Esta tierra de todos
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Un señor encontró a su vecino, un anciano de 86 años, haciendo hoyos en la tierra “¿Qué estás haciendo, Juan? preguntó. Plantando árboles de mango, replicó el anciano ¿Esperas comer mangos de esos árboles? dijo burlándose el vecino. No, a mi edad sé que no lo haré, habló el anciano. Pero toda mi vida he comido mangos, y no de un árbol que yo haya plantado. No hubiera yo tenido esos mangos si otros hombres no hubieran hecho lo que yo estoy haciendo ahora. Sólo trato de pagar a quienes plantaron los árboles de mango para mí”. Este breve cuento ilustra bien uno de los anhelos y preocupaciones del Papa Francisco desde el inicio de su pontificado: el cuidado responsable de la Creación. Lo recordó ya en su última encíclica e hizo referencia a ello en la invitación al encuentro de Río con los jóvenes, de ser custodios de lo creado.
“Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto. Quiere decir hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos”, dice el Papa.
El tema de la responsabilidad por el medioambiente se hará cada vez más urgente. Cada día que pasa es un día menos, si no se ha aprovechado para mejorar las condiciones de nuestro entorno. Tenemos solo este mundo. No existe uno de repuesto. Podremos, haciendo un ejercicio de aún ciencia ficción, pensar en habitar nuestro satélite cercano, la luna, o proyectarnos a una vida en otros planetas. Pero, así y todo, ésta será nuestra tierra por mucho tiempo aún.
Hace rato que rompimos la barrera de sustentabilidad del globo terráqueo, vale decir, gastamos más de lo que la tierra es capaz de reemplazar. Consumimos anualmente lo equivalente a casi un mundo y medio. Lo peor, es que más del 70% de ese consumo lo realiza solo un porcentaje modesto de la humanidad: menos del 25%. Entre ellos, usted y yo. De no revertirse el uso de los bienes, llegaremos muy mal al cambio de siglo.
Juan Pablo II acuñó la sabia expresión de “hipoteca social” sobre los bienes de que disponemos, y de “ecología humana”, para hacer referencia que el cuidado del medio ambiente pasa por el cuidado del hombre y viceversa. Somos meros administradores de algo que siempre pertenece a todos.
“Si el alimento se comparte de modo equitativo, con solidaridad, nadie carecería de lo necesario, cada comunidad puede ir al encuentro de las necesidades de los más pobres”, dice Francisco. Ecología humana y ecología medioambiental caminan juntas. La naturaleza nos lo recuerda con urgencia.