El próximo 28 de julio, y luego de un muy disputado duelo electoral que se zanjó en una estrecha segunda vuelta, el presidente electo Pedro Pablo Kuczynski tomará las riendas del gobierno del vecino país del norte con un programa económico decidido a consolidar tasas de crecimiento anuales en torno a 5%. Con una agenda para los próximos cinco años que incluye metas concretas y medibles en su performance económica, PPK podría terminar de pavimentar la senda que ha seguido el Perú y que ha tenido una importante inspiración en lo realizado por nuestra nación en el pasado reciente, camino que de recorrerse según el plan de vuelo trazado dejaría a ese país muy cerca de Chile en términos de PIB per cápita a paridad de poder de compra.
Los empresarios chilenos, y ahora con mayor razón, no han escatimado elogios hacia el vecino país, reivindicando no sólo las apuestas hechas en años pasados en materia de inversión, sino que también evaluando la posibilidad de elevar el número de las fichas en ese mercado. Se trata de una aproximación bien aspectada a la luz de lo que es razonable esperar en materia de inversión, empleo y presión por mayor consumo de grupos sociales emergentes peruanos.
Con todo, el nuevo gobierno deberá enfrentar un incómoda realidad política, con un Congreso que no promete ser favorable dada la mayoría fujimorista. El principal reto estará justamente en la gestión política de modo de lograr materializar las medidas que reforzarían una expansión de la economía, cuidando que ello no derive en desequilibrios, en donde el fiscal se inscribe entre los que se deben tener a la vista en los meses que vienen.