Esta es una guerra contra la humanidad. Para los países en desarrollo viene en tres ataques. El primero es fisiológico y está provocado no por una especie extraterrestre sino intraterrestre llamada coronavirus.
La defensa está a cargo del Gobierno y sus ejércitos de médicos y militares. Nos toca apoyar a fondo, pero sin descuidar los ataques que se vienen por otros dos flancos, el económico y el social, la depresión y la desigualdad de oportunidades. Estos ataques son arteros y producirán conflictos sociales que harán que nos matemos entre peruanos, provocando así mayores estragos que los fisiológicos.
Un ejemplo es la gripe española que apareció en 1918, duró hasta la gran depresión de 1930 y mató a unos 30 millones de humanos, para luego ser seguida de conflictos sociales y una guerra mundial que juntos mataron a unos 80 millones. ¡Trágico! Pero hay que ir más lejos: durante la década de los 1930 EEUU creció mucho más que en los años previos debido, entre otras cosas, a dos grandes innovaciones que permitieron la aplicación de la electricidad a la manufactura y la utilización de motores de combustión interna para impulsar la fabricación de vehículos. Es decir, que una crisis también puede acelerar el desarrollo económico, tecnológico y social.
¿Y qué tiene que ver esto con el panorama peruano al cual nos enfrentamos? Mucho. Ahora que nos vemos obligados a aislarnos, vamos a depender más de la tecnología, del teletrabajo, la teleeducación y la telemedicina para diagnosticar y monitorear a distancia. Para todas esas “teles” son indispensables nuestros recursos naturales, ya sea el cobre, que inactiva bacterias y virus; el litio, sin el cual no hay baterías para los carros eléctricos; la plata o las tierras raras, sin las cuales no funcionan ni computadoras ni los paneles solares, y el oro, que seguirá siendo un refugio financiero.
Sobre estos minerales están sentadas grandes compañías formales que emplean 200.000 trabajadores mineros, además de unos 50.000 mineros artesanales —que también son agricultores— con baja productividad, pero con gran capacidad para multiplicar rápidamente sus operaciones y crear empleo. Entonces, ¿por qué no arrancamos? Porque todavía no hay conciencia de que lo que frena el crecimiento económico del país no son los precios de nuestros recursos naturales en China u Occidente sino el hecho de que los formales e informales se están bloqueando entre sí utilizando un amplio arsenal de convenciones internacionales y legislación nacional.
Hoy, aproximadamente 1,3 millón de peruanos indignados por la desigualdad —una cantidad similar a los chilenos marchando en las calles de Santiago— están bloqueando la explotación de alrededor de US$ 1 billón de reservas probadas de minerales, petróleo y gas.
* Hernando de Soto es un reconocido autor y economista peruano, expresidente del Banco Central de la Reserva del Perú y presidente del Instituto Libertad y Democracia.