Crecimiento y calidad de vida
Sub Directora Libertad y Desarrollo
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Susana Jiménez
En Chile el 60% de la población no supera los 40 años. Es por ello que la mayoría de nuestros compatriotas no vivieron los avatares de un sistema económico alternativo, de carácter centralizado y estatista. Es comprensible entonces que algunos tiendan a ver con más simpatía mensajes que anteponen la igualdad sobre la justicia, las soluciones públicas sobre las privadas y el paternalismo estatal sobre las responsabilidades individuales.
A nuestros jóvenes no les conmueve escuchar de un país donde en los años 70 la expectativa de vida era de apenas 64 años (hoy supera 80 años); en que la desnutrición infantil alcanzaba al 15,5% (hoy bajo el 0,5%); el acceso urbano a alcantarillado cubría apenas el 37% (hoy 99,6%); y el promedio de años de estudio no superaba los 4,5 años (hoy 11 años). ¡Es que nacieron en otra época! Una que ya daba cuenta del progreso socioeconómico resultante de un amplio proceso de reformas, tendientes a liberalizar la economía y desmantelar los monopolios estatales.
Sin embargo, no se necesita ir tan atrás para ilustrar los cambios alcanzados bajo el sistema de libre mercado. Los jóvenes veinteañeros nacieron en un país donde aún había profundas diferencias en el acceso a bienes y servicios entre los sectores más pobres y los más ricos: en el Chile de los 90 casi no existía tratamiento de aguas servidas y muy pocos podían aspirar a la educación superior. Además el acceso a bienes materiales era muy limitado y acotado a los segmentos socioeconómicos más altos; de hecho, tener refrigerador o lavadora era un lujo para quienes vivían en las comunas más pobres del país.
La transformación económica iniciada a mediados de los 70 y profundizada en las décadas posteriores, se tradujo en importantes tasas de crecimiento económico, lo que alentó una gradual convergencia de Chile hacia los niveles de países más desarrollados. Así, mientras nuestro PIB per cápita era inferior a un cuarto del de EEUU en 1990, ya en el año 2010 bordeaba el 40%.
Lo anterior trajo aparejado dos importantes resultados. Primero, una drástica reducción de la pobreza, que cayó de 38,6% en 1990 a menos del 12% el 2015, reduciendo a su vez la pobreza extrema de 13% a 3,5%. A ello se sumó un acceso mucho más equitativo a bienes y servicios, lo que queda de manifiesto al constatar, por ejemplo, que más del 90% de los jóvenes del primer quintil tiene acceso a teléfonos móviles y que su conexión a internet ya alcanza niveles similares al promedio chileno de hace apenas dos años atrás (aprox. 58%).
El Chile de hoy es un país donde un porcentaje muy superior de la población tiene un estándar de vida más alto que el de décadas pasadas gracias a los frutos de las altas tasas de expansión económica. Es por eso que no podemos descuidar el crecimiento y que deben evitarse las políticas que desincentivan la actividad económica, como lo observado en los últimos tres años. De prolongarse la actual desaceleración económica inevitablemente habrá repercusiones indeseadas, como postergar los objetivos de superar definitivamente la pobreza y elevar la calidad de vida de todos los chilenos.