Columnistas

Confío en Bachelet

Nicolás León

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Inmovilismo, acusaciones al mundo político y los pregones que claman por una asamblea constituyente, han sido las temáticas que hemos escuchado las últimas semanas de los grupos que influyen por tratar de hacer de la retroexcavadora el nuevo emblema patrio.


Quizás, estas voces reformistas, olvidaron que durante las últimas semanas hemos estado asediados, como pocas veces, por una serie de desastres naturales que siguen complicando a muchos de nuestros compatriotas. Existe la tentación, pero el llamado es a no olvidar a las familias de las 26 víctimas fatales y los miles de damnificados en la tragedia del norte, los damnificados por los incendios en Valparaíso o las sequias en el sur que necesitan nuestra ayuda.


O tal vez, estos pregoneros, han estado muy ocupados tratando de convencernos que la institucionalidad del país no funciona y que, por lo tanto, la única forma de salir delante es por la vía de una asamblea constituyente. Como si esa nueva institucionalidad fuera a barrer con todos los males que por años se han ido anquilosando en nuestros políticos.


Pero no hagamos críticas al voleo y juzguemos en el justo mérito. Consideremos que han sido justamente los medios de comunicación los denunciantes de las irregularidades. Hasta donde hemos visto han sido los tribunales de justicia los que toman parte en estos procesos, los fiscales empoderados se han atrevido a quebrar huevos, o incluso, dentro del mundo de los políticos vemos notables luces de probidad como la del diputado Castro -quien con su declaración arriesga caer en las "penas del infierno"- como propone la ministra Rincón, vemos que la cosa parece no estar tan mal como la quieren pintar.


El Chile de la transición ha demostrado progresar al alero de sus instituciones, que si bien no son la panacea, son bastante mejores que las que estamos acostumbrados a ver en Latinoamérica.


Durante las últimas semanas hemos escuchado a varios próceres de la otrora Concertación hablando de la peligrosa utopía de las refundaciones de cuajo que pretenden darle revestir a los "nuevos políticos" de un falso manto sacrosanto de impunidad, construido a partir de "juvenil" sentido de revolución con el que pretenden borrar todo lo que se ha construido en Chile. Como si por definición todo lo nuevo, fuera bueno, y lo antiguo, desechable.


La Nueva Mayoría ya tuvo su oportunidad de avanzar en un modelo de cambios drásticos, los Peñaillilo y los Arenas ya tuvieron su oportunidad de demostrar su competencia, y la ciudadanía está mostrando su veredicto. Si la Presidenta quiere dar un golpe de timón que le permita recuperar su popularidad, es necesario que se den señales que permitan concluir que ahora el gobierno tendrá más Concertación y menos improvisación reformista. Optar por el diálogo, el acuerdo, la institucionalidad, la trasparencia y la probidad hará que los vociferantes griten con más fuerza, pero sin duda ese es el liderazgo que se necesita para recuperar el gobierno, sólo tiene que atreverse a dar el paso.

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