Por Marco Fajardo
Si la masificación de los computadores personales cambió nuestro mundo para siempre, disparando la productividad de los trabajadores, los expertos ahora creen que la masificación de las impresoras 3D podría ser la mayor revolución desde la introducción de la línea de montaje, a comienzos del siglo XX.
Este tipo de impresoras permiten fabricar objetos tridimensionales, desde linternas hasta armas, pasando por prótesis, sin necesidad de una gran maquinaria. Simplemente va inyectando capa tras capa de un material para formar un volumen, lo que se conoce como manufactura aditiva.
Precios en picada
Gracias al rápido avance de la tecnología, el precio de estos equipos ha caído 48% entre 2001 y 2011. El declive está haciendo que las impresoras 3D sean cada vez más accesibles para las pequeñas empresas y para cualquier persona que tenga una idea para un producto innovador. Las ventas de los aparatos de uso personal en Estados Unidos se multiplicaron desde apenas 66 en 2007 a 23.265 en 2011, un salto de 35.000%.
Esta tendencia podría desatar la creatividad e innovación entre los emprendedores y cambiar para siempre el actual modelo de producción, permitiendo a las empresas ahorrarse los costos de encargar la producción y luego transportarla hasta su base. “En estos días simplemente te metes en un sitio web, consigues una impresora 3D, lo fabricas y comienzas a venderlo a la gente”, señaló Andrew Sissons de Work Foundation al canal estadounidense CNBC en diciembre. “Es tal vez de la misma importancia que la invención de la línea de montaje”, añadió. “Es realmente importante y podría significar enormes beneficios económicos”.
Objetos personalizados
El cambio no sólo será para las empresas: los consumidores podrán fabricar sus propios objetos a gusto personal.
Según el sitio Business Wire, tras las producción masiva ha comenzado “la Era de la Individualización, donde los consumidores podrán elegir el color, textura y diseño para cumplir sus gustos y preferencias individuales. Cuando estén listos simplemente apretan `fabricar’ en vez de ‘imprimir’ y pueden producir sus propios productos”.
La caída de costo y la oferta gratuita de muchos diseños permite a los usuarios producir de forma personalizada. Un ejemplo son las carcasas para celulares. Hoy una impresora personal 3D puede costar cerca de US$ 2.000.
“La industria 3D está en pañales, pero la manufactura aditiva puede cambiar las economías, muchos productos que importamos hoy pronto estarán disponibles para imprimir desde nuestros hogares”, señaló al sitio el presidente de Massive Dynamics, Oscar Hines.
“Para mí, el cambio es similar a los supercomputadores de los ‘70 que sólo eran accesibles para las grandes corporaciones, y ahora estamos viviendo un periodo análogo a los ‘80, cuando salieron los computadores personales; ahora tenemos impresión personal”, dijo Jeff Moe, fundador de Aleph Objects, un fabricante de estos aparatos en Colorado, a Bloomberg.
Auge del rubro
La mayoría de las impresoras 3D funcionan con una boquilla manejada por un programa de computador para laminar plástico fundido o resina. Algunas impresoras también pueden fabricar objetos de otros materiales, incluido vidrio y metal.
Hasta hace poco, la impresión 3D se limitaba a grandes empresas que podían permitirse una máquina industrial cuyo valor promedio cayó en una década de US$ 117.000 a US$ 73.000. Daimler, Honda, Boeing y Lockheed Martin han usado estos aparatos para fabricar prototipos y partes que integran el producto final.
Los fabricantes de estos aparatos ya están aprovechando el auge del rubro: la acción de 3D Systems, por ejemplo, ha pasado de
US$ 5 en 2010 a casi
US$ 30 en la actualidad.
Sólo el año pasado sus acciones subieron 270%, lo que las convirtió en uno de los valores de mayor rendimiento de 2012.
La industria tiene un valor por US$ 2.100 millones, y podría llegar a US$ 6.500 millones en 2019, según CNBC.