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La compleja proyección de la Nueva Mayoría

La dificultad de la supervivencia del bloque se cristalizó tras las municipales. El 23-O mostró que el oficialismo tiene un problema electoral, pero sobre todo conflictos que La Moneda -ausente y prescindente- no parece tener la voluntad de ayudar a solucionar.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 28 de octubre de 2016 a las 04:00 hrs.
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La situación de la Nueva Mayoría se resume en la confidencia de un dirigente histórico de la centroizquierda: nunca antes el bloque había estado en un nivel de incertidumbre como luego de estas municipales del 23-O. El cuadro político del oficialismo es complejo y existe un alto nivel de confusión. En un período corto de tiempo -hasta el 29 de enero- deberán tomar decisiones cruciales, que no necesariamente están entramadas las unas con las otras. Se tratará de la elección del candidato que tendrá la misión difícil de enfrentar al abanderado de Chile Vamos, pero sobre todo de la supervivencia y de la proyección de la alianza del centro con la izquierda vigente desde fines de los años '80.

Los malos resultados del oficialismo en las municipales del domingo hicieron explotar a una Nueva Mayoría que estaba funcionando bajo presión hace muchos meses, con un alto nivel de descomposición interna. El bloque es un colectivo disímil de partidos y movimientos -con contradicciones evidentes desde que comenzó el gobierno-, que comprobó en las urnas que se ha empequeñecido y retrocedido respecto de la última elección en 2012.

En uno de los pocos análisis en frío que se han realizado de las elecciones del domingo, los investigadores Loreto Cox y Ricardo González del CEP señalaron: "En cuanto a tendencias en el eje izquierda-derecha, los resultados, medidos a través de la elección de concejales, que es la más idónea para revelar preferencias políticas, muestran un giro hacia la derecha. Este giro fue importante en el caso del número de votos, superando al mayor cambio observado entre 2004 y 2012".

Chile Vamos queda en una situación expectante para conquistar nuevamente La Moneda, mientras que el oficialismo -como reconoce el histórico dirigente-, en un escenario de incertidumbre y confusión como nunca antes en 30 años.

Pero ¿de qué depende que la Nueva Mayoría, como la conocemos hasta ahora, tenga capacidad y posibilidad de proyección?

Con un nombre, un concepto, prácticas en entredicho y un bloque que tampoco consigue buenos resultados en las urnas, probablemente dependerá de una nueva definición y un nuevo acuerdo entre sus integrantes.

Un factor determinante sería un liderazgo -quienquiera que sea- que dé garantías a todos sus sectores. Que ofrezca gradualidad a los democratacristianos y la certeza de que no aplastará a los comunistas.
Hasta ahora, lo que parece evidente, es que la continuidad de la Nueva Mayoría no dependería del gobierno de Bachelet. El Ejecutivo y la Presidenta -que se han declarado prescindentes de la municipal, sin asumir responsabilidad en los resultados del domingo-, han dejado de ser un elemento político decisivo para el bloque. Porque si existe algo que ha quedado demostrado en esta semana post 23-O, por el contrario, sería la ausencia total de La Moneda en explicar, cohesionar, arbitrar y articular diferencias en una Nueva Mayoría en proceso de descomposición.

La resistencia a salir a hablar la noche del domingo


La presidenta Bachelet habló públicamente el domingo por la noche luego de que lo hicieran las candidatas simbólicas derrotadas, Carolina Tohá y Josefa Errázuriz, y el propio ex presidente Ricardo Lagos, que se refirió a la necesidad de rectificar. Pese a las cifras, en La Moneda no creían que se tratara de una derrota y tampoco consideraban necesario encarar los resultados ante la ciudadanía. La salida de Bachelet en el escenario, arropada sobre todo de funcionarios de segunda línea, no fue una decisión fácil en medio de una noche bastante compleja. Algunos de los ministros, conscientes de los malos resultados, habrían manifestado que era necesario un gesto político y que el gabinete completo -comenzando por el ministro del Interior-, debían poner su cargo a disposición. Este tipo de señales suelen realizarse ante fracasos de envergadura, aunque luego el Jefe de Estado los ratifique a todos. La opinión predominante entre los ministros y sobre todo del comité político, sin embargo, habría sido menos catastrofista. Finalmente, se impuso la mirada de que no se trataba de una debacle electoral, que había que apoyar a Bachelet y, en paralelo, tomar distancia de los partidos.

No ahora, sino hace bastante, La Moneda ha hecho suya la hipótesis de que tanto el desencanto ciudadano como el bajo respaldo al gobierno es parte de un fenómeno global del que Chile no es ajeno. Pero esta mirada ha impedido que conjuntamente se analicen los factores internos y la responsabilidad del Ejecutivo en la suerte propia y de su bloque. Con las municipales fue evidente y Bachelet lo expresó en la revista Capital esta semana: "Existe un porcentaje de chilenos que está descontento con el gobierno, que no les parece cómo están las cosas, eso es cierto, pero mi impresión es que hay un malestar con la política en general".

