El contagio se extiende sin control por Europa y amenaza con derrumbar a Italia y España
La autoridad monetaria anunció medidas de apoyo para contener la crisis, pero las divisiones dentro de sus propios directores sembraron dudas entre los inversionistas y diluyeron el efecto de su intervención.
- T+
- T-
La crisis de deuda soberana en Europa dio ayer un paso más hacia el abismo, con el índice bursátil de referencia para la región hundiéndose a su mínimo en un año. En una sola jornada los mercados accionarios perdieron US$ 1,85 billón (millón de millones), mayor que el PIB de Canadá.
El segundo rescate para Grecia, anunciado el mes pasado, no ha logrado contener el temor al contagio desde las economías más pequeñas, hacia gigantes como Italia y España, cuya caída podrían arrastrar a toda la eurozona. El presidente de la Comisión Europea, José Barroso, reconoció ayer que la crisis se extendió más allá de la periferia. Roma y Madrid vieron esta semana saltar el rendimiento de sus bonos a niveles históricos desde la creación de la unión monetaria, reflejando el temor a la solvencia.
Pero este cóctel tóxico incluye además señales crecientes de que el crecimiento se está estancando tanto en Europa como en EEUU, y ronda el peligro de una rebaja en la calificación de este país, que podría golpear a la economía global.
Posiciones distanciadas
Sin embargo, todo esto ya venía ocurriendo desde antes. ¿Qué cambió ayer que explicara el pánico de los mercados? Quien finalmente hizo estallar esta mezcla explosiva fue el Banco Central Europeo. Con dos alzas en las tasas de interés este año, el mercado daba por descontado que haría una pausa en esta reunión, manteniendo los tipos en 1,5%.
Pero la autoridad monetaria sí sorprendió anunciando que volverá a ofrecer liquidez adicional sin límite para los bancos a través de préstamos a seis meses, una medida que implementó durante la anterior crisis financiera. Y tras una tregua de 18 meses retomará las compras de bonos gubernamentales.
Aunque el anuncio generó expectativas, rápidamente se impuso la decepción. La primera desilusión fue que el BCE compró bonos de Irlanda y Portugal, pero no de España e Italia, lo que restó alcance a la medida. Pero Trichet, además, dio señales bastante claras de que no está dispuesto a aceptar los títulos de estos países hasta que hagan un ajuste fiscal mucho más duro. El presidente del BCE, el francés Jean-Claude Trichet, señaló que “varios países” aún necesitan “medidas de ajuste fiscal adicionales y más frontales”, en una referencia apenas velada a ambos gobiernos.
Las declaraciones dejaron al descubierto un quiebre que no será fácil de superar. Las autoridades romanas se quejan de que ya han tomado medidas para fortalecer la posición fiscal, recortando la deuda en US$ 2,3 billones (millones de millones), pero que su esfuerzo no ha sido reconocido y por lo tanto, no harán más. El miércoles, el primer ministro, Silvio Berlusconi, hizo un discurso ante el Congreso sin anunciar nuevas iniciativas, que fue muy mal acogido por los inversionistas.
Por su parte, el ministro de Finanzas , Giulio Tremonti, dejó traslucir una crítica al BCE, al relatar que durante una reunión con inversionistas asiáticos éstos le habían preguntado: “¿Por qué deberíamos nosotros comprar bonos italianos si su propio banco central no los recibe?”.
Divisiones internas
La intervención del BCE terminó por perder todo su efecto cuando Trichet reconoció que la decisión de retomar las compras de bonos no fue unánime. “Tenemos una regla, según la cual, cuando tomamos una decisión hablamos con una sola voz”, aseguró. Pero el eslogan no convenció a los inversionistas.
El primer sospechoso fue Alemania, que ya se había opuesto al plan original, en mayo de 2010, argumentando que mezclar la política monetaria y fiscal crearía amenazas inflacionarias de largo plazo. Una fuente oficial del Bundesbank reconoció bajo acuerdo de confidencialidad que el presidente del banco central alemán, Jens Weidmann, fue uno de los votos disidentes, aunque aseguró que no fue el único. Se estima que de los 23 miembros del consejo del BCE, al menos tres se opusieron a la medida.
“Con el BCE no dispuesto a tocar Italia o España y con una decisión de comprar Portugal e Irlanda que tampoco fue unánime, el mercado tiene dudas de qué tan resuelto está el BCE a actuar”, señaló a Bloomberg el estratega jefe de renta fija en Commerzbank, Christoph Rieger. “Para ser justos, la decisión de comprar Italia y España no debe ser tomada a la ligera porque podría convertirse en un pozo sin fondo”.
Cunde el pánico
En medio del desconcierto generalizado, el lema que se está imponiendo parece ser “que cada uno se salve por su cuenta”. Las caída del euro y del dólar están presionando al resto de las monedas al alza. Ayer el último en reaccionar fue Japón, que salió a vender 1 billón de yenes (US$ 12.500 millones) y elevó su programa de compra de activos financieros en 5 billones de yenes a 15 billones. Antes de intervenir la moneda japonesa acumulaba su mayor avance mensual desde 2008 y en marzo había marcado un récord de postguerra. También Turquía reaccionó, con el banco central bajando la tasa medio punto a un mínimo de 5,75%, para proteger el sólido crecimiento de su economía de un shock exterior. Algo similar tenía en mente el Banco de Inglaterra al mantener ayer sin cambio sus tasas en un piso récord de 0,5%. Un día antes, fue el banco central de Suiza el que bajó las tasas prácticamente a cero y prometió incrementar significativamente la liquidez para contener el avance del franco, en un máximo frente al euro.
El mismo día, las autoridades en Brasil acusaron a China y EEUU de mantener devaluadas sus monedas para ganar competitividad y anunciaron un endurecimiento de las medidas anti dumping.