Por Tony Barber en Londres
Grecia, en su desesperada lucha para evitar el default, es un caso aislado. Las autoridades europeas defienden ese argumento hasta el cansancio. Pero la caída económica de Portugal y la deprimente batalla para repagar sus deudas amenazan con demostrarles que están equivocados, e instala otra nube de tormenta sobre la eurozona.
Portugal no fue el centro de la cumbre de los líderes de la UE, pero es un expediente que no se atreven a dejar de lado por mucho tiempo. Si Europa va a desterrar el espectro de un contagio motivado por la crisis de deuda de Grecia, podría tener que poner atención a la complicada situación de Portugal dentro de semanas, y no en meses.
Es prácticamente inconcebible que Portugal pueda volver a los mercados en 2013, como estaba previsto bajo su rescate financiero acordado en mayo por 78.000 millones de euros. Los mercados financieros están apostando a un default portugués en los próximos cinco años. Predijeron el año pasado el mismo destino para Grecia, luego de concluir que el plan de ayuda por 110.000 millones de euros, acordado en mayo de 2010, era insuficiente para sacar al país de su trampa de deuda.
Si los tenedores de deuda portuguesa sufrieran un recorte como en Grecia, esto destruiría la ilusión de los líderes europeos de que lograron poner a Grecia exitosamente bajo una cuarentena, aislando al resto de la eurozona.
Pero Portugal no tiene mucho tiempo más. Si no puede volver a los mercados de bonos el próximo año, necesitará una segunda inyección de ayuda de emergencia de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional.
António Saraiva, presidente de la CIP, la confederación empresarial del país, estima que Portugal necesitará una ayuda adicional de 30.000 millones de euros. Pero la gran pregunta es si incluso con una ayuda adicional la economía lusa podrá evitar una amortización masiva de deuda.
El futuro de la eurozona podría depender de la respuesta.