Ex líderes reformistas lamentan el estado actual de China
“Hoy la gente no tiene ideales ni pasión. En medio de la degeneración moral, sólo quieren dinero”, lamenta un ex funcionario.
Por: | Publicado: Miércoles 5 de junio de 2013 a las 05:00 hrs.
- T+
- T-
Por Verna Yu
Una vez quisieron conducir al país hacia la democracia, pero cuando los tanques entraron a Beijing y dispararon para acabar con los estudiantes del movimiento pro democracia en la Plaza de Tiananmen en la madrugada del 4 de junio de 1989, todo cambió.
Los conservadores se impusieron a los reformistas, y los aliados del expulsado líder partidario Zhao Ziyang e intelectuales liberales se convirtieron en víctimas de la represión.
Algunos fueron exonerados, encarcelados o huyeron del país. Hoy dicen que el gobierno los sigue rechazando. Muchos exiliados no pueden volver y los que se quedaron viven al margen de la sociedad. No pueden trabajar en el sector público, ni publicar sus obras o dar su opinión abiertamente. Con frecuencia son vigilados.
Bao Tong, importante asesor de Zhao, fue encarcelado y ahora está bajo arresto domiciliario.
Bao, de 81 años, dice que “no se arrepiente”, pero lamenta que hoy, a diferencia de entonces, sea difícil proponer nuevas ideas.
Chen Yizi, ex subordinado de Bao, debió huir en 1989 a Francia. En una reciente entrevista desde EEUU, donde vive actualmente, dijo que hizo todo lo posible por evitar la tragedia, pero que terminó acusado de ser el vínculo entre Zhao y los estudiantes.
Zhang Lifan, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales, fue invitado por el gobierno a mediar en el conflicto, pero luego quedó bajo investigación. Su prometedora carrera terminó y fue obligado a renunciar. Imposibilitado de volver a alguna universidad, todas estatales, se dedicó al comercio.
“Ahora sabemos que con tal de mantener el régimen, son capaces de cualquier cosa. Muchos se desilusionaron”, asevera.
Wu Guoguang, ex editor del People’s Daily y autor de los discursos de Zhao, es uno de ellos. En 1987, con apenas 30 años, trabajó en el informe del Partido Comunista para las reformas del congreso trece.
Abandonó Beijing en febrero de 1989 para estudiar en Harvard, pero tras la matanza no regresó por miedo a ser arrestado.
“Todas las reformas por las que trabajamos fueron eliminadas”, dice Wu, actualmente profesor de la Universidad de Victoria, en Canadá. “La gente que compartía nuestros ideales fue asesinada en la plaza”.
Antes de la matanza, Wu confiaba en la democratización en su país.
“Queríamos cambiar el régimen desde adentro. Creíamos que podíamos hacer de China un país democrático en diez o quince años. Nunca pensé que 25 años después sería peor que antes”, dice.
Estos antiguos líderes están decepcionados por cómo evolucionaron las cosas.
La represión terminó las incipientes reformas políticas, como la ley de libertad de prensa y el consenso alcanzado en el congreso trece para separar las funciones del partido y el Estado.
En las dos décadas siguientes, el desarrollo económico bajo el gobierno unipartidario y la falta de reformas políticas llevó a un capitalismo de amigos, una corrupción rampante, desigualdades sociales y degradación ambiental.
“Hoy la gente no tiene ideales ni pasión. En medio de la degeneración moral, sólo quieren dinero”, lamenta Chen. “Obviamente la situación actual está vinculada directamente con la represión”.
Una vez quisieron conducir al país hacia la democracia, pero cuando los tanques entraron a Beijing y dispararon para acabar con los estudiantes del movimiento pro democracia en la Plaza de Tiananmen en la madrugada del 4 de junio de 1989, todo cambió.
Los conservadores se impusieron a los reformistas, y los aliados del expulsado líder partidario Zhao Ziyang e intelectuales liberales se convirtieron en víctimas de la represión.
Algunos fueron exonerados, encarcelados o huyeron del país. Hoy dicen que el gobierno los sigue rechazando. Muchos exiliados no pueden volver y los que se quedaron viven al margen de la sociedad. No pueden trabajar en el sector público, ni publicar sus obras o dar su opinión abiertamente. Con frecuencia son vigilados.
Bao Tong, importante asesor de Zhao, fue encarcelado y ahora está bajo arresto domiciliario.
Bao, de 81 años, dice que “no se arrepiente”, pero lamenta que hoy, a diferencia de entonces, sea difícil proponer nuevas ideas.
Chen Yizi, ex subordinado de Bao, debió huir en 1989 a Francia. En una reciente entrevista desde EEUU, donde vive actualmente, dijo que hizo todo lo posible por evitar la tragedia, pero que terminó acusado de ser el vínculo entre Zhao y los estudiantes.
Zhang Lifan, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales, fue invitado por el gobierno a mediar en el conflicto, pero luego quedó bajo investigación. Su prometedora carrera terminó y fue obligado a renunciar. Imposibilitado de volver a alguna universidad, todas estatales, se dedicó al comercio.
“Ahora sabemos que con tal de mantener el régimen, son capaces de cualquier cosa. Muchos se desilusionaron”, asevera.
Wu Guoguang, ex editor del People’s Daily y autor de los discursos de Zhao, es uno de ellos. En 1987, con apenas 30 años, trabajó en el informe del Partido Comunista para las reformas del congreso trece.
Abandonó Beijing en febrero de 1989 para estudiar en Harvard, pero tras la matanza no regresó por miedo a ser arrestado.
“Todas las reformas por las que trabajamos fueron eliminadas”, dice Wu, actualmente profesor de la Universidad de Victoria, en Canadá. “La gente que compartía nuestros ideales fue asesinada en la plaza”.
Antes de la matanza, Wu confiaba en la democratización en su país.
“Queríamos cambiar el régimen desde adentro. Creíamos que podíamos hacer de China un país democrático en diez o quince años. Nunca pensé que 25 años después sería peor que antes”, dice.
Estos antiguos líderes están decepcionados por cómo evolucionaron las cosas.
La represión terminó las incipientes reformas políticas, como la ley de libertad de prensa y el consenso alcanzado en el congreso trece para separar las funciones del partido y el Estado.
En las dos décadas siguientes, el desarrollo económico bajo el gobierno unipartidario y la falta de reformas políticas llevó a un capitalismo de amigos, una corrupción rampante, desigualdades sociales y degradación ambiental.
“Hoy la gente no tiene ideales ni pasión. En medio de la degeneración moral, sólo quieren dinero”, lamenta Chen. “Obviamente la situación actual está vinculada directamente con la represión”.