El arribo de Theresa May al número 10 de Downing Street, la definición del equipo más cercano a la primera ministra que instrumentará el mandato de salida de la Unión Europea resuelto en el referendum del pasado 23 de junio y la decisión, ayer, del Banco de Inglaterra de operar con cierta “sangre fría”, sin precipitar medidas frente a esta coyuntura han conformado un escenario de menos ansiedad frente a lo que se temía podía ser un cuadro de trastornos sustantivos en un aún convaleciente entorno macro.
Las señales de este estado de ánimo se están expresando de manera evidente en los mercados y en la cotización de algunas monedas, cuestión que en todo caso no debe llevar a cantar victoria, dado que desde un principio se advirtió que las implicancias de este proceso decantarán en el tiempo, entre otras cosas con las dinámicas que se puedan activar o desactivar en otras naciones en donde han ganado adeptos los denominados euro escépticos.
Con todo, y aunque aún hay quienes creen que podría darse un nuevo referendum, las señales claras que ha dado la nueva primera ministra, son un factor de estabilización clave en el camino de corto plazo que ha seguido este tema.