La transición al 2018
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Rodrigo Aravena
Estamos enfrentando un período sumamente importante. Atrás quedó el 2017, con todos sus problemas, incertidumbres y discusiones sobre una eventual recuperación; para enfocarnos en el devenir de este año, con todo lo que ello implica. En otras palabras, estamos enfrentado la transición al 2018.
El 2017 nos dejó tanto de dulce como de agraz. Lo más positivo fue la tendencia de la actividad, que pasó de una cuasi-recesión a comienzos de año a tasas cercanas al 3% en los últimos meses, dejando un buen punto de partida para este año. Sin embargo, es importante considerar que dicha mejora estuvo muy asociada a condiciones externas más favorables, principalmente, por el aumento en el precio del cobre. Es decir, este impulso no ha sido del todo atribuible a acciones locales pro crecimiento que se hayan tomado durante el año.
Este nuevo ciclo externo, con el replanteamiento en las directrices de las políticas públicas de un nuevo gobierno, da la oportunidad de enfocarse en desafíos que serán determinantes en el crecimiento del país en el futuro.
Uno de ellos es partir reconociendo que Chile perdió capacidad de crecimiento de manera importante durante los últimos años. Las estimaciones de PIB tendencial han caído a las cifras más bajas desde los años 80 (excluyendo el 2010, que disminuyó transitoriamente por efectos del terremoto del 27F), debido a la inédita y persistente caída de la inversión.
Dado que el ciclo minero no nos acompañará como lo hizo en el pasado, es urgente reactivar la inversión en otras áreas. En ese sentido, aspectos como lograr mayores eficiencias en tramitaciones de nuevos proyectos, intensificar concesiones, implementar mejoras y simplificar aspectos tributarios, además de generar confianza en aspectos institucionales del país, entre otros, pueden ser clave en la reactivación de la inversión.
Otro tremendo desafío es impulsar políticas públicas con un adecuado diseño, tramitación y discusión. Este punto cobra especial relevancia al considerar que hoy se discuten algunos cambios relevantes, como, por ejemplo, al sistema de pensiones.
Experiencias previas, como la Reforma Tributaria, que exigió ajustes a los pocos meses de ser aprobada, nos ofrecen lecciones para considerar en el futuro. Contar con tiempos adecuados de discusión, considerando impactos de largo plazo y el involucramiento técnico y activo de los sectores involucrados, es indispensable.
Este ciclo positivo genera tremendos desafíos en el manejo de la política económica, tanto para el gobierno como para el Banco Central. En el frente fiscal, el deterioro de las cuentas públicas sólo permite pensar en austeridad a través de menores déficits. No digo que se deba recortar el gasto, sino más bien evitar compromisos adicionales que se financien con los ingresos provenientes del mayor precio del cobre y del crecimiento económico. No cabe duda que los ciclos positivos, como el que estamos comenzando a vivir, dan la oportunidad de mejorar las cuentas fiscales sin que la medida sea dolorosa.
Finalmente, un tema que representa un desafío adicional, sobre todo en estos días, es evitar la tentación de intervenir el mercado cambiario como respuesta a la caída del dólar. Si bien desde mediados de diciembre el peso se ha apreciado cerca de 8%, esto es consistente con la mejora cíclica que experimenta Chile, reflejando que hay factores fundamentales detrás de esta tendencia.
La flexibilidad cambiaria es uno de los principales activos que posee el marco de políticas económicas del país, por lo que esta opción sólo debe reservarse para situaciones extraordinarias. Tengamos presente esto, ya que esta tendencia nos puede acompañar por un buen tiempo, sobre todo si el crecimiento es mejor de lo que pensamos.
La transición al 2018
 Un desafío adicional, sobre todo en estos días, es