüística y de manejo mediático de la izquierda, el país cayó en una corriente de reivindicación del Estado grande y omnipresente, de leyes mal pensadas, mal hechas, e imposibles de ejecutar sin grave daño para el país.

Si bien pudiere entenderse la obstinación de proclamar a la Alemania comunista como su visión ideal de sociedad por quien fuera huésped privilegiada en la Alemania del partido único y que calló frente a la ausencia total de libertades, resulta inexplicable la complicidad activa de quienes, siendo parte integrante del gobierno, debieron entender que la Nueva Mayoría era un intento por revivir el fracaso de la utopía socialista. Penoso espectáculo el de quienes, diciendo compartir una visión humanista con el hombre como centro de la acción pública, cohonestaron el injusto ataque al enorme desarrollo logrado por Chile con décadas de trabajo y gobiernos serios, para acomodarse en el poder.

De nuevo se trató de “avanzar sin transar” y no importó que la economía cayera dramáticamente, destruyendo empleos de calidad para compensarlos contratando más funcionarios públicos, a costa de compatriotas que con un par de horas de malabarismo callejero fueron elevados a la categoría de ocupados por la alquimia estadística.

Pero como las malas políticas no afectan a las élites, sino a los trabajadores y a la mayoría de los chilenos, cuando la Presidenta y equipo de gobierno transformaron la elección en un plebiscito sobre qué pensábamos de su gobierno y la Nueva Mayoría, la respuesta fue la mayor votación en la historia de Chile en favor de un candidato de centro derecha y una humillante derrota por 10 puntos porcentuales del candidato de la izquierda.

Chile eligió nuevamente a Sebastián Piñera como su Presidente y le ha dado un mandato claro para alejarse de los postulados del gobierno derrotado, de potenciar el modelo para incrementar el desarrollo, aplicar políticas que dejen atrás el asistencialismo y fomenten el esfuerzo, el emprendimiento y el estudio y trabajo duro como única forma de surgir; de velar por una verdadera libertad económica y competencia para que el mercado funcione de la mejor forma; de facilitar el desarrollo personal de los individuos con la familia como base de la sociedad, promover el ahorro sostenido en el tiempo para financiar las jubilaciones y apoyar con la acción del Estado a los verdaderamente necesitados, y no a los grupos de presión.

Mientras la Presidenta visita su paraíso cubano próximo a cumplir 60 años de dictadura, reeditando la patética imagen suya corriendo a alabar al dictador jubilado, omitiendo considerar a los perseguidos y celebrando las elecciones socialistas en que sólo pueden participar los candidatos designados por el partido único y en el que los habitantes pueden comer, desplazarse y expresar solo lo que el régimen les permite, Chile votó por dejarla atrás y optó por cambiar su obstinado rumbo a uno que le permitirá al país alcanzar el desarrollo en verdadera democracia y libertad.

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