Las últimas cartas que juegan Bachelet y Matthei
Las dos candidatas aparecen autoimponiéndose una meta, donde parte del interés por lograrla radica en que ello redunde en el resultado de las parlamentarias.
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Cuando quedan 10 días para las elecciones, el clima de expectación del que ha carecido esta campaña lo terminó instalando la incertidumbre de si se cumplirá la aspiración de Michelle Bachelet de ganar en la primera vuelta o si, por el contrario, Evelyn Matthei conseguirá su propósito de pasar al balotaje.
Ésa es la gran incertidumbre respecto a lo que sucederá en las presidenciales del domingo 17, porque ni en las coaliciones, ni tampoco los expertos electorales, tienen todos los antecedentes como para hacer una apuesta con certeza, porque existe coincidencia en que las posibilidades para una u otra opción están en el límite.
Con encuestas que indican que los dos escenarios son posibles, puesto que las cifras dan que Bachelet podría obtener desde un 48% a un 52%, está claro que lo que ocurra es impredecible, sobre todo en un esquema de voto voluntario, en que mucho depende de cuánta gente decida participar en las elecciones.
Más allá de cuál sea la cifra -que se calcula entre 7 y 9 millones de electores- las estimaciones políticas apuntan a que las posibilidades de que la abanderada del pacto Nueva Mayoría se imponga en la primera vuelta son mayores, en la medida en que la participación sea menor. Ello, entre otras cosas, porque el aumento del caudal electoral podría producir una dispersión de votos entre el resto de los candidatos, que le impediría obtener la mayoría absoluta.
Pero aún cuando esta duda le ha puesto una dosis de tensión o interés a la elección presidencial, sobre todo cuando las dos principales candidaturas aparecen jugadas para que se dé uno u otro escenario, ni el mundo bacheletista, ni tampoco en el oficialismo, le adjudican una gran trascendencia, porque en los dos sectores admiten que ambas posibilidades pueden tener beneficios, como también riesgos.
Expectativas bacheletistas
En esta recta final, con resultados de encuestas que dan como probable el triunfo de Bachelet en primera vuelta, tanto la propia candidata como los dirigentes políticos de su sector, han reforzado la convoctoria para que los electores acudan a votar con el fin de lograr la meta. Pero más que con la expectativa de alcanzarla, el fortalecimiento de esa idea -que el presidente del PS, Osvaldo Andrade, graficó diciendo “hagámosla cortita”- apunta fundamentalmente a estimular a aquellos electores que no tienen interés de participar al percibir que la carrera está corrida.
Eso no quiere decir que en la oposición no aspiren a ganar el próximo 17, sino por el contrario, están jugados para ello porque creen que efectivamente el triunfo le daría una fuerza especial a Bachelet para impulsar sus propuestas, aun cuando sus parlamentarios no consigan un respaldo similar al de ella. También creen que si no hay balotaje, no tendrían que buscar el apoyo de los otros candidatos para conseguir la mayoría con que pretenderían imponerse a Matthei en caso de que las dos terminen confrontadas.
Pero ni en el comando, ni en los partidos, están trabajando sobre la base de que es la opción segura, sino por el contrario, están preparados para un escenario de segunda vuelta, al que no le adjudican dramatismo.
De hecho, no son pocos los que consideran que incluso podría ser más beneficioso, porque en caso de obtener la mayoría absoluta, lo probable es que no se encumbre muy por encima del 50%. Una situación que podría aparecer como un desmentido a que la inmensa mayoría del país está con ella, desde el momento en que los resultados indicarían que la mitad se inclinó por otra opción. En ese contexto, piensan que sería preferible arrasar en el balotaje, sobre todo, porque ello significaría propinarle una fuerte derrota a la derecha, dejándola debilitada para oponerse a los cambios que propondrá Bachelet.
Matthei tras el balotaje
Con un entusiasmo similar a aquel con que la oposición se ha planteado la meta de ganar en primera vuelta, en el oficialismo aparecen jugados para impedirlo. Comenzando por la propia Evelyn Matthei, la posibilidad de pasar al balotaje es el desafío que se han autoimpuesto, por lo que el solo hecho de alcanzarlo, podría interpretarse como un triunfo.
