Desigualdad y posverdad
Susana Jiménez Subdirectora Libertad y Desarrollo
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Susana Jiménez
La semana pasada se anunció que el término posverdad será incluido en el diccionario de la RAE, representando “toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público”. Bastante de eso sabemos, pues en política ha sido tema recurrente. Se trata de afirmaciones que de tanto repetirse se toman por ciertas, aun cuando no tengan ningún asidero en la realidad.
Lo anterior aplica particularmente a la discusión sobre la desigualdad en Chile; no porque ésta no exista, sino porque algunos sectores han pretendido convencernos que ella se debe y se acrecienta producto del modelo económico de libre mercado. Las cifras, sin embargo, lo refutan, razón por la cual no ha quedado más que buscar argumentos subjetivos para sustentar sus acusaciones.
Lo primero que hay que aclarar es la enorme contribución que ha significado el sistema económico para el progreso del país. En 40 años el PIB real se ha multiplicado por cinco, lo que ha permitido mejoras en todos los indicadores socioeconómicos, tales como expectativa de vida, mortalidad infantil, cobertura de agua potable y alcantarillado, acceso a la educación, disponibilidad de bienes y servicios, etc. Una mejora de calidad de vida que ha beneficiado a todos, especialmente a los más vulnerables. En efecto, la reducción de la pobreza es por lejos la mejor noticia, puesto que, de acuerdo a cifras del PNUD, de 68% de compatriotas que vivían en esta condición en 1990, hoy no superan el 12%.
Ante este innegable progreso, los detractores de siempre han enarbolado la bandera de la desigualdad, como el pecado capital del sistema económico. Pero tampoco acá los datos les acompañan: cualquiera sea el índice utilizado (el famoso Gini o la razón entre quintiles), lo que se observa es una mejoría sostenida en los últimos 25 años. Es más, considerando las transferencias no monetarias del Estado en educación, salud y vivienda, nuestro Gini se reduce en 11 puntos, ubicándonos en niveles similares a los de los países más desarrollados.
Incluso más, de acuerdo al Índice de Desarrollo Humano del PNUD –que considera aspectos de salud, educación y calidad de vida- nos ubicamos como el país con mayor desarrollo humano de la región y número 38 del mundo.
Esta evidencia aturde, pero no mata, el relato anti-sistema, pues ahí es cuando entra a jugar la posverdad. Al alero del propio PNUD, la consigna parece ser si los datos no ayudan, bien podemos relativizarlos. Es así como, basado en “percepciones” llega a la conclusión de que existiría “evidencia mixta” sobre las tendencias de la desigualdad. El problema es que al igual como en Chile muchos sienten que existe alta desigualdad pese a las mejoras, también lo perciben así los portugueses, eslovenos e italianos con índices de Gini aún mejores.
Resulta evidente que basar conclusiones en antecedentes altamente subjetivos no sólo distorsiona la realidad, sino que además alimenta la retórica de los populistas. En tiempos de posverdad los ciudadanos debemos redoblar los esfuerzos por buscar evidencia que contribuya a construir diagnósticos acertados y, sobre la base de ellos, políticas públicas apropiadas.