Los hermanos Arteaga Alemparte

Por Alejandro San Francisco Profesor del Instituto de Historia y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.

Por: | Publicado: Viernes 5 de agosto de 2011 a las 05:00 hrs.
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Los hermanos Justo y Domingo Arteaga Alemparte (1834-1882 y 1835-1880) representan un momento muy relevante en el desarrollo de la cultura chilena del siglo XIX. Desarrollaron una vida juntos no sólo como hermanos, sino que también en el ámbito público. De hecho Virgilio Figueroa, uno de los grandes biógrafos nacionales, los presenta unidos en el primer tomo de su Diccionario Histórico y Biográfico de Chile.

Como era habitual entre los hombres influyentes de esa época, los hermanos Arteaga Alemparte se educaron en el Instituto Nacional, fueron adversarios del gobierno de Manuel Montt (a quien la familia combatió en los movimientos rebeldes de 1851 y 1859), vivieron algunos años de destierro en Perú y después volvieron a Chile, a desarrollar una fructífera carrera en el ámbito de la prensa. Como señala Eduardo Santa Cruz en un valioso estudio sobre la prensa del país, Justo y Domingo son “ejemplos preclaros” de lo que se denomina “publicista” (en palabras de Carlos Ossandón), que no trabajan en lo público en cuanto estatal, sino que para el público.

Así lo demostraron estos hermanos en algunas importantes creaciones, como fueron La Semana (1859-1860), La Libertad (1866-1871) y Los Tiempos (1877-1882).

En el marco de las ideas en disputa de esos años, los hermanos Arteaga Alemparte se ubicaron en la vereda del liberalismo, que comenzó a representar la corriente dominante en la segunda mitad del siglo. En representación de ese grupo, Domingo fue parlamentario durante más de una década, además de asumir otras tareas, como ser consejero de Instrucción Pública y gerente del Banco Agrícola; Justo también fue diputado, aunque por un período más breve.

No cabe duda que una de las obras más reconocidas de los hermanos Arteaga Alemparte es Los Constituyentes de 1870, una descripción biográfica, entretenida y bien informada sobre los miembros del Congreso Nacional de la época. Como refiere Roberto Huneeus en el prólogo de la obra, en el libro “se encuentran esparcidas profunda y brillantemente los principios liberales, el racionalismo religioso, la versación histórica, los dotes de observación y los encantos de la pluma” de ambos publicistas.

Domingo murió en 1880, cuando sólo tenía 44 años, recibiendo el elogio de los mejores periodistas de entonces, así como de los oradores de turno.

Justo, por su parte, falleció dos años después, y recibió los homenajes del Congreso Nacional, el Cuerpo de Bomberos, además del periodismo chileno.

A pesar de su muerte prematura, destacaron en la vida nacional con luces propias. Ambos, en palabras de Virgilio Figueroa, “contribuyeron a sostener y ensanchar la intelectualidad chilena y lanzaron el periodismo por nuevas y más espaciosas vías y fueron los precursores del diarismo contemporáneo”.

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