“Nos estamos creando una convivencia súper ingrata”
En “Mercado y Democracia, un sándwich de pan con pan”, el también escritor plasmó su inquietud sobre el momento que enfrenta el país.
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Una percepción de que el estado de cosas hoy en Chile no es nada buena, más una historia personal que partió en 1945 y que, desde entonces, le ha significado vivir en “un mundo que cambió tremendamente”, tenían preocupado al economista y escritor Mario Valdivia y lo impulsaron a reflexionar. Y como ya ha escrito varias novelas, decidió lanzarse a plasmar sus ideas en un libro-ensayo al que tituló “Mercado y Democracia, un sándwich de pan con pan”, el que en una segunda versión corregida que está terminando saldrá a la venta en diciembre, aunque quizás con un nuevo título.
Economista de la Universidad de Chile, dejó rápido el ejercicio de la profesión –“aunque siempre me voy primero a esas páginas en el diario”- y se dedicó a la consultoría a empresas en procesos de gestión relacionados con la comunicación interna.
“Desde que nací y hasta la década del 70, iban ganando los otros. Lucía bien el socialcristianismo, el Estado desarrollista, en Europa estaba la socialdemocracia y el socialismo realmente existente, como se le llamó. Yo me fui más bien por el lado progresista, como la mayoría, no es que haya sido muy original. Pero ahora sé que el estatismo y la planificación central murieron”, comenta.
Ahora está convencido de que el mercado y la democracia son las únicas opciones posibles, que la llevan, para bien y para rato, dice, pero al mismo tiempo ve que la gente está disconforme, molesta, con un malestar gordo. No sólo en nuestro país. “Pero como no soy capaz de abordar tanto, me puse a pensar en Chile, ¿qué le faltan a la democracia y al mercado?”.
- ¿Por qué está tan convencido de que el mercado la lleva, y para rato?
- Me hace sentido teóricamente. Creo que el mundo es demasiado complejo como para pensar que lo puedes estabilizar con planes estratégicos, porque, como diría Friedrich Hayek, a quien he leído mucho, hay demasiados clientes que hacen lo que quieren y demasiados ciudadanos libres que eligen lo que quieren. Y en lo empírico, lo veo por todas partes.
- Entonces, ¿es instalado en el mercado desde donde ve que algo falta?
- Sí. Falta algo de fondo y le echo la culpa de esto al neoliberalismo, que es la ideología que sobrevivió después que murieron todas las otras. La ciencia económica estudia al homo economicus, que es un señor bien racional, pero el neoliberalismo dice que este homo economicus es todo, que toda acción humana es de costo beneficio, de escoger entre óptimo y subóptimo, de satisfacción utilitaria centrada en mí, en el ego, y que todo es un recurso, no sólo las cosas. Para mí eso es ideología. Hoy hablas con los economistas en Chile, de izquierda y de derecha, y piensan eso.
Y en esta ideología las relaciones humanas también se vuelven transaccionales, utilitarias, sin ética. En la política, se ve. Haces la ley y enseguida la trampa. Cuando pasa esto, que no es ni el mercado ni la democracia, desaparece toda convivencia posible y aparece el lenguaje hipócrita de lo políticamente correcto, y la gente no cree y no vota. Le falta el adentro. Una democracia sin un trasfondo ético, compartido, es como el cascarón legal de las relaciones, es una burocracia. No está el sentido de que estamos construyendo juntos una comunidad.
- ¿Existe eso de una convivencia nacional no basada en el ego?
- La socialdemocracia es eso, la convicción de que no todo es económico. Un ejemplo: la ideología liberal piensa que el derecho a la propiedad es ley divina o ley natural. Yo digo, ‘no, señores, está en la Constitución’. Es un derecho que te dieron y que le reconoce mucho más al que tiene más que al que tiene menos. ¿Quiénes son los que tienen más propiedad? Pocos. ¿Quiénes son los que tienen menos propiedad? Muchos. Entonces, ¿por qué los pocos le reconocen la propiedad a los muchos? Cuando tienes una ideología no te preguntas esto y no piensas que detrás hay un acuerdo ético de hecho, que dice ‘estoy dispuesto a asegurarle la propiedad a todos estos que tienen mucho más que yo, pero a condición de que me hagan crecer el país, inviertan y repartan los frutos’. Es un acuerdo tácito de nación, de comunidad. La noción de que juntos vamos a sacar adelante este país se pierde con este ideologismo.
- Pero para la socialdemocracia también pasó la vieja.
- Así es. Se parece a lo mejor que pasó el siglo pasado, pero se fue por un camino del legalismo burocrático que mató el fondo.
- ¿Ve alguna solución?
- Veo algunas cosas. Facebook, por ejemplo, muestra el hambre de la gente por tener comunidad, por compartir. Otro ejemplo: ¿Por qué nadie reclama en serio en contra de lo que le pagan a Alexis Sánchez? Porque pensamos que tiene mérito. Lo vemos jugar, vemos que se esfuerza, que nunca llega curado… meritocracia. Pero el mercado no es meritocrático. Los estándares meritocráticos son éticos. Construir estándares de mérito compartido crean comunidad. Porque la comunidad, los que participamos en el deporte competitivo, tenemos que tener ética. El doping es utilitario.
- ¿Entonces, el mérito podría ser una base para construir algo?
- Una comunidad es un nosotros que se reconoce en torno a ciertas normas éticas compartidas. Nosotros, los chilenos, no nos movemos en el éxito económico, como si fuera meritocrático. Hayek lo dijo con toda claridad: el éxito de los mercados no tiene nada que ver con el mérito. Pero eso no lo creen los neoliberales, que andan por ahí diciendo ‘yo lo hice’ y que no se preguntan qué les pasa en la comunidad a los que tienen menos suerte, a los que les aseguraron la propiedad y los contratos. Tampoco está en la izquierda. Eso nos pasó: que no nos tomamos en serio que estamos conviviendo.
- ¿Y por qué eso es un problema?
- Yo creo que nos estamos creando una convivencia súper ingrata, y no le veo la gracia a una convivencia en que la que el 10% va a votar, en la que pensamos que los empresarios y los políticos son todos unos bandidos corruptos... ¿Qué hacemos? No lo sé. Soluciones no tengo. Las respuestas que se dieron ya no sirven y la economía, que era una ciencia súper razonable, se transformó en esta ideología, que se abrió espacio como pragmatismo utilitario centrado en mí, que olvidó que una serie de zarrapastrosos me aseguraron la propiedad en la Constitución y me reconoce la fuerza de ser empresario, pero que me exigen que no me pase… como si fuera una comunidad, un lugar compartido.