El mágico tour de un circo teatro itinerante
Una pareja de artistas a bordo de un bus teatro rodante ha visto entorpecidas las funciones de su circo en miniatura producto del estallido social, la pandemia y una inundación. Suena como noticia surrealista, pero es una historia real. La Compañía Familia Carromatto & Co. no baja la cortina, y su espectáculo puede verse ahora online. Aquí la bitácora de una travesía que continúa.
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En Santa Ana, localidad viñatera ubicada entre Peralillo y Marchigüe, región de O’Higgins, se encuentra Mastodonte. Se trata de un bus teatro y el hogar artístico de la Compañía Familia Carromatto & Co., integrada por la artista circense Javiera Acuña Rosati, el músico italiano Camillo Giraud y su pequeño hijo, Olmo, que invitan a un espectáculo itinerante de miniaturas y marionetas.
Los anfitriones son dos personajes: un mecánico y músico, y su mujer; bailarina, acróbata y cocinera. Juntos cuentan su historia de amor, basada en hechos reales, y presentan a una serie de fascinantes personajes.
¿Cómo es que una chilena y un italiano terminaron estacionados en medio del campo? La historia es tan mágica como su espectáculo. O casi. Javiera estudió danza contemporánea y a los 20 años partió a España para aprender circo. Allá se unió al colectivo itinerante Circo Paniko y en un viaje a Italia, junto a sus compañeros circenses, conoció a Camillo, un joven campesino y músico, hijo de una artista plástica y un luthier. Lo invitaron a visitarlos en Barcelona, donde estarían realizando algunas funciones, y él aceptó.
Primero se incorporó a la banda del circo tocando el clarinete, al rato ya cumplía funciones de escenógrafo -arte que había estudiado previamente en Italia- y más adelante se convirtió en iluminador. Javiera en ese entonces tenía otra pareja, pero fue naciendo una profunda amistad con Camillo, que con el tiempo se convertiría en amor.
Juntos acondicionaron un camión a cielo abierto para realizar un espectáculo al aire libre. Durante tres años estuvieron viajando y presentándose por Italia, España y culminaron en Dinamarca. Entonces habían decidido que el próximo destino sería Chile. Después de 10 años fuera, Javiera quería estar más cerca de su familia, pero también recorrer y conocer su propio país. Camillo también quiso venir.
En 2015 volaron a Argentina, viajaron por Bolivia y finalmente llegaron a Chile por tierra. La siguiente misión era conseguir un bus para transformarlo en un hogar para viajar y actuar. Fue más fácil de lo que pensaron, cuenta Javiera.
Encontraron una micro de los años ‘70 similar a los clásicos buses escolares estadounidenses. Había pertenecido a la Viña Concha y Toro como propaganda de su vino Fressco, y unos jóvenes iban a convertirla en un carro de comida habilitado para la nieve, pero finalmente la pusieron a la venta. A Javiera y Camillo les prestaron una casa en Quilpué, donde pudieron instalarse y trabajar en Mastodonte.
Pronto calcularon que el espacio les permitiría albergar a máximo 15 personas, y eso significaba realizar funciones demasiado pequeñas que no resultarían sustentables para la Compañía. Hubo que desarmar la micro prácticamente completa y dejar solo el esqueleto. Contemplaron distintos mecanismos y estudiaron cómo funcionaban las caravanas de circos.
Decidieron que parte del bus pudiera abrirse hacia ambos lados, generando una plataforma con un mini escenario y graderías con capacidad para 55 personas. El trabajo en total tomó casi dos años. En el intertanto tuvieron un hijo. “Olmo y Mastodonte son como hermanos, llegaron prácticamente juntos. Son el hijo creativo y el hijo sanguíneo”, comenta la bailarina y actriz, entre risas.
Finalmente llegó el momento de la gran inauguración: en mayo de 2018 organizaron un estreno al que invitaron a familia y amigos artistas de Valparaíso, y ofrecieron un espectáculo varieté con comida incluida. En enero de 2019 se estrenó “Mastodonte Show” en Quilpué, al interior del fundo San Jorge, cuyo portón tenían que ir a abrir para dejar entrar a la audiencia.
Invitaron a Ingrid Flores, artista chilena circense, para que los dirigiera. “Trabajar en pareja no siempre es fácil”, apunta Javiera. Y como llevaban un buen tiempo fuera de escena, necesitaban que alguien los guiara en el proceso. El desarrollo creativo del espectáculo surgió sobre la marcha; sabían que querían hacer teatro en miniatura inspirados en la obra Cirque Calder, del artista estadounidense Alexander Calder.
La dramaturgia fue dándose a partir de la improvisación teatral: “Fue súper emocionante, mágico. Fuimos encontrando caras en objetos que pasaron a ser personajes. A partir del juego se abrió un mundo que luego se fue armando solito”. De Quilpué emigraron a Santiago y pasaron un par de meses instalados en la Aldea del Encuentro de La Reina, donde presentaron su espectáculo los fines de semana y compartieron con compañías como Teatro Cinema.
Además estaban cerca de la montaña y la naturaleza, lo que hizo que el choque con la ciudad no fuese tan brusco. También estuvieron en Peñalolén y luego en Matucana 100, las semanas previas al estallido social de octubre de 2019. La situación se puso más compleja en Santiago y se movieron a la Sexta región.
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Ahí fue la lluvia intensa la que dificultó las cosas, y Mastodonte sufrió una inundación. Buscando refugio donde guarecerse y a través de un mensaje que circuló por WhatsApp entre conocidos de la zona de Santa Ana llegaron donde Marcela y Sergio Letelier quienes los acogieron en una casa de invitados aledaña a la suya. Hoy siguen instalados ahí, interrumpida su estadía por una itinerancia estival por el sur. La prolongación de la pandemia ha impedido que retomen las funciones presenciales, más allá de un par de funciones especiales, y, como tantos, tuvieron que pegarse el salto a lo digital.
“Al principio para nosotros no era una posibilidad grabar el espectáculo. No lo veíamos como un recurso. Los primeros meses estuvimos un poco en shock con lo que estaba ocurriendo”, reconoce Javiera sobre la llegada de la pandemia y tener que cancelar las funciones con público.
Tras la inundación del teatro rodante fueron inventando una historia a través de videos, y les fue gustando la posibilidad de adentrarse en el lenguaje cinematográfico: “Aprendimos a editar, y se nos abrió un mundo”. Le encargaron a un amigo íntimo y cineasta, Felipe Díaz Galarce, traspasar la magia del show en vivo a formato audiovisual.
Gracias al trabajo creativo conjunto sienten que lograron registrar fielmente el espectáculo en miniatura haciendo énfasis en los detalles, juegos de cámara, efectos y otros elementos narrativos del cine.
Las últimas semanas han estado presentando su show online en distintos festivales y funciones digitales como la Corporación Cultural Municipal de Los Ángeles y el Teatro Ariete de Quilicura. Actualmente, y hasta el 1 de agosto, están en cartelera on demand en la plataforma del Teatro Mori y el 13, 14 y 15 de agosto tienen funciones agendadas en el sitio del Teatro San Martín de Rancagua.
“Seguimos con la idea de que lo presencial es lo esencial. Pero ha sido muy interesante este proceso y están saliendo más proyectos audiovisuales que nos permiten seguir en movimiento aunque sea desde la pantalla”, agrega.
Y anticipa que Mastodonte, con la Familia Carromatto a bordo, emprenderá rumbo al sur del país en noviembre: “Queremos seguir con nuestro microteatro, pero tenemos la carta bajo la manga que es hacer una versión callejera. Adaptarse, pero sin dejar nuestra esencia”.