Las razones detrás de la aguda desaceleración en el crecimiento hay que buscarlas más dentro que fuera de Chile. Una agenda político-legislativa muy ambiciosa, que intenta generar cambios profundos en nuestra sociedad en un corto período de tiempo, es hoy el factor más relevante para explicar la incertidumbre exacerbada que afecta a los principales tomadores de decisiones económicas en el país. Reforma tributaria, reforma educacional, reformas políticas, reforma laboral, reformas al sistema de salud, reformas al sistema de pensiones, son parte de la agenda del actual gobierno, que tiene una peligrosa motivación “refundacional”. No tiene sentido calificar la reacción de los empresarios como tendenciosa ni mucho menos conspirativa o en defensa de posturas políticas determinadas, la reacción es pragmática.
Este país per se ya está expuesto a mucha volatilidad económica, en la medida que es pequeño y muy integrado comercial y financieramente al resto del mundo. El éxito en materia de crecimiento económico ha estado asociado a la calidad de nuestras propias instituciones. Banco Central independiente, regla fiscal que limita la discrecionalidad en el gasto público, y una regulación y vigilancia hacia el sistema financiero que anticipa deterioros sistémicos, son activos valiosos que han permitido atenuar el impacto de los ciclos económicos externos sobre nuestro país. Otro gran activo estuvo en la prudencia mostrada en los gobiernos de la Concertación. La mesura puede haber estado inspirada en “cuidar” la nueva democracia, en una transición compleja, que sin duda heredaba muchos “amarres político-institucionales” de la dictadura militar, pero tuvo un corolario positivo, cuál fue el instalar, quizás en algunos casos más por necesidad que por convicción, la llamada Política de los Acuerdos, que permitió realizar importantes reformas en un clima de cooperación constructiva.
No hemos mejorado la distribución del ingreso, pero hemos multiplicado nuestro ingreso per cápita en 2,5 veces y reducido los niveles de pobreza a un tercio desde 1990. Incluso hemos realizado avances en educación, salud, vivienda y pensiones, temas de gran impacto social. ¿Qué explica entonces este ánimo tan auto-flagelante y refundacional mayoritario en la coalición gobernante? La “captura” de la clase política en manos de “la calle”. El mundo político jugando una especie de reality, donde la “puntuación” de su actuar la determina la calle, y es sólo dándole el gusto, que se garantiza la continuidad en el poder. ¿Representa la calle el sentir mayoritario de la población? No, tal cual lo muestran las numerosas encuestas que registran nítidamente una mayoritaria oposición a cambios extremos.
Hasta el menos experimentado de los políticos sabe que cuando la economía se cae, afectando seriamente el empleo, el respaldo político ciudadano se mueve en la misma dirección. Las cifras que se irán conociendo para los próximos meses serán aún peores, lo que motivará un golpe de timón en la agenda política legislativa. Para recuperar la confianza económica, el cambio tendrá que orientarse hacia una agenda menos numerosa, que sacrifique algunas áreas de reforma, como la laboral o la de salud, y/o la haga menos extrema en sus propuestas, buscando consensos amplios. El deterioro en el crecimiento tendrá un corolario positivo: no hay mal que por bien no venga.