California sale del infierno, pero ahora se está hundiendo bajo el agua
En el norte del estado, el desbordamiento de los ríos ha obligado a evacuar numerosas granjas y ha dejado ya varios muertos.
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Seguramente en los últimos días los habitantes de California deben haber recordado ese antiguo refrán que dice que hay que tener cuidado con lo que se desea porque se puede hacer realidad.
Después de seis años de la peor sequía de su historia, el estado más rico y poblado de EEUU, finalmente está viendo regresar las lluvias. Pero las precipitaciones, que llegaron precisamente con el comienzo del nuevo año, se han presentado con tanta intensidad que la sequía ha dado paso a extensas inundaciones. La lluvia ha sido tan abundante y se ha descargado con tanta furia que en apenas un par de semanas la mayoría de las reservas del estado ya estaban por sobre su promedio histórico para el mes.
En el norte del estado, el desbordamiento de los ríos ha obligado a evacuar numerosas granjas y ha dejado ya varios muertos. Los servicios meteorológicos advertían el viernes que grandes tormentas volverían a provocar complicaciones esta semana, emitiendo alertas de inundaciones en las ciudades de San Francisco, Los Angeles, San Diego y Sacramento, entre otras, y llamando a los conductores a evitar trasladarse por posibles aluviones y cortes de carreteras en las áreas cordilleranas colapsadas por la nieve.
Del cielo a la tierra
Hace apenas cinco meses el panorama era completamente distinto. Devastadores incendios arrasaban 1.600 hectáreas en el norte de San Francisco. Hasta agosto del año pasado, más de 120 mil hectáreas habían sido destruidas por 4.800 incendios, 20% más siniestros que el año anterior a la misma fecha.
El Servicio Forestal de EEUU había estimado en junio que 26 millones de árboles habían muerto en la región de la Sierra Nevada debido a la sequía y altas temperaturas, convirtiéndose en potencial combustible para las llamas.
La severa escasez de agua llevó al gobernador Jerry Brown a declarar estado de emergencia en 2014 y a imponer una serie de restricciones al consumo de agua. Al año siguiente, 94% del estado se encontraba en situación de sequía y las autoridades decidieron recortar el suministro de agua en 25% a los residentes de las ciudades y agricultores.
Incluso con las últimas precipitaciones, los expertos advierten que el déficit hídrico es tan severo que todavía se necesitarían varios años de fuertes tormentas como las actuales para recuperar lo perdido.
La sequía no es sólo una amenaza para la seguridad de los 38 millones de habitantes de California, sino también un serio riesgo para la mayor economía del país. Con un PIB de US$ 2,5 billones (millones de millones), mayor que el de Francia, California es el principal motor de EEUU, y aporta por sí sola hasta 14% de todo el producto nacional.
Según un estudio del UC Davis Center for Watershed Sciences, el costo total de la sequía en el estado habría ascendido a U$ 600 millones el año pasado, eliminando además 4.700 empleos. En 2015, en tanto, el impacto habría llegado a US$ 2.700 millones y 21.000 puestos de trabajo.
Por eso, el regreso de las lluvias es una buena noticia, sobre todo para la importante industria agrícola del estado, que genera US$ 40 mil millones al año, aunque las inundaciones no dejarán de tener también un impacto económico, con severos daños a la infraestructura.
Delicado equilibrio
Pese a las últimas lluvias, hasta la semana pasada, un 44% del estado se mantenía todavía bajo condición de sequía, sobre todo en el sur de California, donde las precipitaciones no han llegado de manera tan abundante.
De ahí que la gestión de las reservas sea un factor clave. Las autoridades están liberando parte del agua en los tranques para evitar que sean sobrepasados, pero deben tener cuidado porque si las lluvias se van tan rápido como llegaron podrían perder una oportunidad dorada.
Las esclusas de la reserva de Sacramento fueron abiertas hace dos semanas por primera vez en una década, descargando el agua hacia las planicies colindantes para sacar presión al río del mismo nombre y proteger a la ciudad.
“Siempre es una cosa por otra y nunca se sabe si se está tomando la decisión correcta”, dijo a Bloomberg Jay Lund, director del UC Davis Center for Watershed Sciences.