Nombres
Por Padre Raúl Hasbún
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Jim Farley jamás asistió a una escuela secundaria; pero antes de cumplir 46 años tenía cuatro títulos universitarios honoris causa, la presidencia del comité nacional del Partido Demócrata y el cargo de Director General de Correos de EEUU. Entrevistado por Dale Carnegie, experto insigne en cómo ganar amigos e influir en los demás, Farley reveló su secreto: “recuerdo el nombre de pila de cincuenta mil personas”. Tempranamente este niño huérfano irlandés descubrió que el común de los mortales se interesa más por su propio nombre que por todos los demás. Y que pronunciárselo con frecuencia es el halago más sutil y la más dulce melodía que él pueda y quisiera escuchar. De ahí que tantos personajes se empeñen en perpetuar sus nombres mediante fundaciones, donaciones, bibliotecas, museos, parques, edificios y calles. La primera tarea para un político es recordar y pronunciar el nombre de sus electores. Dos corporaciones que estudian fusionarse discutirán menos por sus respectivos montos accionarios que por el nombre de la nueva empresa. Al hacer una consulta telefónica lo primero que escuchamos es el nombre de nuestro interlocutor, que nos invita a revelar el nuestro. Todavía quedan espacios en que el nombre personal importa antes y más que su Rut.
Esa lógica de empatizar a través del nombre tendría que imperar en lugares y situaciones de dolorosa vulnerabilidad, como las salas de hospital. A una doctora de 29 años afectada por un cáncer con metástasis, su médico también joven se acercó a comunicarle su diagnóstico mirando hacia la ventana. Se fue, dejándola sumida en miedos y angustias sin respuestas. “No quiero que nadie más tenga que pasar por esta experiencia horrible”, se dijo Kate Granger. Pero debió seguir soportándola en prolongadas quimioterapias, recaídas y controles oncológicos. Dos años después, un simple camillero se presentó por su nombre, Brian, le ofreció una frazada y conversó amablemente con ella. Allí brotó el impulso de Kate: lanzar en Twitter la campaña “Hello, my name is…”: la mayor campaña de salud creada por una persona en el Reino Unido. Pide que todo personal sanitario porte en el delantal una tarjeta con su nombre. Y que en reciprocidad entable con su paciente una conexión humana nominal. Más de 100 hospitales británicos se han sumado a la iniciativa, ya replicada en EEUU, Alemania, España, Francia, Italia y Australia.
El primer trabajo de Adán fue poner nombre a cada ser vivo. Ese nombre refleja lo que hoy llamamos el ADN personal; origen, identidad, talentos, misión, originalidad. Abraham: padre de una multitud; Isaac, risa de Dios, Moisés, salvado de las aguas; Miguel, quién como Dios; Pedro, piedra de roca; Jesús, Dios Salvador: los grandes nombres bíblicos denotan el carácter propio y único de cada hijo de Dios.
También para Dios es dulce melodía escuchar su nombre propio: PADRE.