Para un administrador de hedge funds ser elegante, cosmopolita, acaudalado y digno de ser citado, son buenas cualidades. Para un banquero central, no tanto.
Philipp Hildebrand renunció como presidente del Banco Central de Suiza con una pregunta notable. “¿Se puede tener un estilo de vida millonario, o casi millonario, como el nuestro, y ser gobernador de un banco central?”, se preguntó en voz alta al reflexionar sobre su caída y la de su esposa Kashya, una corredora de bolsa paquistaní-estadounidense convertida en galerista suiza.
“Estilo de vida” más que simplemente “vida” fue el término clave. La venta del chalet de ski de 3,3 millones de francos suizos
(US$ 3,5 millones) de los Hildebrand en Gstaad y los decididos esfuerzos de la señora Hildebrand por mantener sus activos bien balanceados entre dólares y francos suizos (en un banco privado), precipitó el escándalo.
El señor Hildebrand niega haber actuado mal, pero la difusión de sus negocios financieros fue demasiado vergonzosa para que mantuviera su trabajo.
Esta no es una buena época para los banqueros centrales, cuyo rol en la burbuja inmobiliaria, el colapso financiero de 2008 y la subsiguiente crisis de deuda europea, los lanzó vergonzosamente al primer plano. El pre-candidato presidencial Mitt Romney está bajo ataque en EEUU por su antiguo trabajo como director ejecutivo de Bain Capital, la firma de capital privado. Sus opositores lo expusieron como a un liquidador de activos que sacó a estadounidenses decentes de sus trabajos para ganar dólares rápidamente. Montañas de dólares, de hecho.
El estilo de vida de los titanes de los hedge fund y firmas de capital privado es ahora profundamente impopular. El 1% que vuela en jets privados recorriendo los centros financieros del mundo, Art Basel Miami Beach, el Golfo y Davos (cerca de donde los Hildebrands ahora se compraron otro departamento de ski) ha perdido su brillo.
Los Hildebrands no eran parte de ese grupo, pero no estaban muy lejos. “Lo invité a Christie’s Dinner en el Dolder Grand (un hotel de cinco estrellas)”, escribió su banquero en un memorándum interno en agosto. “Desafortunadamente, Kashya no podrá estar presente ya que se encontrará en Dubai por algunos negocios de arte”.
La combinación de los Hildebrands de altas finanzas y arte moderno es típica del tipo de pareja de hedge funds que alguna vez fueron. Se conocieron en Nueva York en Moore Capital, un macro hedge fund que comercia grandes movimientos de divisas y activos globales, donde Hildebrand era un economista y su esposa, entonces llamada Kashya Mahmood, era una operadora de tipo de cambio.
Pese a abrir una galería en Zurich, Kashya no perdió su olfato para el tipo de cambio. La pareja decidió mantener sus activos repartidos entre dólares y francos, y la fuerte alza de la moneda suiza el año pasado puso nerviosa a la mujer.
“Nos casamos relativamente tarde, y desde el inicio nuestro matrimonio siempre ha sido, ¿cómo decirlo? Bueno, digamos que mi esposa tiene una personalidad fuerte”, dijo Hildebrand.
Su esposa, que también es buena con las palabras, le dijo a la televisión suiza que había decidido que el dólar estaba “casi ridículamente barato”. Ella cambió 400.000 francos suizos por dólares justo antes de que el Banco Nacional Suizo pusiera un tope al tipo de cambio.
Hildebrand dijo que renunció porque no podía comprobar que su esposa había actuado independientemente, pero eso no sería una buena excusa. Un banquero central que puede manipular la moneda con reserva oficial no puede permitir que su esposa apueste con ello: eso implica poner las ganancias privadas antes que el servicio público.
Hildebrand siempre pareció un extraño pájaro cosmopolita en el nido de los banqueros centrales. No sólo había sido educado en Toronto y Oxford y trabajado en un hedge fund, también tenía buen aspecto, era un robusto ex miembro del equipo nacional de natación de Suiza. Era el ejemplo caminante y pensante de un hombre de Davos.
En la práctica, Hildebrand no le hizo a los bancos suizos ningún favor, impuso sobre ellos uno de los estándares más estrictos en el mundo y era muy respetado por sus compañeros banqueros centrales. Pero así como la esposa del César tiene que estar por encima de la sospecha, también deben estarlo los Césares de la política monetaria y la regulación financiera.
Los bancos centrales del mundo serán menos entretenidos sin los Hildebrands, pero debieran ser lo más aburridos y respetables posible en este momento. El precio de un estilo de vida millonario es alto.
se busca banquero central opaco
Hay fuertes razones de por qué los banqueros centrales son tradicionalmente figuras opacas, a menudo académicos como Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, y Ben Bernanke, presidente de la Fed.
Ellos ejercen un enorme poder con responsabilidad limitada; las decisiones de tasas de interés se mantienen lejos de los políticos para evitar inflación, así que la más mínima señal de parcialidad sería fatal.
Los banqueros centrales ya tienen suficientes problemas de credibilidad tal como están las cosas. Las minutas de la Fed dadas a conocer este mes registraron momentos estremecedores durante los últimos días de liderazgo de Alan Greenspan, cuando la Reserva Federal pensó que la burbuja inmobiliaria no estallaría o no causaría tanto daño. Las reuniones afables y llenas de risas sonaron atrozmente complacientes.