Transición energética
LUIS LARRAÍN Libertad y Desarrollo
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Luis Larraín
El DF cumple 36 años. A mucha honra, he sido columnista la mayor parte de ellos. Hace 25 años lo era y se discutían los temibles efectos que algunos agoreros atribuían al año 2000 por el descalabro que produciría en los sistemas informáticos. Lo advertían consultores, auditores e informáticos. Se gastó gran cantidad de dinero en medidas preventivas y tiempo de ejecutivos y directores. Mi intuición me decía que era una exageración, gente ganando demás por esta histeria ante un problema técnicamente fácil de resolver. Pese a ello, la columna que escribí en el DF, si bien advertía sobre la exageración y exceso de gasto, fue un poco tibia para mis estándares. Ya en enero del 2000, demostrado que mi intuición era correcta, me arrepentí de no haber sido más jugado.
Me está pasando eso con el tema de transición energética. Quizás por temor a ser tildado de negacionista climático, un anatema. Estoy en desacuerdo con agendas rígidas que establecen metas cuantitativas con independencia de lo que ocurra entre medio. Chile está empeñado en una nueva agenda con la Cepal.
“La imposición de metas cuantitativas de descarbonificación traspasa el problema al Estado, donde personas que no sufren consecuencias económicas por sus decisiones, luchan por obtener medallitas de conciencia ecológica”.
Los precios son claves en las transiciones y constituyen las señales óptimas, no las cantidades. Los precios permiten que los agentes tomen decisiones racionales, que consideran riesgos. La imposición de metas cuantitativas de descarbonificación traspasa el problema al Estado, donde personas que no sufren consecuencias económicas por sus decisiones, luchan por obtener medallitas de conciencia ecológica imponiendo grandes costos a la población. Puede estar ocurriendo con el hidrógeno verde. Robert Bryce se ha atrevido a decir que el hidrógeno verde es una ilusión, que muchos proyectos en Dinamarca, Suecia, Noruega, Canadá y EEUU se empiezan a descartar porque sus costos son muy altos y la demanda insuficiente. Afirma que los precios actuales son prohibitivos y llegan a 10 veces el costo social del carbono que reemplazan. Cree que, pese a las ventajas de la energía solar y eólica, el futuro de Chile seguirá estando en la minería, la energía de distintas fuentes y la economía de exportación. Puede que haya un nicho para combustibles verdes como metanol o amoníaco, pero los hidrocarburos seguirán presentes por mucho tiempo. Opina que no debieran cerrarse plantas a carbón, a lo más parar algunas como hizo Alemania.
Las opiniones de Bryce en su visita a Chile provocaron reacción. Marcos Kulka de H2 Chile replica que, así como hay proyectos que se detuvieron, otros se inician. Hoy, hay 74 en distintas etapas y 10 ya están en funcionamiento. Reconoce que los precios del hidrógeno verde son caros, pero confía en la acción de los gobiernos a través de impuestos al carbono y subsidios a la demanda. Confía en que la industria se desarrollará en 6 años al 2030. Señala que los problemas de la permisología son un obstáculo, pero se están trabajando.
Es cierto de que hay interés de muchas empresas nacionales y extranjeras, pero aun así, al establecer anticipadamente las metas de descarbonificación al 2050 y 2030, sin tener una estimación afinada de la oferta que reemplazaría al carbón, se ha puesto la carreta delante de los bueyes.
Por último, lo ocurrido con la DANA en Valencia es aterrador. El Ministerio de Transición Ecológica de España destruyó 108 obras de embalse y regadío de aguas en 2021 para restablecer los cursos originales de las aguas. Los costos en vidas humanas de esa decisión han sido inconmensurables ¿No será hora de dejar de lado el voluntarismo ambiental?