La falta de una autocrítica por parte del gobierno encendió los ánimos en los partidos oficialistas que consideran que, junto a los errores de cada colectividad y del bloque en su conjunto, el Ejecutivo ha cometido desaciertos que han perjudicado electoralmente a la Nueva Mayoría. Al margen de la reacción de la DC de esta semana y el congelamiento de las relaciones con el gobierno -que sobre todo se explica por asuntos de política interna del partido-, en el oficialismo molestó la falta de comprensión de La Moneda respecto de lo ocurrido. El ex presidente de la DC Gutenberg Martínez, señaló en T13 Radio que su partido se ha descapitalizado en los sectores medios por los errores y las radicalizaciones del gobierno.

Existen dirigentes que piensan que a estas alturas los problemas no se resolverían con un cambio de gabinete ni con la remoción del comité político, como lo han venido pidiendo desde agosto. Martínez expresó, por ejemplo, que el Ejecutivo tiene problemas de estructura, en su sistema de toma de decisiones y en el modo de conducción. A su juicio, no existe un consejo de gabinete empoderado, donde la Presidenta dialogue con su equipo y construya posición, el gobierno carece de un modo sistémico de diagnosticar lo que sucede y de reaccionar oportunamente y, entre otros asuntos, no ha logrado encontrar una forma adecuada de relacionarse con los partidos que lo apoyan.

Una segunda mirada parece confiar todavía en que un gabinete fuerte podría despejar el escenario para el oficialismo en los últimos 16 meses del gobierno. En la Nueva Mayoría se habla del agente de Chile ante La Haya, José Miguel Insulza, como un posible y aconsejable fichaje. Con sus posibilidades presidenciales cuesta arriba, en la centroizquierda se recuerda que cuando el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle enfrentaba una fuerte crisis marcada por el escenario económico, el socialista ingresó en la última etapa a la Segpres y jugó un papel crucial para garantizar la sucesión de la Concertación.

Con un equipo político debilitado y agónico como el actual, por el contrario, el espacio del Ejecutivo para legislar se estrecharía. Sobre todo ahora que con un bloque debilitado y un gobierno en problemas, sectores de la NM piden una rectificación de lo que no se ha hecho bien y delimitar la agenda legislativa a los asuntos en que haya acuerdo efectivo.

La clave del 5 de noviembre


Con La Moneda prescindente de los resultados municipales y de las presidenciales, como lo manifestó Bachelet esta semana en Capital, la posibilidad de proyección de la Nueva Mayoría pasa por la generación de un liderazgo que convoque.

Para algunos dirigentes, como ha manifestado públicamente el socialista Camilo Escalona, la amplitud del liderazgo del ex presidente Ricardo Lagos lo hace la única carta para asegurar una candidatura común y la supervivencia del bloque. Pese a las dificultades evidentes para cualquiera sea el abanderado del sector, de acuerdo a esta mirada, Lagos incluso tendría posibilidades de derrotar al ex mandatario Sebastián Piñera si penetrara, como en el pasado, en el electorado de derecha.

Las posibilidades de Lagos, sin embargo, pasan necesariamente por el Partido Socialista y la decisión de la propia presidenta de la colectividad, la senadora Isabel Allende, de seguir adelante con su aventura presidencial. Con el PPD prácticamente cuadrado con la candidatura de Lagos -incluso piensan adelantar la proclamación-, el 5 de noviembre será una fecha crucial para la Nueva Mayoría y las aspiraciones laguistas. El comité central del socialismo, donde Allende goza de una indiscutida mayoría, definirá entonces el cronograma electoral y el mecanismo de elección de candidato. Representaría un portazo a las opciones de Lagos si llegara a concretarse el camino de una primaria interna PS y si se desechara una candidatura común con el PPD. Las opciones de Lagos en el socialismo pasan necesariamente, por lo tanto, por la decisión de Allende. No por sus votos en el comité central del PS -que los tiene-, sino por su resolución política.

Con el PPD y el PS en la mano, a Lagos le sería menos complicado conseguir a la DC. Disminuida luego de las municipales y sin un candidato propio con fortaleza, el 29 de enero deberá decidir en su junta nacional si apoya a un abanderado del sector o levanta una carta propia a una primera vuelta presidencial. La opción de que la DC participe en una primaria de la Nueva Mayoría parece, a estas alturas, desechada completamente.

Para la proyección de la Nueva Mayoría parece menos claro el papel que podría jugar el senador Alejandro Guillier, de fructificar su candidatura. Hasta ahora, hay dudas sobre su capacidad para aglutinar al bloque desde la DC al PC, a menos que despegue su respaldo ciudadano y se transforme en una carta probadamente competitiva ante Chile Vamos. Con Lagos apoyado por los tres partidos grandes de la centroizquierda, sus posibilidades se reducen.

De fracasar un candidato único de la Nueva Mayoría, una tercera opción sería que los partidos lleguen con sus respectivos candidatos a una primera vuelta, en cuyo caso existiría la convicción de que se pierde ante la derecha. En un escenario político de probable derrota ante Chile Vamos, las colectividades del bloque pondrían sus fichas sobre todo en sus respectivas fuerzas parlamentarias. Porque aunque el escenario líquido del oficialismo luego del 23-O negro deja muchas interrogantes, instala alguna certeza: de pasar a la oposición, la Nueva Mayoría definitivamente se acabaría.

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