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El escándalo de datos de Georgieva agrava la crisis de identidad del FMI

Una nueva era de abundante liquidez, los conflictos entre sus principales accionistas, un giro en su política de préstamos, y ahora las acusaciones a su directora ejecutiva amenazan la credibilidad del organismo.

Por: Financial Times, traducido por Renato García J. | Publicado: Martes 28 de septiembre de 2021 a las 12:51 hrs.
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Jonathan Wheatley

El FMI está atravesando una crisis de identidad. Su tradicional papel como prestamista de última instancia ha sido usurpado por los bancos centrales que han inyectado billones de dólares en los mercados financieros. Dos de sus mayores accionistas, Estados Unidos y China, están en conflicto. Y la reputación del Fondo por su escrupuloso registro de datos se ha visto comprometida por un escándalo que afecta a su directora gerente, Kristalina Georgieva, cuando dirigía anteriormente al Banco Mundial. De hecho, es posible que el Fondo nunca vuelva a ser el mismo.

Para la mayoría de los países ricos y de ingresos medios, el FMI ya había perdido su importancia desde hace mucho tiempo, gracias, en parte, a los programas de flexibilización cuantitativa aplicados desde la crisis financiera de 2008. ¿Por qué contratar préstamos del FMI con condiciones rígidas cuando los inversionistas hambrientos de rendimiento están ansiosos por prestar tanto, casi igual de barato, y sin condiciones? Como dice un alto funcionarios del propio FMI: "Los bancos centrales nos han hecho quebrar".

La impresión de dinero de la era del Covid-19 solo ha acelerado esta tendencia. Durante la pandemia, el FMI brindó asistencia de emergencia a 100 países. Si bien la ayuda fue eficaz, fue por montos menores, ya que todos los beneficiarios se ubicaron entre las economías más pequeñas y pobres del mundo.

Aun así, un papel más desarrollista para el FMI bien podría adaptarse al conjunto de habilidades de Georgieva. Como exdirectora ejecutiva del Banco Mundial, se la considera una economista progresista en comparación con algunos de sus predecesores más conservadores en el organismo. “Gaste todo lo que pueda y guarde los recibos”, ha sido su mantra durante la pandemia. Pero esto representa un cambio importante con respecto al papel habitual del FMI de proporcionar apoyo de liquidez de emergencia.

Un claro ejemplo de este cambio fue la creación el mes pasado de Derechos Especiales de Retiro (SDR, sigla en inglés) por US$ 650 mil millones. El organismo distribuyó estas “cuasimonedas” a todos sus miembros como dinero gratis, para cualquier propósito que consideraran oportuno. Para algunos, la pandemia exigía esta respuesta. Para otros, las reglas se doblaron para inyectar un impulso fiscal por la puerta trasera, incluso a algunos autoritarios gobernantes, como Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia.

El programa de SDR también marcó el final, dicen los críticos, de los habituales programas de país del FMI, elaborados dentro de un cuidadoso marco que incluye un camino hacia la recuperación, detallados análisis de la deuda y otros aspectos de la política pública. Los desembolsos a Ucrania en el marco de un programa del FMI de US$ 5 mil millones, por ejemplo, se han retrasado repetidamente debido a que no ha abordado la corrupción.

Ahora, en cambio, existe el riesgo de un peligroso gasto gratis para todos. Como ha dicho la economista jefe del Banco Mundial Carmen Reinhart sobre algunos de los últimos beneficiarios de préstamos del FMI: "En algunos casos existe abrumadora evidencia de que no se trata de un problema de liquidez sino de solvencia".

Golpe a la credibilidad

En medio de esta crisis de identidad se ha producido ahora un escándalo que amenaza con destruir uno de los activos más valiosos del Fondo: la credibilidad. Según una investigación independiente, mientras se desempeñó como directora ejecutiva del Banco Mundial, Georgieva habría encabezado esfuerzos para mejorar artificialmente la clasificación de China en el influyente informe anual Doing Business de la entidad. Peor aún, en esos momentos ella habría estado buscando recaudar capital para el banco de parte de China y otros financistas.

El directorio del FMI está realizando una investigación. Mientras tanto, el personal dice que el escándalo ha puesto en peligro la capacidad del FMI para decirle la verdad a los poderosos. Si Georgieva manipuló los datos a instancias de China en el Banco Mundial, ¿no podría el FMI bajo su dirección ahora someterse también a otros gobiernos?

Al final, puede que no sean los datos supuestamente dudosos ni el cambio de dirección del FMI lo que determine su destino. Si Georgieva se va, probablemente será porque se ubicó en el lado equivocado de la batalla entre Estados Unidos y China, el primer y tercer mayor accionista del Fondo, respectivamente.

Es significativo que, la semana pasada, tanto los demócratas como los republicanos en el comité de servicios financieros de la Cámara de Representantes de EEUU citaran la investigación del Banco Mundial y cuestionaran su idoneidad para liderar el FMI. Georgieva ha negado las acusaciones y ha salido a defenderse. Sin embargo, quien sea que finalmente salga victorioso de este asunto cada vez menos edificante, es poco probable que sea el FMI.

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