El segundo Informe de Política Monetaria (IPoM) divulgado ayer por el Banco Central fue portador de malas noticias en una de las dimensiones más relevantes a tener en cuenta para proyectar la performance futura de la economía. De acuerdo con el instituto emisor, este año la inversión o formación bruta de capital de trabajo experimentará una contracción de 2,4%, lejos del ya pobre crecimiento esperado en el IPoM anterior de sólo 0,5%.
Esta estimación, así como la rebaja del techo del rango previsto de PIB para este año a un 2%, conforman y confirman un escenario desalentador que amenaza con prolongarse en el tiempo, todo, además, en un día en que el propio Banco Central informó que el nivel de actividad del cuarto mes del año se situó en un magro 0,7%, lejos de las estimaciones de mercado.
Como se ve, la evidencia del débil momento económico que atraviesa el país no sólo es abundante y prolongada, sino que promete ser persistente, generando una posición desmedrada en el entorno competitivo en que se desenvuelve Chile. Mientras varias economías regionales acusan impactos menores que Chile en materia de crecimiento o se adentran en rumbos más prometedores de la mano de cambios políticos, la sensación de estancamiento decanta y crece en estas latitudes, sin que el ejercicio retórico de darle prioridad a la economía surta efecto.
Un cambio real de rumbo requiere de señales más robustas que instalen la idea de los perfeccionamientos que pueda requerir el país se harán en forma dialogada y sin postergar acciones concretas que permitan crecer al potencial y, ojalá, elevar dicha capacidad de crecimiento.