Hora

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 2 de marzo de 2012 a las 05:00 hrs.
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Cuando hay eclipse de sol con el consiguiente oscurecimiento prematuro, los animales se van a dormir. Así de simple. Su instinto natural se acopla con los ritmos del sol. Sale el sol, ellos se levantan y empiezan su jornada. Declina, se apaga el sol, ellos vuelven a su guarida y se disponen al reposo.

Durante milenios el hombre ciñó su agenda diaria, mensual y anual a este mensaje del astro-rey. Él es la fuente de la luz, del calor y de la vida, por lo que sus signos indicativos tienen mucho de imperativo. El descubrimiento del fuego y, más tarde, de la luz eléctrica permitió prolongar la diaria jornada e incluir actividades nocturnas. Globalmente, sin embargo, el hombre respetó la sabiduría del ciclo solar tanto en la vida rural como en el trajín de la ciudad industrial. Las imprescindibles horas de sueño requieren que se apague la luz y se cancelen los ruidos. Tanta fatiga y tensión acumuladas en el trabajo encuentran en la intimidad y silencio del hogar el escenario propicio para su creativa distensión. El derecho ampara esta sabiduría de la naturaleza condenando las actividades nocturnas generadoras de estrépito y calificando como agravante la circunstancia de cometer un delito durante la noche. Personas y comunidades que rezan el oficio divino acomodan sus tiempos de oración a los sucesivos momentos y posturas del sol: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, Vísperas, Completas reproducen el nacer, crecer, resplandecer, declinar y reposar del astro-rey, figura de Jesucristo. Esta soberanía solar se manifiesta en la elección del nombre para el día de liberación de la esclavitud del trabajo: es el día del sol, Sunday, Sonntag. La celebración de nuestra Navidad surgió también del solsticio de invierno en el hemisferio norte: los primeros cristianos aplicaron a Cristo el culto que los paganos rendían al Natalis Invicti, es decir, el día en que nació el Invicto, el Inmortal, el Sol de Justicia.

En una cultura marcada por el retorno a la naturaleza y el aprecio de una sana ecología, consideraciones de este tipo deberían tener mayor vigencia y peso a la hora de experimentar con la manipulación de los ciclos de levantarse y acostarse. Se aducen argumentos supuestamente basados en menor consumo de energía, menor tasa de delitos vespertinos, menor accidentalidad en el tránsito, mayor espacio para actividades recreativas o productivas. Se olvida a ese universo de millones que, sacrificados por estas manipulaciones experimentales y unipersonales, deben levantarse y marchar a la escuela cuando todo está oscuro, y acostarse cuando todavía hay sol. Este rechazo a imposiciones antinaturales, más el desorden que esta alteración de ciclos ocasiona en cuerpos y mentes de jóvenes educandos parecen recomendar un retorno a la sabiduría solar. Cada cosa, cada actividad tiene su hora. Y el Astro-Rey es el señor de las horas.

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