El miércoles recién pasado la Comisión de Constitución despachó el proyecto sobre el AVP. Siendo éste un proyecto que regula a los convivientes, resulta paradójico que los únicos promotores de esta propuesta sean los grupos de lobby homosexual. Sumando a esto que los mismos coinciden en que este es solo un hito para lograr matrimonio con adopción de hijos. Analizando lo anterior, vale la pena ser sinceros en el debate y preguntarnos , ¿es conveniente o no redefinir el matrimonio? Si llegáramos a la conclusión de que lo es, es importante que incorporemos en esta discusión los aspectos que hacen que un matrimonio sea lo que es de manera de contrastarlos con los argumentos que los sustentan.
La premisa instalada en el debate, y que se utiliza para afirmar que el matrimonio “discrimina” -porque no incluye otros tipos de relaciones amorosas-, es la que lo define como una institución que formaliza una relación sentimental entre dos personas. El matrimonio es sin duda más que eso, dado que la sola constatación que existe una relación afectiva no justifica que exista como institución pública; de ser así, el Estado estaría llamado a regular y resguardar cualquier tipo de relación sentimental, como las amistades u otras relaciones de familiaridad. La entidad gubernamental está llamada a regular los bienes sociales fundamentales para la buena vida en sociedad, y por cierto que el matrimonio lo es, no sólo por la estabilidad que le trae a los conyuges; sino que también a través de la procreación, la educación y el cuidado de los hijos.
Si justificamos el matrimonio sólo como una institución que reconoce afectos, podríamos decir que es discriminatorio que esta institución sea sólo entre dos personas, o que tenga que ser para toda la vida como lo dicen nuestras leyes. Se podría argumentar perfectamente que fuese como un contrato de “arriendo”, que se renueva en un periodo de tiempo, si es que las partes permanecen con el sentimiento que los convocó en primera instancia; o por otro lado, también se podría argumentar a favor de institucionalizar la idea de los “chipe libre”, pensando en que la exclusividad sexual no sea una característica esencial, etc. Estos ejemplos no son para ridiculizar el debate, sino que todo lo contrario. Las consecuencias lógicas del argumento que se plantea, siguen este tipo de preguntas, de las que hay que hacerse cargo. Ejemplo de esto son las discusiones se han dado en países como EEUU, Holanda, España, entre otros, luego de aprobarse el “matrimonio” homosexual.
Muchos de los aspectos que hoy se pretenden dar por sentado son herencia de la visión tradicional del matrimonio. Por ende si lo que se pretende es instalar una nueva concepción, son los mismos defensores los que deben hacerse cargo de justificar la dualidad, exclusividad, fidelidad e indisolubilidad del llamado “matrimonio” homosexual, pensando así que ellos mismos no estén discriminando a terceros que crean, por ejemplo, que el “matrimonio” puede ser entre tres personas que se quieren mucho y que quieren iniciar un proyecto de familia. La única forma de hacerse cargo de esto es iniciando un debate que responda ¿Qué es el matrimonio? Y ¿por qué el Estado tiene interés de regularlo?