La sensación que impera al interior de la Alianza es que no pasar a la segunda vuelta por primera vez desde las elecciones de 1993, sería un rotundo fracaso, especialmente considerando que están en el gobierno. Por eso, entre los argumentos que se esgrimen para apostar al balotaje, es que se abriría una posibilidad para que Matthei pueda exponer sus ideas frente a las de Bachelet -lo que ha sido prácticamente imposible con la presencia de otros siete candidatos- situación que podría colaborar a que las ideas de la derecha no queden sepultadas con una derrota el domingo 17.
No por esto, sin embargo, desconocen que en un posible balotaje existe el riesgo de perder por una distancia demoledora, teniendo en cuenta entre otros factores, que difícilmente el electorado de los candidatos menores se inclinaría por la opción de Matthei, porque los únicos con que podrían haber contado era con los de Franco Parisi, opción que murió después de las denuncias que hizo la candidata.
Este último escenario es el que hace sostener a algunos que es preferible una derrota en primera vuelta, para no exponerse a que en la contienda final Bachelet arrase marcando un contraste con todas las últimas elecciones en que la diferencia entre los dos bloques ha sido mínima.
Pero aun así, parece tener más fuerza el criterio contrario, por consideraciones como que el paso la segunda vuelta podría entusiasmar a electores que no participaron, logrando quedar en un umbral de 40%, que no se estima poco en un cuadro como el que enfrenta el oficialismo.
Impacto en parlamentarias
Con un resultado final frente al que no existe incertidumbre, tanto el llamado de Bachelet para acudir a votar con el estímulo de ganar en la primera vuelta, como el de Matthei para que haya segunda, está fundamentalmente relacionado con el impacto que las presidenciales puedan tener en las elecciones parlamentarias.
En el pacto opositor reconocen que existe cierta preocupación porque, a diferencia de lo que ocurrió en 2005, cuando Bachelet sacó menos votos que los parlamentarios, ahora son éstos los que exhiben un respaldo significativamente menor, situación que podría incidir en las expectativas de obtener una amplia mayoría en el Congreso.
Eso es lo que explica que, pese a saber que ella no corre riesgos, la candidata esté llamando a sus electores a no confiarse, porque es la manera de impulsarlos a participar, partiendo de la base que si lo hacen, se incrementará el apoyo a la lista parlamentaria.
Esa misma realidad que parte del supuesto que la presidencial está definida, es también la que inquieta al oficialismo en relación con sus candidatos, porque por la razón contraria al caso de Bachelet, el que se perciba que Matthei no tiene opciones, tendría el efecto de que electores que podrían inclinarse por la derecha, no tengan interés en votar.
Es por eso que en el caso de la abanderada aliancista, aún cuando tenga menos respaldo que los parlamentarios, la meta de pasar a segunda vuelta se ha planteado también como una posibilidad de estimular a aquellos desinteresados a que voten, con el fin de que si lo hacen, ello redunde en mejores resultados para los aspirantes al Congreso.
Estimaciones coincidentes
Con un panorama en que las presidenciales no representan gran incertidumbre, excepto si se definirá en 10 días más o el 15 de diciembre, en ambas coaliciones reconocen que el principal desafío que les queda de aquí al 17 es fortalecer sus candidaturas parlamentarias, donde la confrontación se da en la intención opositora de lograr el máximo de doblajes, frente a la aspiración oficialista de impedirlos.
Tanto en uno como en otro sector coinciden en que el pacto opositor obtendrá más representantes en el Congreso, lo que sería un triunfo porque con mayoría en ambas Cámaras podrían aprobar algunas leyes que no requieren quórums especiales, pero simultáneamente apuntan a que es difícil, o casi imposible, que consigan el número de parlamentarios que se necesita para sacar adelante algunas de las principales propuestas del programa bacheletista.
De acuerdo a los cálculos que manejan en ambas coaliciones, las posibilidades de doblaje para el pacto Nueva Mayoría oscila de 2 a 4 casos en senadores, mientras que en diputados la cifra fluctúa entre 8 y 10, con lo que no se modificarían los quórums que se exigen para aprobar reformas de fondo, especialmente al sistema político.
Pero esas son sólo estimaciones, porque al final la gran coincidencia a días de esta elección, es que nadie sabe cómo se comportará el electorado cuando no estará obligado a acudir a las urnas.